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Adán y Eva son los culpables de todos los males que asolan nuestras vidas
Somos, sin duda, el animal más débil de cuantos pueblan la Tierra. Incluso un ratón o una cucaracha se queja menos que un ser humano. Suerte que disponemos de la razón, aptitud que ha evolucionado junto a nosotros a causa de la necesidad de crear objetos o cosas que nos igualen en esta carrera cotidiana por la supervivencia salvaje.
En un principio, la razón no existía, al igual que no existían las alas en ningún animal pero, ante la incontestable superioridad del resto de animales, fue haciéndose hueco hasta ser la condición indispensable que marca la diferencia entre nosotros. Por ejemplo, cuando el hombre primitivo vio por primera vez al león, quedó fascinado de la fuerza y agilidad del mismo. Fue rápidamente consciente de sus limitaciones en una lucha “cuerpo a cuerpo” con semejante máquina de matar y por eso inventó las trampas y, después, armas más sofisticadas. ¿Y qué pasa con el frío? Somos el único animal que se viste. Somos tan blandos que unas condiciones climáticas un poco extremas y oscilantes nos mataría en horas. Por eso, alguien hace años, tras devanarse los sesos y tras pasar mucho frío, decidió ponerse encima de su cuerpo cualquier piel, rama de árbol, etc. a modo de protector.
La razón condujo a la raza humana a tener una completa visión de la vida en sus puntos esenciales, llegando a conocer los aspectos principales de lo que debe ser nuestra estancia en el Universo. Esto nos creó otra particularidad: conocer nuestra futuro, es decir, todos sabemos que moriremos.
Cuando comprendimos que tan sólo estamos de paso en un lugar llamado Universo, hubo gente que no lo pudo aceptar, por lo que algunos comenzaron a volverse locos de remate. Primero, unos hombres harapientos, con túnicas fétidas, pelo largo y barba de meses, perdieron la cabeza y se inventaron un gran libro de historias inverosímiles salpicadas de fantasías. Lo llamaron Biblia y, hoy día todavía hay ilusos que están intentando multiplicar el pan.
Esta fórmula se ha mantenido durante siglos. Era la única manera de estar “protegidos” ante el mal. Encomendarse al ser superior que vela por nosotros y todo lo sabe. Un ser que premiará nuestra fidelidad.
Cuando muchos años después y, gracias a la educación, los ciudadanos del mundo, sobre todo los jóvenes, se dan cuenta de que aquí huele a rancio, de que todo esto es una patraña, surge la necesidad de estar controlados por otros medios. Comienza a meterse miedo con todo: desastres nucleares, medioambientales, gente mala que mata, roba y pega a ancianos, estafadores...¿y qué hacemos los humanos guiados por la razón? Nos unimos y nos concentramos. Nos hacinamos en enormes edificios grises de materiales robustos. Unos encima de los otros. Sin conocer a nadie pero, a la vez, protegido por todos. Como una manada de elefantes. Dejamos el campo, la naturaleza a un lado, como algo anecdótico que sólo usamos algún fin de semana para “airearnos”. ¡Qué absurdo¡ ¡Lo grande que es el mundo y vivir en 60 m2 con unos vecinos que detestas sin conocerlos tan siquiera y que además tienes que saludar a diario cuando compartes con ellos el ascensor recién levantado¡
Sin embargo, has nacido y has sido educado bajo esos valores. Tu vida, puesto que ya tienes conciencia de tu muerte, ha sido programada hasta el mínimo detalle. Se sabe los pasos que darás aunque unos los den a un tiempo distinto que los otros. Teléfono, hipoteca, trabajo, coche, casa, familia...Es en este punto cuando la citada razón (y también la cara dura) hace que muchos de nosotros recobre el instinto animal que poseían los hombres de la caverna de la edad de bronce. Los listos dan un paso al frente pero es tan sólo para jodernos y, cuando te quieres dar cuenta estás dentro del agua, en una barca y empujado hacia la cascada. Toda esta mierda infame de ladrones amparados por leyes, como son SGAE, bancos, dinero, política y políticos, fuerzas de seguridad, armamento....acabará con nosotros. Son como una serpiente. La ves y piensas: “a mí no me pillará” pero ahí permanece, mirando con fijeza y moviéndose con lentitud, se arrastra (como los bancos en busca de clientes o los políticos por tus votos) y, en un momento de distracción, ¡zas! te atrapa y ya estás perdido. Ya estás ahogado y muerto. Como cuando un banco te echa las zarpas: estás ahogado todos los meses, trabajando para pagarles y muerto simbólicamente. Lo triste es que la serpiente nos engullirá a todos porque no parece que haya manera de vivir aislado. No hay alternativa y las élites políticas dejan hacer con inmunidad sin pensar más que en sus votos escrutados.
Tal es el grado de sofisticación del sistema reinante, que absolutamente nadie puede vivir aislado por completo de pedir un crédito, tener una nómina con tal % TAE, pagar intereses, recibir multas, tener que presidir una puta mesa electoral, impuesto de aparcamiento, contribución de tu casa, agua y luz con tarifas desproporcionadas...
Es triste que nos cubramos de tanta mierda. Cada año que pasa más cantidad de listillos que te atraen con publicidad engañosa para luego lanzarte bolas de mierda compacta que no te queda más remedio que tragar. ¿Necesitas agua para pasarla o prefieres encomendarte a un nuevo Dios?.