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"Agallas" es un chapucero intento de crear cine negro a la española, género que da más miedo que comerse una docena de ostras color pistacho
Que con "REC" o "El orfanato" hayamos demostrado que podemos hacer cine de género no tiene necesariamente que ser sinónimo de que podemos manejar otras parcelas con la soltura de un Howard Hawks. Pero aquí somos así, nos crecemos y venimos arriba tan contentos. Esto del thriller mafioso sólo se le había dado bien a Enrique Urbizu y poco más, así que no conviene jugar con fuego. Pero se hace. Vaya que si se hace. Y luego pasa lo que pasa: que un par de funcionarios de RTVE se crean Tarantino (o Hitchcock, porque hasta salen ellos en plan cameo con frase) y nos endiñen un percebe repeinado a la gallega con pistolas disparando "dependes" y un argumento tan escurridizo como un pulpo recién pescado (el giro final del maletín es para lanzar la dentadura postiza a la pantalla). Pero no pasa nada, con tal de tener una escena sexual (seamos caballerosos y pasemos por alto las facultades físicas de la muchacha) y, sobre todo, a un ídolo mediático como Hugo Silva, que aquí consigue que Jordi Mollá quede a la altura de Laurence Olivier. Ah. y también canta el angelito, que renacentista es un rato. Otra cosa, o la misma, es el bueno de Carmelo Gómez, un De Niro con acentazo galaico que nos hace recordar que hace mucho, mucho tiempo, el dominical más vendido y chachi piruli le sacó en portada como "gran esperanza blanca del cine español". Por cierto, la chica que le acompañaba en el reportaje era... Ruth Gabriel. Sí que hace falta echarle agallas al asunto para intentar colarnos esta culebrilla.
Un ídolo mediático como Hugo Silva, que aquí consigue que Jordi Mollá quede a la altura de Laurence Olivier