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Africa, continente rico, pero explotado por occidente y las multinacionales

31/05/2019 10:23 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Se está robando la riqueza a la gente de África mediante un proceso que permite que una pequeña minoría de africanos se enriquezca dejando que la riqueza salga de África.Son los que controlan los paraísos fiscales y la multinacionales

 

África es un continente rico, pero no lo son los africanos. Níger es un país rico en uranio, el combustible de las centrales nucleares; la República Democrática del Congo lo es en casiterita, de la que se extrae el estaño, y también en oro, cobre y diamantes, al igual que lo son la República Centroafricana y Chad y Sierra Leona. Estos países son ricos en recursos, pero, son los menos desarrollados del mundo, últimos cinco en un ranking de 187 estados. Y no son excepciones: África sitúa a 38 países entre los 50 menos desarrollados del globo.

La mayoría de los países africanos son ricos, pero sus riquezas no mejoran la vida de sus pueblos, no llegan hasta ellos: se pierden entre las élites locales, los señores de la guerra encabezados por Estados Unidos y las multinacionales mineras.

África ha sido históricamente el continente más maltratado. Desde hace siglos y a través de diferentes etapas y prácticas (esclavitud, colonialismo, Guerra Fría, globalización neoliberal) las sociedades africanas han conocido de forma sistemática la explotación y utilización de sus recursos y personas. Tal y como reconocen la mayoría de historiadores y analistas del tema, esta dinámica ha sido fruto de la constante expansión capitalista, de los intereses occidentales hacia el continente, y de la connivencia mostrada por las élites africanas.

 

Según el Índice de Desarrollo Humano, son las comunidades menos desarrolladas del mundo, las últimas en un ranking de esos  casi 200 estados. La mayoría de esos paises son ricos, pero sus riquezas no mejoran la vida de sus ciudadanos porque no llegan hasta ellos que siguen pobres: se pierden en el camino entre gente y organizaciones poderosas. Algunas ONG, políticos y diplomáticos resumen este expolio como la Maldición de los Recursos Naturales, una especie de mancha que afecta a los países que tienen los suelos más fértiles y los mares más ricos. Para Miguel Ángel Prieto Vaz, miembro de la ONG Justicia y Paz de Barcelona, se trata de "una explicación simplista, casi mitológica. Para Noruega la maldición del petróleo no existe, pero sí para el Congo". El problema no tiene tanto que ver con las riquezas disponibles como con el modo de como administrar dichas riquezas: "Las instituciones que gestionan lo público no están bien asentadas. En muchos países africanos encontramos que no hay una vinculación entre la población y la institución política, y esto favorece el expolio".

 

En la era de la globalización, África sufre lo que se denominado como  la “maldición de la Naturaleza”. Ciertamente, África es una tierra rica en todo tipo de recursos naturales y minerales: el continente posee el 99% de las reservas mundiales de cromo, el 85% de las de platino, el 70% de las de tantalita, el 68% de cobalto o el 54% de las de oro. También tiene reservas significativas de petróleo y de gas, siendo Nigeria o Libia dos de los principales productores mundiales, con notables depósitos de madera, diamantes o bauxita.

 

 Sin embargo, el gran drama africano, es que estos recursos y la presencia de empresas multinacionales, no son una fuente de bienestar y desarrollo para los pueblos africanos, sino que, al contrario, generan nuevas dinámicas de explotación, tienen un extraordinario impacto ambiental o perpetúan y alimentan un gran número de conflictos armados.

 

Existen algunos ejemplos de esos principios: en la República Democrática del Congo, país donde desde finales de los noventa estalló la que ha sido bautizada como la “Primera Guerra Mundial Africana” en que se calcula que han muerto como consecuencia directa o indirecta del conflicto armado más de cuatro millones de personas- un 4% menores- víctimas de armas modernas  o antiguas procedentes y en manos de ejércitos manipulados por empresas multinacionales; es aberrante. Las Naciones Unidas publicaron un informe en el año 2002(hace tres décadas) en el que denunciaban la implicación directa de multitud de empresas extranjeras con niños en sus ejércitos en el conflicto mismo o en la extracción de numerosos minerales, especialmente el coltan, básico para la fabricación de teléfonos móviles y otras tecnologías.Y hasta el cine ha explotado el tema. Pero nada.

