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Hoy en día el mal del periodista es la exaltación de su propio ego, incluso por encima de esa finalidad explícita que lleva consigo el periodismo: buscar la verdad y la noticia. Además, los medios de comunicación parecen sainetes barrocos cargados de excentricidades y malos vicios
A todos nos gusta sentirnos importantes. A mí, personalmente, me encanta hacer uso de mi buena retórica para alardear de mi capacidad comunicativa. Soy, a la vez, una persona humilde incapaz de sentirse superior a nadie por escribir un artículo con alguna que otra ocurrente metáfora.Me gustaría llegar a ser tan buena narradora como Delibes, capaz de convertirse en un escritor tan universal a pesar de su cariz regionalista ("acertó a pintar Castilla"). Desde luego, elegiría a Franciso Umbral como el mejor orfebre de la palabra escrita. Umbral supo hacer de la política y el costumbrismo español pura poesía.
Sin embargo, este artículo no tiene la finalidad de hacer una reseña literaria y periodística, puesto que para eso tendría que hablar de muchos otros a parte de Delibes y Umbral. Por ejemplo de Larra, que ya en su época vaticinó muchos de los problemas que asolan nuestros despertares.
La auténtica finalidad de mis palabras es promover una reflexión sobre el periodismo actual, tan anclado en la exageración y el sentimentalismo que a veces arranca de mí alguna que otra palabra baja. Como estudiante de periodismo, veo muchos intereses colisionados que llenan de oscurantismo la verdadera esencia de las cosa. En una de las asignaturas de la carrera había un tema llamado "La empresa periodística". En el capítulo veíamos que la empresa, principalmente, tiene la finalidad de lucrarse con una o varias de sus actividades. Sin embargo, cuando esta empresa tiene la capacidad de influir en las conductas humanas se pone de manifiesto la controvertida lucha entre lo correcto y lo meramente lucrativo, entre decir la verdad o firmar contratos publicitarios, entre ser buen periodista o ser menos bueno pero ganar más dinero. Es, al fin y al cabo, la controversia ética de la vida que también se puede aplicar a esta profesión nuestra (mía en un futuro).
Los medios de comunicación, en especial la televisión, se han convertido en un chorro de babas con payasadas varias y programas dirigidos a una audiencia bastante dirigida, sobre todo hacia el engaño. Gran Hermano y realitys por el estilo evidencian una sociedad aborregada y desprovista de todo sentido común. Internet supone la democratización de la información y la posibilidad de acceder a un mundo nuevo, donde cada uno elabora su propia parrilla. Claro está, también Internet tiene sus contras, como la abundancia de fuentes oficiosas o la llamada "brecha digital" que reabre la herida diferencial entre ricos y pobres.
Como última reflexión, es importante que la gente, en calidad de receptora de contenidos, clame por una información más veraz y más comprometida. Por parte de los periodistas, dejar un poco aparte el ego y la grandilocuencia y centrarse en ayudar a la gente, que para ser funcionario y trabajar de nueve a tres no había que haber estudiado esto tan puro que es cambiar el mundo mediante la palabra (o al menos intentarlo).