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Argentina, Chile y Ecuador, una visión distinta al toque de cacerolas

08/11/2019 06:11 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Sebastián piñera, debe cruzar el pantano a solas, sobre él recae responsabilidades de violación de los DD.HH

Aventis

Población, alentando lo que podríamos llamar una mayor «demanda democrática», en el contexto de un mayor y mejor acceso a los propios derechos, a la información y al debate público. Esa expectativa no se vio acompañada, sin embargo, de una mejora institucional sustantiva que pudiera procesar las complejas contradicciones de las sociedades. Al mismo tiempo, las tasas de crecimiento registradas desde inicios de los 90 no generaron avances en la lucha contra la pobreza y la inequidad. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 1990 había en la región 200 millones de pobres y 93 millones de indigentes. Al terminar la década, en 1999, los pobres eran 211 millones y los indigentes, 89 millones. La pobreza, así, pasó de afectar a 48, 3% de la población en 1990 a afectar a 44% en 2002. Las graves carencias del modelo de desarrollo se hicieron evidentes. Los procesos democratizadores tuvieron un lógico efecto en las expectativas de la sociedad latina.

Pero, aunque la recuperación de la región parecía encaminada y los impulsores del modelo cantaban victoriosa, en la segunda mitad de la década del 90 la expansión terminó, y se inició un periodo de contracción que comenzó con el «efecto tequila» de 1994 y continuó con la «crisis asiática» que estalló en Tailandia. Como señala Aaron Tornell, estas dos crisis tuvieron muchos elementos en común: notablemente, el hecho de que el contagio se dio sobre todo en los países en desarrollo y afectó especialmente a aquellos con escasas reservas internacionales, un sistema financiero frágil y una moneda sobrevaluada.

En los pocos años que lleva el nuevo milenio, distintos desajustes se gestaron en el mundo. El principal foco de estos desequilibrios fue Estados Unidos. Uno de ellos es el déficit fiscal, una costumbre histórica de ese país que solo pareció superarse durante los últimos años de la era Clinton. Bajo el gobierno de George W. Bush, estos avances se frenaron, y ya en 2003 EEUU registraba un déficit récord de 377.600 millones de dólares. En 2004, Bush superó su marca del año anterior, con un déficit de 412.700 millones. En 2008 fue de 454.800 millones.

Es precisamente en el exceso de liquidez de EEUU donde reside uno de los grandes factores generadores de la crisis y recesión actual. El nivel de las tasas de interés fue determinante para ello. La Reserva Federal estadounidense aplicó, bajo la conducción de Alan Greenspan, una ambiciosa política de reducción de la tasa de interés. El acceso al crédito aumentó. En estas circunstancias, el capital financiero rápidamente necesitó nuevos destinos y fue colocándose en negocios cada vez más riesgosos. Una de las tantas burbujas creadas se presentó, como se sabe, en el sector inmobiliario: el capital financiero se extendió a personas con mayor riesgo de no pago, lo que se tradujo en hipotecas comercializadas en el mercado secundario

Debido a la gran conexión entre los sistemas financieros de los países desarrollados, este deterioro de los balances de las entidades afectó a Europa y a Japón en forma casi inmediata. Esta vez, entonces, no fue Asia, el tequila o el estatismo lo que generó la crisis latinoamericana, sino el sistema financiero del país más rico del mundo.

Como en las crisis anteriores, las remesas internacionales han demostrado actuar como una fuerza contracíclica. Esto significa que, a diferencia del capital especulativo, cuando las cosas van mal en el país de origen, el migrante tiende a hacer un esfuerzo adicional para poder brindar más ayuda a su familia, por lo que los envíos no caen en la misma proporción que la economía. Las remesas internacionales –un ingreso directo, sin intermediario, que llega a la clase media y a sectores pobres para el consumo inmediato– habían representado un ingreso para América Latina de 60.000 millones de dólares en 2007. Manuel Orozco, de Diálogo Interamericano, estima que la evolución de las remesas para la región latinoamericana durante 2009 se encontrará entre 0% y -3%; por su parte, el BM estima que, a escala mundial, decrecerán 0, 9%. Pese al estancamiento o la caída de las remesas, la reciente apreciación del dólar y la consiguiente depreciación de las monedas latinoamericanas hacen que, gracias al nuevo tipo de cambio, los montos, expresados en las monedas nacionales, sean más significativos para las familias.

