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Algo de frío, algo de nieve y algo de niebla. Fueron el trío de obsequios con los que nos recibió la humilde laguna de Tamajón. Desconocida hasta la fecha por los cinco que nos encontrábamos ayer en su orilla y apuesto que bastante frecuentada por los otros cinco que se encontraban en la margen enfrentada.
Fue entonces cuando los cantos de sirena empezaron a embaucarme, no sé si provenientes de mis circuitos neuronales o del maletero del coche. Hora de sacar el pepino, como le llamamos en familia, o la holoturia, como le apodé en este rincón.
Cinco cormoranes grandes ( Phalacrocorax carbo ) posados en unas ramas se hacían un hueco entre la débil niebla, aunque uno se cayera de la foto. Todos ellos, sin embargo, demasiado lejos. ¡Qué contrariedad! Si estuvieran más cerca. Dejándome llevar por el capricho, bordee la orilla dispuesto a romper el equilibrio del cinco frente al cinco.
No voy a negar que, hartos de mi presencia, volaron y se posaron, volaron y se volvieron a posar, y así varias veces sin que llegaran a reposar del todo. ¡Qué despliegue! ¡Qué exhibición! Parecía aviación militar. Más que Santa Ángela de Mérici se me antojaba el día del Pilar.
Finalmente, tomaron las de Villadiego y nosotros pusimos rumbo a Valverde de los Arroyos.