 

Sólo de tarde en tarde la opinión pública  recibe información de tantas guerras olvidadas que, por desgracia, se libran en el mundo y sus secuelas de trabajo esclavo y libertad sexual, sin que la ONU ni otras organizaciones internacionales consigan encauzar y ni siquiera comprender  conflictos.

 

 Los de estas situaciones se pierden en la historia de las colonias como el antiguo Congo Belga y, sobre todo, de la demasiado rápida descolonización de los sesenta, una de las páginas más oscuras de la guerra fría, que alcanzó al Sahara. Actualmente, la República Democrática de Congo,   el nacimiento de una nueva nación independente manu militari es típico. Pero el gobierno relativamente estable en la capital Kinshasa, resulta compatible con la persistencia de acciones bélicas en una zona, ligada también al conflicto ruandés.

 

Los rebeldes del llamado M23 (movimiento del 23 de marzo) son especialmente crueles, implacables. Hace tiempo, cuando tomaron el control de la ciudad de Goma –capital regional de la rica región minera del Nord Kivu-, secuestraron a  mujeres y niños, a pesar de la proximidad de cascos azules de la ONU.

 

Fuentes de Naciones Unidas están persuadidas de que la ayuda más importante procede de Rwanda, y también de Uganda, aunque sus autoridades lo desmienten.

 

Los líderes del M23 son militares que, después de participar en un golpe anterior, se integraron en el ejército del Congo en 2009, tras los acuerdos de paz. Pero volvieron a alzarse en armas en la primavera de 2012, .

 

En el trasfondo de conflictos que no cesan desde hace al menos dos décadas, está la gran riqueza agrícola y minera de la región (oro, coltán, casiterita). Contra el gobierno de la República del Congo, atrae inmoderadamente a los diversos movimientos rebeldes y a los países limítrofes (Uganda, Rwanda, Burundi).

 

Lo más trágico del conflicto es la abundancia de “niños soldados”, basados partir de los secuestros realizados por los rebeldes. Ciertamente, todas las comparaciones son odiosas, pero a entender de periodistas y médicos, la ONU debería ser mucho más beligerante en la erradicación de esos abusos, tan criminales contra la humanidad como las armas químicas de Siria o la otra guerra de Yemen, auspiciada por Trump con armas compradas a España y otros países.Y liderada naturamente por Arabia Saudita.

 

 

No basta enviar a una región cascos azules como fuerza de interposición y publicar que esos mercenarios “controlan” la situación. Es preciso dotarles de una mayor capacidad o autoridad para que puedan tener una  intervención efectiva. Como lamentaba en el pasado el exministro de exteriores francés, Laurent Fabius, no se sostiene que la misión confiada a los 17.000 cascos azules desplegados, sea eficaz . Lo denuncian en el comunicado final de la asamblea plenaria de los obispos del Congo celebrada hace tiempo.

 

Menos mal que, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, habrían sido liberados en tres meses más de 550 niños de las milicias rebeldes que actúan en Katanga (al sureste), provincia tristemente famosa por la guerra civil de los sesenta.

 

 A pesar de que dicho informe de las Naciones Unidas(aunque ya vetusto)revelaba nombres y apellidos de muchas de estas empresas y de algunos de sus principales responsables, la impunidad ha sido hasta hoy la única respuesta.Nadie quiere mojarse: el agua africana contamina.

 

Otro caso es el de la empresa “Pfizer” en Nigeria. La multinacional farmacéutica fue acusada de contribuir a la muerte de once niños y de provocar daños graves a cerca de otros 200 como consecuencia de las pruebas para constatar la eficacia del medicamento Trovan. De hecho, el hecho inspiró a John Le Carré a escribir “El jardinero fiel”, que luego fue llevado al cine. Las autoridades del estado nigeriano de Kano llevaron a  la compañía a los tribunales en 2007, y aunque en un principio “Pfizer” alegó que las muertes fueron debidas a una epidemia de meningitis y no al medicamento, por fin aceptó pagar una indemnización de 55 millones de euros para evitar el juicio, que para ellos era una limosna.

