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Es evidente que la historia está ahí para aprender de ella y evitar así la repetición continuada de errores. Pero nuestros políticos, y muy especialmente las cabezas pensantes del PSOE actual, dan la espalda con demasiada frecuencia a los acontecimientos pasados, o como mucho los falsean torpemente de acuerdo con sus intereses particulares. Este desconocimiento de la historia, unido al hecho frecuente de que no abunda en demasía el sentido común, da origen a muchas torpezas, cuyas consecuencias podemos pagar muy caras. Ya en la antigua Roma, cuando gobernaba el Primer Triunvirato, tenemos precedentes claros de los males que nos acucian en nuestros días y que Cicerón trató inútilmente de prevenir. La obra literaria de Marco Tulio Cicerón, y toda su actividad pública, debiera ser un referente para los que nos gobiernan. Mucho antes de que se inventara la Economía como ciencia y, por supuesto, mucho antes de que se hablara del Estado de Bienestar, escribió unas recomendaciones para que los políticos de entonces las aplicaran y evitaran así el desastre ya previsible del pueblo romano. Ni más, ni menos, las recomendaciones que debieran seguir, al pie de la letra, nuestros Gobernantes. "El presupuesto -escribía Cicerón- debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente -añadía- debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado". Estos problemas, que afectaban a la Roma Imperial de hace ya bastante más de 2000 años, no son muy distintos a los que soportamos los españoles en la actualidad. Pero el Triunvirato formado por Cesar, Pompeyo y Craso, que gobernaba entonces en Roma, desoyó las recomendaciones de Cicerón y aquello terminó como era previsible que terminara. Es, ni más ni menos, la misma postura que adopta ahora José Luis Rodríguez Zapatero, haciendo oídos sordos a las recomendaciones de los expertos económicos. No hay manera de que tome medidas estructurales a tiempo, aunque sean antipáticas, que reviertan nuestra crítica situación económica. Con simples ocurrencias, en vez de medidas adecuadas y efectivas, terminaremos como los griegos o de una manera muy similar. Las recomendaciones de Cicerón son de plena actualidad y plenamente aplicables a nuestra situación económica actual. Decir que "el presupuesto debe equilibrarse" es tanto como decir que no se puede gastar más de lo que se ingresa. La recomendación del orador romano de que se disminuyera la deuda pública se traduce actualmente por reducir el gasto público. Por lo tanto, menos coches oficiales, menos gastos suntuarios a costa del erario público y, claro está, menos viajes pagados de nuestros políticos, sobre todo cuando son estrictamente privados o de partido. "La ayuda a otros países debe disminuirse" también. Así que se deben suprimir esas subvenciones absurdas, como las concedidas a los gays y lesbianas de Zimbabue o aquellas otras destinadas a la "corrección del pie zambo congénito" de la República Democrática del Congo. "La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado". Entonces, lo mismo que ahora, hay mucha gente que vive de papá estado y se olvida de algo tan bonito, aunque azaroso, como es la iniciativa privada. La Autocracia, lo mismo que la Servidumbre, estaban en manos de un populacho que no trabajaba y Vivía a costa del Estado. A parte de holgar, se ocupaban de facilitar la labor a los del Triunvirato, Cesar, Pompeyo y Craso, para controlar la cabeza de la República. Exactamente lo que han hecho aquí, en favor de Zapatero, los que se han apuntado a vivir cómodamente de las subvenciones. Desaparecido Cesar de manera traumática, Roma seguía caminando firmemente hacia el desastre económico y Cicerón, que se adelantó con mucho a su tiempo, continuó denunciando valientemente tal circunstancia. Prueba de ello son las famosas filípicas y la epístola que escribió a Octavio Augusto, al que pone a caldo, ya que le culpa de que el pueblo romano perdiera de nuevo la libertad, reconquistada con la muerte de Cesar. En dicha carta, se muestra extremadamente duro con Marco Antonio. Le tilda de ambicioso y dice de él que "aspiraba a un poder más extenso de lo que consiente un pueblo libre; dilapidaba los fondos del Estado, agotaba el tesoro, disminuía las rentas, prodigaba el derecho de ciudadanía" y hasta "imponía leyes" arbitrariamente. Las malas prácticas políticas que achaca Cicerón a Marco Antonio son calcadas prácticamente, muchos siglos después, por José Luis rodríguez Zapatero. Y si el comportamiento de los responsables del Poder en la antigua Roma llevó al Imperio al más absoluto de los fracasos económicos, es de esperar que España corra exactamente la misma suerte. De momento, y como consecuencia lógica de las ocurrencias disparatadas de Zapatero y de su política irresponsablemente atrabiliaria y mesiánica, ya hemos dejado de ser autónomos y hemos pasado a ser un país tutelado desde el exterior. No somos ya nosotros los que tomamos las decisiones económicas que juzguemos oportunas. Es la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional los que nos marcan, a partir de ahora, las líneas maestras de nuestra depauperada economía nacional. Poe suerte o por desgracia, desde el punto de vista económico, hemos pasado a ser un simple protectorado. A pesar de esta tutela, ganada a pulso por la actuación torpe de nuestro Gobierno, Zapatero ya ha dado muestras de que busca cualquier resquicio para seguir despistando dinero para mantener adhesiones y gratificar complicidades. No en vano es ahora todo un experto en deuda y en déficit público. Su orgullo y su ambición le impiden aceptar que ha estado equivocado y que, con su actuación, nos ha llevado al borde del abismo económico. Podemos aplicarle con toda justicia, lo que, en dicha epístola, dijo Cicerón de Marco Antonio: "¡lástima que su cordura no sea tanta como su ambición!" Barrillos de Las .
José Luis Valladares Fernández
Criterio Liberal. Diario de opinión Libre.