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Puedes ser John Malkovich durante 15 minutos
“- Lo ves, no es nada más que jugar con muñecos.
-Tienes razón querido, es mucho más. ¡Es jugar con la gente! “
En la surrealista, delirante y genial ópera prima de Spike Jonze, Craig es un titiritero callejero que se encuentra estancado artísticamente, la gente ya no le presta atención y piensa que su vida carece de sentido. Todo cambia radicalmente cuando encuentra un portal que le dirige directamente a la cabeza del actor John Malkovich, al que puede controlar como una marioneta más de su colección, pero sólo durante 15 minutos.
En el mundo actual donde vivimos, colmado de una ingente y talentosa oferta cultural, los artistas mediocres tienen a su disposición un portal que les dirige directamente a disfrutar esa fama efímera de 15 minutos que Andy Warhol presagiaba para todo el mundo. Ese portal se llama hoy en día “libertad de expresión”, omnipotente y todopoderosa que desplaza a las demás libertades y machaca el binomio derecho-obligación.
El mediocre ha de recurrir a la provocación, el insulto y la falta de respeto para disfrutar de sus 15 minutos, y la sociedad le ofrece su atajo más rápido. Ya sea con revistas autodenominadas satíricas donde la religión es una foto más grande que la diana a la que lanzan los dardos, ferias de arte igualmente autodenominadas contemporáneas, cocinando libros, desnudándose en televisión o debatiendo como cotorras para llegar al mismo punto en que comenzaron a discutir al final del programa. La mediocridad abunda y todo vale; sólo tienes que elegir la herramienta con la que llames la atención, si no te quieres quedar en el pelotón.
Los artistas mediocres tienen a su disposición un portal que les dirige directamente a disfrutar esa fama efímera de 15 minutos que Andy Warhol presagiaba para todo el mundo
Era el momento de los titiriteros y no podían perder su tren. Pero desconocían que el tren lo conducía la bruja protagonista de la obra. Esos que dan vueltas en círculos, mientras la bruja se esconde en la oscuridad, y cuando menos lo esperas, te golpea con un globo. Pero cuando el feriante pulsa el botón, la atracción finaliza y vuelves a la misma estación de salida.
Tenían los ingredientes perfectos para encontrar el portal, para cocinar su poción mediática: Religión, Riqueza, Estado y Ley. Era carnaval, y disfrazaron a sus muñecos con ellos. Después de un cuarto de hora, habían encontrado su portal particular. Movían los hilos y filmaban su propia película actuando y dirigiendo. Pero desconocían que desde arriba, dos de sus protagonistas, los originales Estado y Ley, mediocres secundarios, movían unos hilos más grandes todavía, jugando y manejando a sus anchas a dos de sus muñecos: los propios titiriteros.
Y después de estar 15 minutos en el cuerpo de John Malkovich, eras expulsado y aterrizabas en una autopista a las afueras de la gran urbe, la tierra de grandes oportunidades. Y Craig volvía corriendo para entrar de nuevo en el portal pensando cómo ganarse la vida ofreciendo a la gente su producto.