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Los cafés de la Belle Époque

29/12/2014 22:10 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Llamamos Belle Époque al periodo de la historia europea que va de1880 a 1914

Llamamos Belle Époque al periodo de la historia europea que va de1880 a 1914. Sirvió de marco a las primeras reivindicaciones feministas, al esplendor de las artes decorativas y, sobre todo, a movimientos pictóricos como el postimpresionismo y el simbolismo. Fue una época de paz que proyectó sus mejores momentos en Múnich, Viena y París. En muchos sentidos, se asocia a la bohemia, ese estilo de vida que iba al parejo del relajamiento de la moral y las costumbres.

Los Movimientos artísticos no se gestaban en los talleres o estudios sino en dos lugares insospechados: los cabarets y los cafés. En París, en el célebre Chat Noir, que competía con el Molin Rouge, Henri de Toulouse-Lautrec encontró la inspiración suficiente para retratar la belleza efímera de las coristas y bailarinas. Los asistentes al Divan Japonaise, al Moulin dela Galetteo al Elysée Montmartre se entregaban con desenfado al gran escándalo musical: el can-can. Mientras tanto, los cafés prosperaban en los bulevares de Rochechouart, Montparnasse y Clichy. París, escribiría el novelista estadounidense Ernst Hemingway muchos años después, era una fiesta.

Empecemos por La Rotonde. Nacidoen 1911, cuando la Belle Époque no imaginaba que su fin estaba próximo, exhibía un raro ambiente de elegancia y desparpajo. La leyenda cuenta que Amedeo Modigliani pasaba ahí largas horas sentado a la mesa y que era tan pobre que ofrecía sus dibujos a cambio de una taza de café.La Closerie des Lilas, que hoy resulta accesible a unos pocos, fue el segundo hogar de Guillaume Apollinaire, quien revolucionó la poesía al sostener que la disciplina estaba por encima de la inspiración y que debía abrirse a las expresiones “del mal gusto”. Como Picasso, otro cliente asiduo antes de que llegara al cubismo, creía que la fealdad era “un signo de la lucha del creador por decir algo nuevo de una manera nueva”.

En Viena, los cafés eran inconcebibles sin la música, la literatura, el psicoanálisis y hasta la política. A fines del siglo XIX y principios del XX, en el salón de estilo renacentista del Café Central podía verse a Leon Trotsky —uno de los artífices de la revolución rusa de 1917— jugando ajedrez, al novelista Arthur Schnitzler —uno de los primeros en ensayar la técnica del monólogo interior— y a un joven médico que pondría en entredicho las bases de la psicología clínica: Sigmund Freud. Del Café Central, el escritor Alfred Polgar dijo alguna vez: “No es una cafetería como el resto de las cafeterías sino una forma de ver el mundo”.

Ese mundo se derrumbó cuando estalló la I Guerra Mundial en julio de 1914. La Europa refinada, la Europa de las grandes ideas, la Europa que se rendía ante el arte mientras bebía una taza de buen café, despertó de su sueño de bonanza para mirar por primera vez el rostro del verdadero horror.


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Autor:
Albertoade (178 noticias)
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Reportaje
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