 

En el Delta del Níger (también en Nigeria), la conocida petrolera anglo-holandesa Shell aceptó pagar una indemnización de once millones de euros a los familiares de los nueve activistas de la etnia Ogoni liderados por el poeta Ken Saro Wiwa. Estos activistas fueron ejecutados en 1995 por el dictador Sani Abacha por denunciar la contaminación que la compañía estaba produciendo enlas fuentes de toda la región. Shell evitaba así sentarse ante un tribunal y justificar las denuncias que aseguraban que había armado a los soldados encargados de reprimir las protestas populares contra la acción de la compañía.Otra propina.

 

Otros muchos nombres son también conocidos: la compañía diamantífera De Beers involucrada en la guerra de Sierra Leona, la presencia de Nestlé con la explotación del cacao en Costa de Marfil, las complicidades de las petroleras en los conflictos en Sudán o Angola, la rapiña de la industria  maderera en Liberia (se calcula que  ha talado hasta el momento el 30% de sus bosques tropicales para explotar la madera del país para exportarla sobre todo a Europa y Estados Unidos), y un largo etcétera. Compite Liberia con las asiáticas Birmania y Tailandia, regidas por los militares que saben talar. Últimamente, muchos denuncian la explotación  en África no sólo de los occidentales sino de China (que busca nuevos territorios y espacios donde poder crecer).China parece estar realizando la compra indiscriminada de tierras africanas para la explotación agrícola o industrial, utilizando la mano de obra barata de los africanos, mayores y niños, sin ningún tipo de control sobre los desastrosos impactos sobre el medio humano y ambiental.

 

El panorama es dramático y la ausencia y vulneración de los derechos humanos es flagrante. En ausencia de la ONU, en estos últimos años, numeras organizaciones y movimientos sociales y ecológicos, internacionales y africanos, han logrado articular algunas iniciativas para poner freno a esta dinámica. El “Proceso de Kimberley”, que trataba de regular la procedencia de diamantes de zonas de conflicto, o la emergencia de algunos códigos de conducta para las empresas, no obstante, son más una anécdota válida, que un avance decisivo en materia de derechos fundamentales. Menos es nada.

 

 Hace meses, las Naciones Unidas han sugerido la posibilidad de crear un Tribunal Internacional que juzgue los crímenes de las empresas multinacionales que “se resisten a reconocer y asumir responsabilidades por los impactos de sus actividades y la vulneración de los derechos humanos y colectivos, ““en especial de los niños””. Una propuesta vigorosa de gobiernos occidentales podría suponer un primer paso hacia el fin de la impunidad de estas compañías y la injusticia social en el continente africano. Pero Occidente prefiere ”laisser faire”

 

África es rica, en su potencial abundancia de minerales, en trabajadores cualificados, en nuevos negocios en auge y en biodiversidad. Su gente debería tener éxito y sus economías deberían prosperar, pero muchos de los que viven en los 48 países del África subsahariana siguen atrapados por la pobreza, mientras las personas de fuera del continente extraen gran parte de su riqueza.

La investigación  recogida en este informe calcula la circulación de recursos financieros que entra y sale de África y algunos de los costes clave que el resto del mundo impone sobre África. El resultado obtenido es que los países de África son en su conjunto acreedores netos del resto del mundo por valor de 41.300 millones de dólares en 2015 . Por tanto, hay mucha más riqueza dejando al continente más pobre del mundo que la que ingresa.

 

En 2015, los países de África recibieron 161.600 millones de dólares, en su mayoría mediante créditos, remesas de particulares y ayuda en forma de donaciones. Pero… 203.000 millones salieron de África, tanto de manera directa (mediante la repatriación de los beneficios de las grandes corporaciones y el el traslado ilegal de dinero fuera del continente, sobre todo) como indirecta, a causa de los costes que el resto del mundo impone por el cambio climático.

