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Siéntate frente a un espejo y espera...
Desde siempre había oído que si una persona tenía la paciencia (y el tiempo) suficiente para sentarse frente a un espejo y mirarse a sí misma fijamente, llegaba un momento en que tenía que desviar la vista porque afloraban sentimientos y sensaciones tan extrañas que obligaban a abandonar la experiencia.
Bueno, de mí diré que nunca he considerado ponerme frente a un espejo y mirarme fijamente, sin que me distraiga un lunar, algún pelito o una nueva arruga, pero..... siempre hay una primera vez.
Era uno de esos domingos bobos, en que luego de almorzar, se puso lluvioso, mi familia se quedó mirando tele en el salón y yo me escabullí hacia mi dormitorio, no sabiendo muy bien si dormir una siesta, mirar alguna peli o hacerme u n peeling frente al espejito doble con aumento.
Siéntate frente a un espejo y espera
Me decidí por esto último dado que mañana lunes tendría que estar mi cutis impecable, así que pasé a dar una revisión.
Sin darme cuenta me encontré sentada en los pies de la cama con el espejo de mano con aumento, levanté la mirada y me encontré a mí misma en el gran espejo de la cómoda. Y me quedé así....
Nos quedamos mirando fijamente, a veces guiñando, haciendo alguna moriqueta, mostrándonos la lengua, poniendo cara de susto, de alegría, de tristeza....de dolor...y los pensamientos vinieron solos....... volví a mi niñez a la época en que me encantaba caminar con un espejo delante mío y mirando a través de él hacia atrás, a mi casa de chica, ....cuando me invitaron por primera vez a bailar, cuando me hice la tinta en casa y por primera vez me ví rubia......y ví también en mis ojos los ojos de mi padre, los de mis hijos..... una sensación tibia, reconfortante, como una frazada que me abrigaba.
Cuando lo invisible es lo que importa
En esos momentos, entran mi hija y la perra al dormitorio, preguntando ¿ que hacés mami?