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Artículo publicado en www.redixit.com.
El constante flujo de información en las redes sociales sobre la catástrofe nuclear de Japón, evidencia que cualquier hecho noticioso es susceptible de ser tergiversado y cuestionado. Sobre todo si los medios de comunicación tradicionales, porque de masas ya tienen poco, optan por varias posturas claramente diferenciadas:
1) magnificar los hechos para hacer de ellos un uso sensacionalista.
2) suavizar la información para favorecer a los que dictan su línea editorial.
3) dar voz a los que han vivido el acontecimiento en carne propia.
Está claro que las dos primeras son las que echan por tierra cualquier intento de informar con rigurosidad a una sociedad que opta por buscar la noticia en Internet. ¿Y qué se encuentra? Realidad y ficción. Y digo ficción porque la imaginaria popular es muy dada a aprovechar estos grandes acontecimientos para captar la atención y hacerse notar; de ahí que la opulencia genere desinformación. Extraña dicotomía.
¿Qué hay de verdad en todo lo que está ocurriendo? Que la opinión pública cibernauta se opone a la energía nuclear. Una industria que es incapaz de prever desastres de esta índole pierde la credibilidad a pasos agigantados. Por mucho que físicos nucleares se esfuercen en la televisión por asegurar que es una fuente de energía limpia, cada vez que existe una fuga el mundo es contaminado por millones de partículas nocivas que desestabilizan su ya de por sí resquebrajado equilibrio.
Hablando a las claras: vivimos constantemente expuestos a una hecatombe. Y aunque suene sensacionalista quizás sea la única certeza en unas sociedades supeditadas a los intereses económicos de petrolíferas y plantas eléctricas, que frenan cualquier intento de desarrollar nuevas opciones energéticas. Si nos ceñimos estrictamente a lo acontecido en Chernóbil, por ejemplo, convivimos con un planeta enfermo, donde los cánceres se multiplican cada año, mientras que se gastan millones de euros en desarrollar tecnología espacial -quizás nos haga falta escapar cuando estemos en las últimas-. ¿Sabían que la nube radioactiva ucraniana dio tres veces la vuelta al mundo? Cierto es que el petróleo, gases o la propia electricidad emiten contaminación constantemente a la atmósfera, mientras que la producción normalizada de energía nuclear no. Pero esta última es totalmente incontrolable y su contaminación tarda millones de años- sí, como leen- en desaparecer.
Y si hablamos del silencio gubernamental para no alarmar las masas, apaga y vámonos. El espejismo de que ahora con las redes sociales nadie nos puede ocultar nada no hace sino cegarnos. Si en publicidad lo viral se vende como lo más, imagínense en la información. Antes era fácil engañarnos, ahora también, pero requiere más esfuerzo. A ningún gobierno le interesa que su ‘ pueblo’ se levante contra las centrales nucleares (que son de tiempos de maricastaña), ya que representan casi el 20% de su suministro energético. Son baratas, mucho más baratas que el petróleo árabe. Este último requiere de conflictos armados, mientras que el primero sólo necesita una estructura, metales y científicos entusiasmados -y más con la llamada ‘ crisis energética mundial‘-.
El coste humano en pro de un desarrollo económico es demasiado alto. Mucho más de lo que imaginan. Japón, a pesar de ser un país bastante más sensato que el resto, demuestra que cualquier tipo de accidente meteorológico o geológico pone en peligro a toda su población y al mundo entero. La propia Marie Curie, madre de la radioactividad, advirtió sobre el uso inadecuado de ésta. Falleció envuelta en un tormento de dolores, fruto de su incansable trabajo de campo. Imagínense lo que les espera a esos ‘ valientes’ , a los llamados liquidadores. Como los que abandonaron a su suerte en Chernóbil, después de haber salvado a la humanidad a cambio de dinero, librarse de la guerra o simplemente como un acto de generosidad. Fueron abandonados a su suerte; infelices que padecen mil tormentos tras la grave exposición radioactiva. Mejor no hablar de los que murieron pocos días después de la forma más terrible posible. Todo gracias a la energía nuclear, a ésa que denominan como energía limpia y que no empeora el calentamiento global (¿realmente les preocupa?).