--Los países africanos reciben aproximadamente unos 19.000 millones de dólares de ayudas mediante donaciones, pero más de tres veces ese importe (68.000 millones de dólares), escapa en fuga de capitales, porque las compañías multinacionales manipulan de forma deliberada el valor de sus importaciones o exportaciones para pagar menos impuestos.

 

 --Aunque los africanos reciben remesas particulares del extranjero por valor de 31.000 millones de dólares, las empresas multinacionales que operan en el continente repatrían beneficios de regreso a sus países por un importe similar (32.000 millones de dólares) cada año.

--Los gobiernos africanos recibieron préstamos por valor de 32.800 millones de dólares en 2015, pero pagaron 18.000 millones de dólares en intereses de la deuda y pagos de capital, lo que resultó en el rápido crecimiento del nivel total de endeudamiento.

--Se calcula que las prácticas ilegales de explotación forestal, pesca y comercio de fauna y flora silvestre, sustraen cerca de 29.000 millones de dólares de África cada año.

 

El resto del mundo extrae los recursos de África de otras formas también, pero no existen cifras al respecto. Por ejemplo, las políticas comerciales dan como resultado que los bienes agrícolas sin procesar a menudo se exporten de países africanos para ser refinados en otros países, lo que causa que la mayor parte de su valor se obtenga fuera.

Los números demuestran que el resto del mundo se beneficia de la riqueza del continente, más incluso que la mayoría de sus habitantes, pero los gobiernos de los países ricos sencillamente cuentan a sus ciudadanos que los programas de cooperación están ayudando a África, aunque esto no sea más que una maniobra de distracción y un engaño.

El Banco Mundial afirma actualmente que “a medida que aumenta la proporción de riqueza nacional derivada de la extracción, empeoran los efectos sobre el desarrollo humano”

Nuestras cifras comprenden tanto el desplazamiento de recursos financieros como dos tipos de costes que el resto del mundo impone a los países africanos. En primer lugar, está el coste de que los países africanos se adapten al cambio climático (un proceso que ha sido causado en su mayor parte por los países ricos industrializados e industrializadores, no por África), que asciende a 10.600  millones de dólares al año. Y luego está el coste para África de mitigar el cambio climático (reorientar las economías africanas en una senda de bajas emisiones de carbono), consecuencia también de la necesidad de hacer frente al cambio climático, que supone un coste anual todavía mayor: 26.000  millones de dólares. Estos costes se incluyen aquí porque conllevan un gasto para África, una pérdida de recursos, en procesos que no son de su responsabilidad.

 

Es hora de replantear la situación

Sobre todo para los que aseguran que están ayudando a África. La prioridad primera debería ser: la de no hacer daño, porque en la actualidad se está causando mucho daño. En particular, se siguen robando miles de millones a los ciudadanos africanos con las insuficientes medidas globales para reducir la elusión de impuestos. El gobierno británico es particularmente responsable porque encabeza una enorme red de paraísos fiscales extranjeros (una descripción más apta de los cuales sería la de jurisdicciones secretas) que facilitan este desfalco, una situación que podría empeorar bastante después del Brexit. Otros países ricos tampoco colaboran para evitar la elusión fiscal que practican sus empresas multinacionales.

 

La segunda prioridad de las personas de fuera de África debería ser reconsiderar la ayuda para hacerla servir como reparación por la extracción continuada de riqueza y otros daños causados. La ayuda debería fijarse en relación con el daño causado, y dejar de ser una cantidad arbitraria disimulada en ‘generosidad’. Además, la redistribución de la riqueza es importante para cualquier sociedad porque sirve para abordar las injusticias y garantizar que todo el mundo pueda vivir una vida digna. Uno de los problemas actuales de la “ayuda” es que sitúa a los países occidentales como benevolentes benefactores que entregan su riqueza a los países pobres, cuando la realidad demuestra todo lo contrario. Como describió Jason Hickel, de la London School of Economics, la ayuda no existe en ningún sentido de la palabra, si tenemos en cuenta los flujos actuales de riqueza.

