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El pasado año, el polifacético artista Jesús María Cormán (Pasaia, 1966) reveló que durante trece años ha usado el nombre de Jesús Mansé como alter ego artístico. Hace una semana, el creador presentó en la sala Kutxa Boulevard la exposición Voluntad de hielo , en la que exhibe hasta el 7 de septiembre 37 pinturas firmadas con ese seudónimo. Incluye creaciones de los últimos años y una docena de cuadros nuevos, siempre protagonizados por un paisaje de corte gélido: desde la desnudez fría de las playas del litoral Cantábrico a la gallega costa Da Morte, pasando por el Atlántico andaluz e incluso por los paisajes montañosos de Navarra en los que la niebla domina el lienzo.
¿De dónde surge el título, 'Voluntad de hielo'?
-Es el título de uno de los cuadros con los que termina la exposición. En general, todos transmiten bajas temperaturas, los propios cuadros tienen una voluntad de ir en pos del frío, no se ven cielos azules ni lugares soleados.
¿Por qué esa imagen gélida?
-Los cuadros conectan con la forma de ser de cada artista. No me considero una persona fría, pero creo que de esta manera se acentúa mejor la expresividad. Parece que todas las emociones tienen que pasar a través del calor, la pasión o la fogosidad, pero yo no lo veo así. De hecho, tengo un poemario de poesía erótica que se titula Bajo cero .
¿Qué busca transmitir con sus pinturas?
-En principio no tengo una ambición. Intento pintar de manera natural, según me sale, y así es como consigo buenos resultados. El verdadero cuadro es el recorrido desde que empiezas y hasta que lo acabas.
¿Por qué evita la presencia del ser humano en sus obras?
-Mis cuadros, de manera consciente, tienen un punto de soledad, silencio y tranquilidad. La ausencia del ser humano en el lienzo nos deja delante de una naturaleza pura, libre y sin condicionantes.
En la exposición tiene algún cuadro de Donostia. ¿Le gusta pintar lugares conocidos?
-No es casualidad que haya pintado uno de los paisajes más emblemáticos de la ciudad pero no quiero caer en lo tópico. Quiero que aquí se venga a ver una exposición de pintura, no una exposición de postales de la ciudad. Trato de que el espectador se olvide de cuál es la playa que pinto y para ello pongo títulos que inviten a la reflexión.
¿Por qué creó a su alter ego, Jesús Mansé?
-En el año 2000 me planteé la posibilidad de si realmente era viable que yo me dedicase al arte. Dar vida a Mansé fue un reto para mí, quería que nadie supiese que era yo y comprobar si el trabajo que hacía podía valerse por sí mismo. Lo dejé crecer hasta el año pasado y fue entonces cuando hice publico que Jesús Mansé era yo.
¿Cómo lo ha mantenido en secreto?
-Cuando he expuesto fuera de aquí ha sido fácil porque no me conocían, pero algunas veces ha sido complicado ocultarlo. Lo que más me satisface es que los cuadros de Mansé hayan llegado al público sin necesidad de que mi nombre los respaldase.
¿Cómo ha reaccionado el mundo del arte ante esta doble cara?
-Hasta lo que me ha llegado a mí bastante bien. En la literatura ha habido heterónimos toda la vida. ¿Por qué en el arte no podía ocurrir? A veces somos tan cerrados de mira que la cosa más natural del mundo nos parece una aberración.
¿Cuál es la diferencia entre Jesús María Cormán y Jesús Mansé?
-Hay muchas diferencias entre los dos artistas, pero evidentemente soy la misma persona. Los gustos y la forma de entender el arte son parecidos. Cuando firmo como Mansé hago cuadros casi realistas y utilizo el óleo sobre lienzo. Sin embargo, cuando trabajo como Cormán soy un pintor abstracto y pinto con acrílico. No tienen nada que ver.
¿Qué puede ofrecer esta exposición a quienes ya conocen su obra?
-En esta exposición hay cuadros más personales. El tema de las nieblas me interesa mucho porque es un elemento tan fugaz y tan inestable que altera la perfección del paisaje en cuestión de segundos.
Muchos de los paisajes que pinta están relacionados con el mar. ¿Ha aprovechado para pintar las gigantes olas que han azotado la capital durante el invierno?
-He nacido en Pasaia, estoy acostumbrado a ver todos los días el mar. Los temporales han sido tan grandes que me es imposible meterlas en el lienzo, prefiero olas que se dominen mejor. (Risas)
¿Qué le aportan la pintura y la música?
-Me he dedicado durante 20 años a escribir canciones pero últimamente lo tengo muy abandonado. Para componer la letra de una canción me dan una melodía llena de patrones con una estructura cerrada. Te tienes que ajustar a lo que te dan desde fuera. En cambio, la pintura y la literatura te ofrecen libertad absoluta.
¿En los poemas trata de ser más cálido que en los cuadros?
-Soy de piñón fijo. Tanto en mis pinturas como mis poemas no me gusta ser demasiado expresivo. Si hay 100 personas escuchando una canción, me gusta que haya 100 versiones diferentes.
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-El Arte de Divertirse-