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Con la reciente intervención de Cajasur, y sin querer pecar de oportunismo, nos vuelven a la mente otros agujeros financieros en los que la cúspide eclesiástica se ha visto involucrada. Evidentemente no hablamos de la totalidad de la institución, ni de las muchas personas que cumplen una función social muy necesaria y que en muchos casos, prestan ayuda de forma desinteresada a los más desfavorecidos, pero si, desde fuera, y desde dentro, se debería hacer una profunda reflexión de la realidad y de la imagen que pretenden proyectar a la sociedad.
La primera pregunta es si la iglesia como tal debería tener posesiones que no fueran las estrictamente necesarias para desarrollar su actividad, aceptando también en ese apartado valores artísticos o culturales (obviamente no nos cuestionamos que la capilla Sixtina deba venderse, o toda la obra artística propiedad de la iglesia a lo largo y ancho del mundo).
La duda en cambio es si la iglesia como institución debe invertir en bolsa, en inmuebles, tener beneficios...No queremos entrar en la demagogia barata, pero si deberían reflexionar sobre el creciente desapego de las generaciones de 40 o menos edad hacia la institución, puesto que muchos de ellos se declaran creyentes en la fe, pero no en la institución, luego esa reflexión creemos que es totalmente necesaria.
No se puede tener una emisora de radio, inversiones en múltiples ámbitos, y por otro lado, pedir aportaciones a los contribuyentes (0, 7%), considerando además que en el estado español reciben subvenciones directamente del estado, quien también asume el pago de los profesores de religión.
Por tanto, debe la cúpula religiosa reafirmar ese voto de pobreza haciendo públicas las inversiones de la iglesia favoreciendo la transparencia total??
Seguramente este sea uno de los problemas menos importantes para la iglesia, pero en el momento en que realicen una catarsis general, deberán incluir aspectos como este en sus reflexiones si quieren recuperar la buena imagen ante la opinión pública "neutral".