Texto aparecido en el salón, escrito con resina y agujas de pino:

Dentro de cuatro días van a deshacerse de mí sin remordimientos, pero antes quiero denunciar aquí las sevicias que sufrimos yo y mis congéneres.

Pido que se le exijan explicaciones a esas ONG que dicen defender causas justas y que se olvidan de tantos a los que nos sacrifican, sin una voz que nos proteja.

Me arrancaron de mi mundo violentamente y me llevaron atado a un lugar extraño de calor sofocante. Pero, en contra de la crueldad que esperaba, me pusieron en un lugar de honor y hasta me rodearon de regalos. Me preguntaba el por qué de tanta atención si mi secuestro había sido horriblemente traumático.

Muy a mi pesar, la familia estaba feliz conmigo, pero yo me iba consumiendo por dentro, perdiendo mi color. Amo, necesito la naturaleza, el rocío mañanero, la luz del sol y no puedo vivir aprisionado fuera de mi medio.

Han pasado los días y estoy mustio y amarillento, con una palidez cadavérica, aunque si me volvieran a mi lugar reviviría. Pero ya no les intereso y me van a destruir.

Me llamo Árbol de Navidad. Y ni Greenpeace, ni Amigos de la Tierra, ni Ecologistas en Acción denuncian el atentado ecológico que sufrimos millones de árboles como yo por copiar modas nórdicas.

Con excepción de la franja norte, España es mayoritariamente árida, y si se plantaran árboles, en lugar de destruirlos, este país sería más civilizado y de clima más dulce.