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Cincuentenarios del juego sin hits ni carreras de Urbano Lugo padre ante Tiburones de La Guaira el 6 de enero de 1973 en estadio de la Universidad Central de Venezuela, primer juego sin hits ni carreras de un pitcher venezolano en la liga venezolana de beisbol profesional
Este día de Reyes se cumplieron cincuenta años del juego sin imparables ni carreras que Urbano Lugo padre lanzara ante Tiburones de La Guaira en enero de 1973. La hazaña ocurrió en aquel experimento que ideó la directiva de la liga venezolana de beisbol profesional para desarrollar nuevos peloteros criollos. Aunque fue una iniciativa válida, algunos la criticaron porque muchos de los peloteros que participaban en esos juegos no eran precisamente novatos, sino veteranos de varios años en la liga. Igual esos juegos sirvieron para que esos “veteranos” por fin tuvieran oportunidad de mostrar sus virtudes en un juego completo. A cincuenta años los caraquistas celebran el primer no-hitter de un pitcher venezolano en LVBP y cuando intentan pavonearse, los magallaneros recuerdan la gesta del novato Manuel Sarmiento el 22 de diciembre de 1972 al lanzar juego completo frente a los Leones en otro de esos juegos de “puros criollos” que además eran válidos para la clasificación.
El inicio de aquel juego Caracas-La Guaira me sorprendió en el porche justo cuando papá giraba encendía el motor de su Malibú -Chevelle anaranjado de dos puertas para viajar a Cumaná. En el radio sonaba una melodía muy pegajosa de la Billo´s “En la Navidades…canto con cariño…”, papá me preguntó por qué quería escuchar el beisbol si no jugaba Magallanes. Dije que me gustaba la manera de narrar de Delio Amado León y que tenía mucha curiosidad por aquellos juegos de “puros criollos”. Cuando el narrador hizo mención del juego sin hits ni carreras hacia el tercio final del mismo, papá me preguntó que era eso. No sabía como explicarle, había muchos términos mucha jerga beisbolera que él no entendería, sin embargo insistió y tuve que aventurarme. “Es como cuando en el futbol el portero pasa varios juegos sin permitir goles y logra implantar una marca de imbatibilidad. Cuando el pitcher logra atravesar los nueve innings sin que le bateen un imparable, ni le anoten carreras es como un portero infranqueable”.
Papá me miraba entre sonreído y extraviado, subió el volumen del radio y preguntó cuantos lanzamientos hacía el pitcher en un juego. A medida que nos acercábamos a Cumaná la voz de Delio Amado León pasaba de allegro, por períodos silentes, hasta la estridencia del tenor y la elocuencia de la ópera. Papá casi se ahogaba con el humo de cigarrillo y hasta se detuvo un minuto en las curvas de Los Ipures, parecía querer bajarse y darse varios manotazos de agua en el canal del regadío que avanzaba a un costado de la carretera. Un lanzamiento quebrado que rompió hacia la esquina de adentro hacía que Delio Amado aumentara su elogio hacia Urbano Lugo padre. Para el sexto episodio ya el Caracas ganaba 6-0. Papá me dijo que cambiara la emisora, “ese juego está fastidioso”, respondí que todavía Urbano Lugo estaba lanzando sin hits ni carreras. Respiró profundo y estiró los labios hasta que casi desaparecieron hacia la izquierda. Apenas el cátcher José Salas se había embasado por boleto en el quinto.
El Malibú empezó a corcovear en las rectas y los neumáticos traseros gemían en las curvas como en las películas de acción, cuando entrábamos a Cumaná entre las sombras de los cocoteros y el vapor del río Manzanares aderezado con esencias marinas, papá casi detiene el Malibú frente a la plaza Badaracco, Delio Amado León cantaba que Urbano Lugo había pitcheado un no hit no run. “¿Por qué tanto alboroto?” papá juntó los cinco dedos de la mano derecha en el más genuino gesto italiano. Me asomé desde el asiento trasero y casi susurrando le dije que ese tipo de juegos no se ve todos los días. Tan pronto como el Malibú se detuvo frente a la casa número 30 de la calle Ayacucho, saludé a mis abuelos y dije que iba a jugar con mis amigos. Corrí con toda la curiosidad de mis piernas hasta la esquina de la librería San Pablo, desde allí se escuchaba la algazara. En la esquina de la arepera 19 de abril los caraquistas hablaban del primer pitcher venezolano que lanza sin hits ni carreras en la liga de beisbol profesional.
“podrá ser el primer venezolano con un no hit no un y todo lo que quieran, pero yo me quedo con el juego que pitcheó el novato Manuel Sarmiento contra el Caracas el 22 de diciembre
Mientras se ampliaba la retahíla de logros, “solo le batearon trece roletazos, tres bombitos al cuadro, un globo a manos de Antonio Armas en el bosque izquierdo, recetó 10 ponches”, los magallaneros buscaron la primera pausa, “podrá ser el primer venezolano con un no hit no un y todo lo que quieran, pero yo me quedo con el juego que pitcheó el novato Manuel Sarmiento contra el Caracas el 22 de diciembre. Ante una alineación que tenía entre otros a Wilibaldo Quintana, Antonio Armas y Baudilio Díaz, y además el pitcher abridor del Caracas fue el mismo Urbano Lugo padre. Manuel Sarmiento, con solo 16 años, ponchó a 14 rivales, solo le hicieron una carrera (jonrón de Quintana en el cuarto inning), concedió un boleto, y aceptó siete imparables. Logró salir de una amenaza de tres hombres en base al dominar a Edgar Urbina con elevado a tercera base y ponchar a Virgilio Velásquez. Magallanes empató en el cierre del quinto mediante boleto a Victor Colina y sencillos de Rafael Cariel y Nelson Castellanos.
Los caraquistas reclamaron que no se podía comparar un juego sin hits ni carreras con otro de 14 ponches. Entonces saltó un guairista que había pedido una arepa de asadura con queso amarillo. “Es así señor, por eso fue que usted pasó más de tres semanas sin venir por aquí cuando Luis Tiant le metió no hit no run al Caracas hace un año”. El magallanero retomó la historia para decir que Orlando Reyes había conectado jonrón en el cierre del sexto y Colina anotó la tercera carrera de los Navegantes con triple del cátcher Edito Arteaga. “Así quedó el juego Magallanes 3, Caracas 1.”
En medio de los comentarios finales del juego, veía los movimientos de los vendedores de la arepera, algunos parecían una combinación de campocorto y segunda base, se pasaban las arepas por la espalda, lanzaban los cartones de chicha el chichero como sui fuera un disparo desde el jardín derecho, todo en medio de la jerga beisbolera y alguien desde el mostrador imitaba la vos del árbitro principal: “Out en la goma”. Sabía que había visto unas imágenes dificiles de repetir. Aunque ni por mi mente pasaba que esa arepera podía desaparecer, si sentía una especie de nostalgia soterrada, sospechaba que no habría más juegos de puros criollos válidos para la clasificación, ni Urbano Lugo padre lanzaría otro juego de esa magnitud, ni Manuel Sarmiento volvería a ponchar 14 bateadores en un juego. Ese atardecer me comí la arepa casi sin masticar ante la intensidad de las discusiones, los dueños de la arepera casi sacan a empelllones a caraquistas y magallaneros del local.