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Corona - vírica

27/12/2020 09:38 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Por más que el rey Felipe VI aproveche el mensaje navideño para rehabilitar a la casa real, la envolvente de impudor y corrupción que la acorrala, hace que la monarquía perdiese todo valor institucional, y que la república más que una opción sea la solución alternativa

Del griego gobierno de uno solo, la definición de su propio origen explícita sin ningún género de duda que la figura de la monarquía es en esencia la antítesis de la democracia, y lo es, porque su propia naturaleza hace que en si misma tenga en su carácter inmortal el principal problema político

Sin embargo en los tiempos que corren, el monarquismo europeo, por estrategia de continuidad se ha desprendido del absolutismo de tiempos pretéritos renunciando a su prerrogativas de antaño para acomodarse a la nueva modalidad de las Monarquías Parlamentarias, figura ideada por los ingleses en la que el Rey conserva exclusivamente un poder moderador y arbitral sobre las instituciones del Estado, y la máxima representación de la nación, es decir, cuando el monarca no gobierna, aun cuando sí reina.

De todos modos de las ocho monarquías parlamentarias existentes en Europa, la española es con diferencia la peor valorada de todas ellas, y lo es porque quien decidió restituir la continuidad de la saga borbónica no fue la herencia de sangre sino una determinación unilateral de Franco, quien designó a Juan Carlos de Borbón como su sucesor a través la Ley de Sucesión para posteriormente ser las cortes de aquel Régimen quienes aprobaran su proclamación como Rey. Siendo por ello que la actual monarquía es desde su instauración la legataria política de la dictadura franquista.

El establecimiento del nuevo Régimen Monárquico tras cuarenta años de franquismo represivo mas allá del tránsito plácido a la democracia que se nos estuvo vendiendo, fue ante todo una planificada función de travestismo político como pone de manifiesto la naturaleza totalitaria del cambio de jefe de Estado, pues que un dictador apoyado en su absolutismo y tiranía imponga a dedo a su sucesor, en términos de representatividad está falto de toda legitimidad ética y democrática por tratarse de una burda farsa donde se encubrieron verdades y se implementaron falsedades.

Que se nos cuente que con la Transición desapareció el franquismo del poder al ser reemplazado por las fuerzas democráticas surgidas tras las primeras elecciones no pasa de ser un leyenda para satisfacción de idiotas, pues la realidad por ser otra difiere en los sustancial de tal versión, porque lo cierto fue que en ningún momento existió vacío de poder, toda vez que los poderes políticos, económicos y militares, que por aquel entonces definían y configuraban la naturaleza del Estado, continuaron en manos de los franquistas y por aquello de guardar las formas solo desapareció testimonialmente la iconografía del antiguo régimen y la ostentación de su hegemonía.

Una monarquía cuestionada por su turbio enriquecimiento y continuos escándalos tiene agotado su recorrido, y por ello su continuidad resulta contraproducente para la estabilidad del país

Que la Monarquía sea herencia institucional del franquismo no es por casualidad, toda vez que la élite monárquica no dejó de conspirar contra la República desde el mismo instante en que se proclamó

Pero que la Monarquía sea herencia institucional del franquismo no es por casualidad, toda vez que la élite monárquica no dejó de conspirar contra la República desde el mismo instante en que se proclamó, hasta el extremo de ser uno de los puntales de la asonada franquista como lo confirma su adhesión al golpe de Estado. Y por si no fuera suficiente, para mayor implicación, decir que el propio Juan de Borbón se brindó de forma reiterada como voluntario del alzamiento.

Con tales lazos de relación resulta obvio que si la Monarquía hizo suya la herencia política de Franco, también resultara legataria de la sistémica corrupción del régimen, un factor de dependencia que lejos de favorecer que la ejemplaridad cívica fuese la norma de conducta de la jefatura del Estado, propició justo lo contrario, es decir su implicación en el deterioro de la política y del conjunto de nuestra arquitectura institucional, hasta el extremo que los casos sucedidos en los últimos meses hicieron que a la Casa Real se le acumulase el trabajo intentando desmentir ante los medios informativos errores y desaciertos atribuidos al Rey por sus escándalos y directas conexiones con actos de corrupción.

Hechos que hacen considerar más que nunca la apertura de una nueva etapa que suponga el relevo del modelo de Monarquía parlamentaria por otra de forma política republicana, pues si el único argumento de defensa para que la Corona mantenga su continuidad en nuestra sociedad es su utilidad a esta, sobrar decir que la perniciosa repercusión de sus actos y su carencia de ejemplaridad son razones sobradas para un cambio inaplazable del modelo de Estado.

Una monarquía cuestionada por su confuso enriquecimiento, sus escándalos y excesos tiene agotado su recorrido, y por ello su continuidad resulta contraproducente para la estabilidad del país, tal es así, que el hasta ahora intocable Rey y su familia perdieron la aureola de honestidad que tenían atribuida para convertirse en el principal objetivo de las críticas de una ciudadanía harta de sus desmanes y desenfrenos.

Cuando al engaño se le cae el disfraz y la realidad viene a delatar que tras la imagen perfecta e idílica de la familia real es la desestructuración quien marca la pauta, resulta patente que la normalidad de la monarquía constitucional que representan es un todo ficticio, pues la inestabilidad inferida hace que sea inútil y no sirva para nada; por cuanto el problema de imagen que actualmente arrastra la Corona ha derivado en una crisis irreversible que por responsabilidad política exige sin dilación su reemplazo por otro modelo sustitutorio de Estado


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Galdo Fonte (465 noticias)
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