La extracción actual de la riqueza de los países pobres hacia los ricos es la continuación de una tendencia histórica. En su libro Capitalism and Colonial Production (Capitalismo y producción colonial), Hamza Alavi calcula que el flujo de recursos de India hacia el Reino Unido entre 1793 y 1803 fue de aproximadamente dos millones de libras al año, el equivalente de muchos miles de millones de hoy.. El teólogo británico Robert Beckford ofreció un cálculo aproximado que situaba en 7, 5 billones de libras la riqueza que el Reino Unido había sustraído a los países africanos mediante el tráfico de esclavos.

 

África rica, vive en la pobreza

 

África no es pobre. Aunque la población de África viven en la pobreza, el continente posee una riqueza considerable. Uno de los problemas principales es que el resto del mundo, sobre todo los países occidentales, extraen mucho más de lo que ingresan pero impulsan modelos económicos que promueven la pobreza y la desigualdad, a menudo en connivencia con las élites africanas.

 

África genera grandes cantidades de riqueza y, en algunos aspectos, es un continente en auge. Por ejemplo, las 500 empresas africanas más importantes registraron un volumen de negocios colectivo de 698.000 millones de dólares en 2014. En 2015, los países africanos exportaron al resto del mundo minerales y petróleo por valor de 232.000  millones de dólares. Por supuesto, el valor de las reservas minerales sobre el terreno es todavía mayor: el potencial de riqueza mineral de Sudáfrica se calcula aproximadamente en 2, 5 billones de  dólares y el valor las reservas minerales por descubrir en la República Democrática del Congo se calcula en la astronómica cifra de 24 billones de  dólares.

Estas cifras son muy elevadas, pero las razones que explican por qué la mayoría de las personas de África no se beneficia de ellas y por qué en realidad el actual modo de extracción de minerales conduce a un mayor empobrecimiento son diversas, entre ellas:

Cuando las empresas extranjeras exportan bienes primarios como por ejemplo los minerales de países africanos, a menudo estos gobiernos obtienen solo beneficios marginales, puesto que la recaudación tributaria que reciben de esas empresas es mínima. En sectores clave como la minería, el gas o el petróleo, las empresas tienden a pagar muy pocos impuestos o reciben incentivos fiscales que reducen la carga todavía más. En todo caso, las empresas saben cómo evitar con facilidad el pago de sus obligaciones tributarias utilizando prácticas de planificación fiscal a través de paraísos fiscales. Muchas de las políticas fiscales africanas son el resultado de las duraderas políticas de gobiernos occidentales que insisten en que África reduzca sus cargas fiscales para atraer inversión.

El dinero sale de África en parte porque la riqueza de África en recursos naturales sencillamente pertenece y es explotada por empresas extranjeras y privadas. Los gobiernos africanos solo tienen participaciones en una minoría de las inversiones extranjeras y, cuando las tienen, suelen ser pequeñas, por lo general en torno al 5-20%. Hace poco, un informe realizado por War on Want concluyó que 101 empresas que cotizan en la London Stock Exchange (Bolsa de Londres) controlan en África recursos declarados por valor de 1, 05 billones de  dólares en solo cinco productos básicos: petróleo, oro, diamantes, carbón y platino. Estas 101 empresas llevan a cabo operaciones mineras en 37 países africanos y son principalmente británicas, 59 de ellas constituidas en el Reino Unido. Sin embargo, unas 25 de las 101 empresas que cotizan en la LSE(London Stock Exchage) están constituidas en paraísos fiscales, fundamentalmente en las Islas Vírgenes Británicas, Guernesey y Jersey.

Por citar el ejemplo de un país, las cifras del Banco de la Reserva de Sudáfrica relativas a 2016 muestran cómo las empresas extranjeras sacan beneficios de Sudáfrica mucho más rápido de lo que reinvierten o de lo que las compañías nacionales traen de vuelta al país. El flujo de salida neto que se abonó a los propietarios de capital extranjero alcanzó los 174.000 millones de rands (11.900  millones de dólares) solo en el primer cuarto de 2016. Al caer los precios de los bienes primarios, las empresas multinacionales mineras como Lonmin, Anglo American y Glencore experimentaron una caída en el valor de sus acciones y estaban desesperadas por contentar a sus accionistas extranjeros, por lo que los dividendos de exportación aumentaron más rápido que los dividendos obtenidos en el extranjero de las empresas Sudafricanas. La liberalización de los controles de capital resulta en una casi nula capacidad de acción del gobierno de Sudáfrica para evitar este flujo de salida de capitales. 