La información disponible y la variedad de enfoques analíticos impiden generalizar una perspectiva para toda la región. Como se señaló, son las particularidades nacionales las que determinan el curso de los acontecimientos. En un contexto en que algunos países resultan más vulnerables que otros, el ámbito político tiene su propia dinámica: no necesariamente una crisis más profunda fortalece una tendencia al cambio de gobernantes.

La información disponible y la variedad de enfoques analíticos impiden generalizar una perspectiva para toda la región. Como se señaló, son las particularidades nacionales las que determinan el curso de los acontecimientos. En un contexto en que algunos países resultan más vulnerables que otros, el ámbito político tiene su propia dinámica: no necesariamente una crisis más profunda fortalece una tendencia al cambio de gobernantes.

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Si nos atenemos a la lógica pendular recurrente en la historia política latinoamericana, todo indicaría que la opción política en desgaste tendería a ser desplazada por una corriente opuesta. Así, casi de manera inercial, a una opción de «izquierda» debería sucederla una de derecha, y viceversa. Pero, como se señaló, un impacto severo de la crisis no significa necesariamente el desgaste automático de quien esté en el poder. Las cosas son más complicadas, y todo dependerá de qué se haga –o se deje de hacer– desde el gobierno, y de lo que hagan las corrientes opositoras.

De cara a los procesos electorales de los próximos años, esto se traduce, grosso modo, en dos grupos de países: aquellos en los que la corriente hoy en el poder no se ve amenazada en el corto plazo, y aquellos en los que la dinámica política interna parecería derivar en un ascenso de la oposición.

De cara a los procesos electorales de los próximos años, esto se traduce, grosso modo, en dos grupos de países: aquellos en los que la corriente hoy en el poder no se ve amenazada en el corto plazo, y aquellos en los que la dinámica política interna parecería derivar en un ascenso de la oposición.

En una cuenta pública, el presidente Piñera señaló que “estamos observando un deterioro en la calidad de la política y un debilitamiento de algunas de nuestras instituciones fundamentales”. Por esto señaló que convocaba a un nuevo Acuerdo Nacional “para mejorar y fortalecer la calidad de nuestra política y de las instituciones republicanas, con el propósito de fortalecer y renovar la confianza de la ciudadanía en ellas”, encomendado al ministro del Interior iniciar las conversaciones para acordar e implementar las medidas administrativas y proyectos de ley necesarios.

“Ha muerto el liberalismo!”. La sentencia se lanzó en el 2008, cuando se derrumbó la economía mundial. Los teóricos responsabilizaron del hundimiento del aparato financiero al sistema impuesto por Margaret Thatcher, desde Gran Bretaña, y George Bush, desde Estados Unidos, en la década de 1980, y previeron que no sobreviviría a los daños que había causado.  No obstante, resistió y todo parece indicar que se fortaleció, a tal punto que hoy, a raíz de la crisis en Chile, se reitera a viva voz la sentencia: “¡Ha muerto el liberalismo!”.

Entre las décadas de 1950 y 1970, el mundo tuvo un crecimiento promedio de alrededor de 5% anual, impulsado por la inyección económica que Estados Unidos aplicó en Europa y Japón, devastados por la Segunda Guerra Mundial. El período fue de prosperidad, no se generaron crisis económicas ni financieras. Pero llegaron los constantes aprietos financieros, el desempleo creció, el endeudamiento externo se multiplicó, y ahora casi la mitad de la población mundial vive con menos de 5.50 dólares al día y el hambre afecta a una de cada nueve personas en el mundo.

En ese feo escenario, cómo fue posible que la economía de Chile creciera y otorgara a sus habitantes un ingreso per cápita de 20, 000 dólares, superior al que existe en el Perú o al de cualquier otro país del continente y que la pobreza solo alcance al 8% de su población. El sistema tiene imperfecciones, porque si no fuera así, hoy no estaríamos ante violentas manifestaciones de descontento social.

Y ante la sentencia “¡Ha muerto el liberalismo!”, bien valdría preguntarnos si seremos capaces de transformar el sistema o si este resistirá, como ha sucedido hasta ahora. Capaz, en una década más se repetirá: “¡Ha muerto el liberalismo!”.

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Sobre esta noticia

Autor:
Emiro Vera Suárez (2240 noticias)
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Opinión
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