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Cuando se presentaron hace unas semanas los carteles del abono de Sevilla, muchos decíamos - incluso equivocándonos - que el cartel del Domingo de Resurrección no terminaba de encajarnos con el anuncio de la retirada del maestro Juan Antonio Ruiz Román "Espartaco" en el citado cartel. Pues bien, me alegra saber que mi análisis se fuera al traste para después asimilar que dicha presencia del veterano torero de Espartinas era una revolución para al empresa - ya que se ha colgado el "No hay billetes" - y para la propia historia de esta plaza y sus aficionados, que han podido ver la retirada, en todo caso, de unos de los mejores profesionales de los últimos cuarenta años. Da igual que la corrida de Juan Pedro Domecq/Parladé estuviera discretamente presentada, y no haya dado el juego deseado, aunque valga decir, aun invalida y con poca raza en términos generales, ha tenido cierta nobleza en la muleta, lo que hoy en día supone conformarse con muy poco. Hoy era un día para presenciar la despedida - vestido de luces - de un torero, cabal, honesto y honrado. Y es que en la tarde de su despedida, Espartaco ha puesto en valor el temple y la técnica, pilares básicos de su tauromaquia. Un temple que aplicó con inteligencia - en algunos pasajes del toreo de capa - a un noble toro de Juan Pedro. Ese toro fue picado a medida con una lidia irregular de Espartaco Chico. En banderillas tuvo un tranco mejor y el de Espartinas puso en marcha el dominio de la técnica para aplicarla en la muleta. Faena sentida, pausada y con cierto empaque. Cuando se ajusto vino la emoción y la sensibilidad. Mejor con la derecha pero la última serie al natural tuvo mucha torería y sabor. La gente estaba con él y poco importaba el pinchazo y una gran estocada para recibir la primera oreja del abono. Con el sobrero pudo verse la otra cara del torero sevillano, la del valor y la conexión con el público, preferentemente el de sol. Un toro que no dio facilidades pues tenía cierto peligro, y hay que reconocer que las facultades del maestro no son las de hace 30 años, y ya el esfuerzo recompensaba su quehacer delante de este toro que le costaba embestir. En los primeros tercios apretó y Espartaco no apostaba fuerte. Pero la raza de este torero y su pundonor quedo reflejada en una faena entregada que dedicó a su público. No hubo muchos ajustes pero tuvo todo mucho respeto y oficio. Otro se lo hubiera quitado rápido de encima, pero el derrochó esa profesionalidad que atesora. Tras una estocada algo caída y dos descabellos se le premió con una generosa oreja, la última como matador de toros en la Plaza de Toros de Sevilla. Su esfuerzo por hacer el paseíllo en el abono de Sevilla ya valía una oreja. José María Manzanares no tuvo fortuna en su primer toro, discreto de presentación, por la invalidez del toro y por las rachas del viento. Desde salida el toro perdía las manos y la lidia perfecta de Curro Javier motivó que el toro no se cayese. Otro Juan Pedro que fue pitado en el arrastre. Con el quinto, un toro con poca clase y que desarrolló algo de nobleza en el tercio de muleta. Gran tercio de banderillas de Curro Javier y Blazquez, y una gran lidia de Rafael Rosa. Con la muleta faena intermitente con toques de clase pero sin llegar a rematar. Sonó la música pero le faltó rotundidad y más ajusteEl toricantano Borja Jiménez - de blanco y oro como manda la tradición - tuvo un primer oponente invalido y falta de raza que le impidió el lucimiento en el toro de su alternativa. Apenas se picó y en la muleta predominó la voluntad y el cariño de su público ante un animal moribundo y sin alma. ¡Bienvenido Borja a la realidad del toro bravo!. Con la espada se eternizó.Con el último, sus lances a la verónica tuvieron sabor y torería, y demostró valor y quietud ante un animal que se fue apagando. Su toreo de cercanías, con pasajes aceptables por el pitón derecho, su ilusión por agradar, y una certera estocada tuvieron el premio deseado, y una oreja le fue concedida por el Usía. Al final el festejo, Antonio Ruiz - padre de Espartaco -, y su hijo Juan, le han cortado la coleta a Juan Antonio Ruiz Román, que ha sido llevado a hombros por sus compañeros, Juan Jose Padilla, El Tato, Fermín Bohorquez, Ventura, Emlio Muñoz, Manuel Luque, y novilleros de las escuelas taurinas de Sevilla, para cruzar por última vez el umbral de la Puerta del Príncipe. Una despedida con final feliz.Foto: Pérez@larcón