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Lejano en la jungla se escuchan tambores Parecen ajenos, distantes, foráneos
Quizás el color de su piel los hace extraños
O el blanco de sus ojos, que esconden humanos
Su tierra perfecta, oscura y brillante
Exhibe colores múltiples como la luz distante
Del sol atrevido que les dio pigmento
Y que hizo de América un continente vasto.
Llena de riquezas debajo de su manto
Repleta de diamantes, tesoros codiciosos
Que atraen señores envueltos en realezas
Pero cuyas almas que anhelan grandezas
Miran a los hombres cual si fueran piezas.
El gran rompecabezas de los codiciosos
Que invocan sus dioses cual santos devotos
Ignora a los hombres de cuyos tambores
Condenan al blanco y a sus grandes loores
Pues debajo de su manto que se extiende cual alfombra
El llanto del niño se escucha y se nombra.
En todos los redobles de la Selva en su sombra
Que de noche salen mientras los hombres duermen
A pedir justicia por todos los niños que mueren
Cuyo pan se come en mesas ilustres
En salones lujosos de grandes señores
Que no escaparan del juicio ni de los tambores.
El cielo rojizo poniéndose esta, parece el fuego de la libertad
¿Descansarán los niños en la Selva de tanta maldad?
¿Cuando el fuego llegue al cruel opresor, que llevase su oro
Sus gemas, diamantes y su riqueza en flor?
¿O podrá el hombre blanco recapacitar ya,
Devolviendo al suelo toda su bondad?
No hay paz ni justicia mientras no hay verdad
No sirven los rezos, ni largos rosarios que engastados estan
Solo la justicia aquietará la ira y menguará el tambor
Del niño que en la selva llora y su desgracia implora
A la hora en que los mundos iluminan sus noches de estrellas
Mientras la tierra cae bajo el manto del olvido y cruel opresión.
Autor Carlos Polleé