Las empresas roban riqueza

Los 68.000 millones de dólares que se han hurtado a África usando flujos internacionales de capital ilícitos suponen aproximadamente el 6, 1% de todo el PIB del continente. Las empresas multinacionales están robando 48.200  millones de dólares solo con la facturación engañosa, según las cifras obtenidas por Global Financial Integrity . Anteriores investigaciones realizadas por la Comisión Económica de Naciones Unidas para África obtuvieron cifras similares: las empresas multinacionales robaron cerca de 40.000  millones de dólares al año de los países africanos usando una facturación comercial falsa en la década anterior a 2010.

Otro problema enorme es la compra de concesiones por parte de las empresas a falsos precios de saldo, con frecuencia vinculados a casos de corrupción y a paraísos fiscales. En 2013, el Africa Progress Panel y Global Witness examinaron cinco importantes operaciones de venta de derechos de explotación minera en la República Democrática del Congo, cuyos acuerdos incluían compañías registradas en las Islas Vírgenes Británicas. Descubrieron que las compañías pagaron al menos 1.360  millones de dólares por debajo del valor real de mercado (casi el doble de lo que DR Congo gasta cada año en sanidad y educación juntas).

 

Se está robando la riqueza a la gente de África mediante un proceso que permite que una pequeña minoría de africanos se enriquezca dejando que la riqueza salga de África.Son los que controlan los paraísos fiscales

. En este sentido, según un reciente informe sobre la riqueza de África, existen actualmente alrededor de 165.000 personas con alto poder adquisitivo en África, que acumulan en conjunto posesiones por valor de 860.000  millones de dólares.  En 2016, había 24 mil millonarios en África con una riqueza combinada de 80.000  millones de dólares. ¿Dónde guardan estas personasla mayoría de  su riqueza? En en paraísos fiscales secretos con una baja tributación, como por ejemplo las Islas del Canal, Suiza o el Reino Unido. Gabriel Zucman, un profesor de la London School of Economics, calculó en 2014 que los ricos de África acumulaban una cantidad que ascendía a 500.000 millones de dólares en paraísos fiscales, lo que equivaldría al 30% de toda la riqueza financiera de África. Como esta riqueza no paga impuestos, eso significa que las élites africanas han robado 15.000  millones de dólares de sus propios países, según el conservador cálculo de Zucman. 

La pobreza de los africanos normales y corrientes está infradiagnosticada y sigue aumentando, aunque el Banco Mundial diga otra cosa.. Por lo general, las cifras que se emplean son las del Banco Mundial, que afirma que el número actual de personas en situación de extrema pobreza ha subido a los 388 millones, en comparación con los 284 millones de 1990 (aunque el porcentaje ha disminuido, y ha pasado de 56% a 43%). Ladefinición de extrema pobreza del Banco Mundial como aquellas personas que viven con 1, 90 dólares al día o menos es engañosa porque alguien que vive con dos dólares al día es obvio que todavía es extremadamente pobre.casi ni vive. Tales umbrales de pobreza son problemáticos y arbitrarios en esencia, si se eleva el umbral, la escala de pobreza aumenta significativamente:

-- El Banco Mundial señala que un 67% de africanos vive con 3, 10 dólares al día o menos (cerca de 670 millones de personas).

-- El Banco Mundial también indicó en 2013 que un 65% de africanos vivía con 3, 10 dólares al día o menos (cerca de 615 millones de personas). Esto contrasta con los 500 millones de 1999, ya que según este cálculo el número de pobres en África ha aumentado hasta la fecha en más de 100 millones en el siglo XXI.

