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La ‘ piedad’ en Zweig y Galdós

05/08/2010 00:40 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

"No conozco peor ni más vil sentimiento que éste, que impulsa a odiar al compatricio con mayor vehemencia que al extranjero invasor". Benito Pérez Galdós. Gerona

"por primera vez abrí mi corazón a esa nueva capacidad de compasión". Stefan Zweig. La impaciencia del corazón.

Existe un sentimiento profundamente humano y que ya forma parte de nuestro ser y, podemos decir también, de nuestro quehacer: es una forma de estar en el mundo y que nos lleva a mirar al otro como si fuera parte de nosotros mismos; si ese "otro" es de nuestra familia o de nuestra sangre, se agranda infinitamente ese sentimiento: es la piedad.

Desde la "escultura" hasta la "pintura", se ha abordado este tema, y sin duda desde la literatura. Son muchos los autores que lo han tratado, pero yo quiero centrarme en dos gigantes de la literatura universal, no con ánimo de hacer una crítica a su obra, sino con la actitud del "bedel" que "abre la puerta" para que, quien quiera, se acerque y vea cómo han tratado estos dos "hontanares" de la descripción del interior del hombre ese sentimiento que está con nosotros y que, muchas veces, nos sirve para dirimir lo que es "justo" o "injusto".

Me estoy refiriendo a Stefan Zweig y a Benito Pérez Galdós; iba a decir, "nuestro" Don Benito, pero los sentimientos no conocen fronteras, y también es "nuestro" Stefan Zweig. Las obras donde describen esta profundidad de la "piedad" humana es en Gerona y en La Impaciencia del Corazón; de esta obra existe una edición anterior que se llama "La piedad peligrosa", y este título me ha invitado a poner el título en esta pequeña reflexión.

Dos son las formas en que se ha abordado este sentimiento: desde el exterior del hombre y desde el interior, y sin duda la más fructífera ha sido desde el interior.

Cuando no existía "interioridad", la norma era algo que provenía de Dios, o de los dioses, o al menos eso era lo que "proyectaban" los hombres. Sin duda la mayor parte de los dioses eran "crueles" y "sin piedad"; no voy a decir "inhumanos", pues eran dioses y su problemática estaba al margen de cualquier devenir humano: los hombres no le interesaban. Ahora bien, los hombres, con el fin de aplacar a los dioses se comportaban de una forma contraria a los otros hombres: podríamos decir inhumana.

Con el advenimiento de la "interioridad", es decir, cuando el hombre se consideró "dueño" de sus sentimientos, y de su destino, nace un nuevo sentimiento: la piedad que es algo desconocido para muchísimos dioses y que, por supuesto, ya no es divino, sino humano. El hombre fue amasando y pergeñando un mundo acorde a esa interioridad, y ahí es donde anidó la piedad, muchísimas veces acompañada de la soledad.

Esta piedad ha sido "representada" de muchísimas formas, y sobre todo en occidente pues, fundamentalmente, ha sido una "creación" occidental.

Pero es después del romanticismo del siglo XIX cuando se atacó a la interioridad y con ella a la piedad: lo propio del hombre romántico era "renunciar" a su individualidad en aras de algo que lo sobrepasase: de nuevo volvió a "representarse" al mundo de los dioses sin piedad y que exigían "sacrificios humanos".

Pero en occidente había cuajado ya ese sentimiento y los "sacrificios humanos absurdos" tuvieron como contrarréplica, de nuevo, a la piedad: ahí está la obra de Käthe Kollwitz, Madre e hijo o La Piedad, que perdió a su hijo en el "gran sacrificio humano de la Primera Guerra Mundial".

Es verdad que las situaciones recreadas por Galdós y Zweig son diferentes: ambos están alejados del romanticismo y ya reclaman la interioridad; podríamos comparar la piedad burguesa de Zweig frente a la piedad "irracional" de Galdós, pero ambas nacen del amor profundo e interior de unos hombres ante sus hijas y frente a un poder absurdo y que oprime a esas personas.

Las situaciones hubieran sido distintas si ese poder no hubiese existido, y me estoy refiriendo a Galdós en concreto: la invasión napoleónica relatada por Galdós en Gerona, así como en otros Episodios, es tan cruel como crueldad esculpida por Kollwitz o por Miguel Ángel, y tan absurda como todas las guerras.

Zweig y Galdós nos recuerdan, en sus relatos, que esa piedad no ha desaparecido de nuestro mundo, aunque existan poderes que intentan minar, con cualquier excusa y con cualquier fundamento, dicha interioridad, fuente de la libertad; pues la libertad nace de la soledad y de la intimidad.

Gerona y La impaciencia del corazón siguen refrescándonos nuestros sentimientos y avivando ese sentimiento de piedad que está en el fondo del corazón humano y que no puede estar en ningún poder ajeno a dicho corazón, pues siempre que ha estado en algún poder se ha vuelto contra el propio hombre.

Antonio Fidalgo

Secretario de Cultura del CDS.

Criterio Liberal. Diario de opinión Libre.

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