-- Otros cálculos sitúan la cifra en niveles mucho más elevados. Por ejemplo, el Banco de Desarrollo Africano calculó en 2011 que un 82% de africanos vivía con menos de 4 dólares al día (lo que equivaldría a más de 800 millones de personas).

El hecho de que la pobreza en África sea tan abrumadora, y siga creciendo, pone de manifiesto la urgencia con la que hay que actuar para revertir el sistema de extracción de la riqueza de África.

 

Hace falta tomar medidas urgentes

 

El principal reto es desmantelar el sistema que extrae la riqueza de África. Hace falta que las organizaciones de la sociedad civil africana presionen para introducir drásticamente cambios en sus países y que hagan lo mismo las de los países que permiten que se extraiga esta riqueza, como por ejemplo el Reino Unido. Las élites mundiales no tienen ningún interés personal en cambiar un sistema que les está beneficiando. Es crucial que las organizaciones de la sociedad civil hagan público el papel que desempeñan las empresas multinacionales y los gobiernos de los países del norte en el empobrecimiento de África, y que intensifiquen el trabajo de elaboración de coaliciones que acaben con la elusión fiscal y con otras injustas transferencias de recursos fuera de África.

He aquí una lista (no exhaustiva) de nueve políticas que podrían ayudar a invertir los flujos de recursos:

La economía de África ha crecido a un ritmo del 5% en los últimos años, pero la pobreza todavía está muy arraigada y sigue aumentando, lo que demuestra que los actuales modelos económicos de crecimiento no están por lo general beneficiando a los más pobres.Hay que promover políticas económicas que realmente conduzcan a un desarrollo equitativo. Durante décadas, los gobiernos occidentales han animado u obligado a los gobiernos africanos a que promuevan la liberalización y privatización del comercio y la inversión, como si la apertura de las economías fuese un fin en sí mismo. Estas políticas han enriquecido sobre todo a los inversores extranjeros, pero no han beneficiado apenas a los habitantes de África. Hay que permitir y y ayudar a que los gobiernos africanos puedan fomentar más modelos de desarrollo que: creen y redistribuyan la riqueza de manera justa, trabajos para los ciudadanos, promuevan el bienestar social, garanticen la progresión tributaria de los ricos y protejan los recursos naturales, los ecosistemas y los derechos y medios de vida de las comunidades que dependen de ellos. Las políticas económicas que apuestan por las empresas nacionales en lugar de por inversores extranjeros tienen más posibilidades de influir de forma positiva en el desarrollo. El este de Asia, que ha conseguido reducir los niveles de pobreza de forma drástica en las últimas décadas, lo hizo implementando una política clave que permitía la intervención del Estado en el fomento y desarrollo de las industrias nacionales. Con frecuencia, esto significaba imponer barreras comerciales proteccionistas que mantuvieran alejados a los competidores extranjeros hasta que las industrias fueran lo suficientemente fuertes como para competir en los mercados internacionales.

Hace falta un proceso internacional independiente que determine el grado de responsabilidad de cada país en la extracción de riqueza. Ese proceso debe incluir evaluaciones de todos los flujos de recursos que aparecen aquí e incluir los costes asociados de adaptarse y mitigar el cambio climático. Las organizaciones de la sociedad civil y académica podrían elaborar análisis de la transferencia de recursos entre sus países y el resto del mundo. Hay que avanzar en el desarrollo de un sistema internacional de ayudas que no se base en donaciones voluntarias, sino en reparar el daño causado.

Actualmente, una gran parte de la “ayuda” de los gobiernos occidentales, que aquí hemos considerado entradas, en realidad contribuye más a las salidas de África: pues se trata de ayudas que presionan para privatizar sectores clave (como los servicios públicos), para instaurar el libre comercio o una inversión privada sin restricciones puede dejar las economías a merced de una mayor explotación por parte de las empresas extranjeras. Si se pretende que la ayuda beneficie a África, tiene que desvincularse de los intereses empresariales de occidente y basarse en una lista de prioridades africanas negociadas mediante procesos abiertos en cada país. Para asegurarse de que funciona, el escrutinio sobre los programas de cooperación en el ámbito nacional e internacional tiene que ser mucho mayor.

Los gobiernos del norte y del sur deberían dejar de posponer la toma de medidas para abordar el problema de los paraísos fiscales. Ningún país debería consentir que operaran en sus países empresas con filiales en paraísos fiscales. Además, las bolsas de valores, como por ejemplo la de Londres, no deberían permitir que empresas cotizaran en ellas a menos que pudieran demostrar que sus estructuras no emplean paraísos fiscales y que pagan sus impuestos de manera justa en todos los países.

Pueden ser una buena fuente de financiación para realizar inversiones útiles, pero con mucha frecuencia se conceden de forma irresponsable. Se fomenta la irresponsabilidad entre las instituciones crediticias privadas porque cuando se produce una crisis de deuda, la respuesta del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones es prestar más dinero, lo que permite que se paguen los altos intereses a las instituciones crediticias privadas mientras la deuda sigue creciendo. Hacen falta leyes que garanticen que todos los préstamos a los gobiernos sean transparentes en el momento de concederse, sobre todo en los EE.UU. y el Reino Unido, bajo cuyas leyes se conceden el 90% de los préstamos internacionales a los gobiernos.  También habría que crear en el seno de las Naciones Unidas un proceso de reestructuración de la deuda transparente e independiente que exija a las instituciones crediticias la cancelación de la deuda cuando sea necesario. Este proceso recibió el apoyo de 136 países de la ONU en 2015, y solo seis países se opusieron: EE.UU., Reino Unido, Alemania, Japón, Canadá e Israel.

Hoy día, la existencia de una ‘maldición de los recursos’ recibe un amplio consenso: la paradoja, con algunas excepciones, según la cual los países con riqueza mineral, combustibles fósiles y recursos naturales no renovables en abundancia sufren democracias subdesarrolladas, un crecimiento económico más débil y peores efectos del desarrollo que los países con menores recursos naturales. Incluso el Banco Mundial afirma actualmente que “a medida que aumenta la proporción de riqueza nacional derivada de la extracción, empeoran los efectos sobre el desarrollo humano”. Algunos países están empezando a reconocerlo mediante cambios legislativos- Los gobiernos africanos deben conceder una menor prioridad al sector extractivo y centrarse en promover actividades económicas alternativas que favorezcan un crecimiento sostenible e inclusivo. Cuándo y dónde continúe la extracción, las empresas deberían ser obligadas a pagar una justa proporción de impuestos y los costes del efecto negativo que provocan.

El volumen actual de ayuda financiera prometida a África para que pueda adaptarse y mitigar el cambio climático es flagrantemente insuficiente y equivale a que África siga pagando por el deterioro medioambiental que provoca el resto del mundo. Los países ricos industrializados e industrializadores tienen que ponerse de acuerdo y ejecutar urgentes recortes vinculantes en sus emisiones, en línea con su contribución histórica al problema del cambio climático y con sus recursos a día de hoy, además de entregar la compensación económica tantas veces prometida a los países, como los de África, que han hecho tan poco para causar este problema.

Para que los países africanos puedan beneficiarse de la inversión extranjera y conservar los beneficios potenciales de estas operaciones en cada país, tienen que insistir en que las empresas contraten y formen a un gran porcentaje de su plantilla con habitantes del país y que compren una gran parte de sus bienes y servicios en el ámbito nacional. Para conseguirlo, hace falta legislar e implementar la legislación, asegurar que las empresas respetan las leyes y no confiar en las promesas voluntarias de las empresas.

En su lugar, tienen que hacer pública la realidad de las relaciones financieras de los países de occidente con África y centrarse menos en defender los programas de ayuda y más en abordar las causas reales de la pobreza y la desigualdad.

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Este análisis fue financiado por Global Justice Now y está basado en estudios anteriores realizados por Health Poverty Action y sus colaboradores. La investigación, ha sido realizada por Mark Curtis, del Curtis Research, y Tim Jones, de Jubilee Debt Campaign

 

 

 

 

 


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