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Papel y responsabilidad de la clase política en la gestión de la crisis
La intención reiterada por el Gobierno de prolongar la cobertura por desempleo a los parados de larga duración y, en segunda instancia, la universalización de prestaciones, en menor cuantía, a todos los demandantes con independencia de su período de cotizaciones, se quedan en el día a día en exhibiciones mediáticas de mayor o menor rédito político pero de nula repercusión en las vidas reales de los que se devanan los sesos pensando en cómo van a llenar los platos en la mesa siquiera una vez al día. Cientos de miles de familias viven en la indignidad de sentirse al margen de la sociedad del bienestar. Muchos padres y madres con responsabilidad sobre unos hijos en edad de formación no pueden dormir con la obsesión de cómo aminorarles el impacto de no tener con qué hacer la compra diaria, pagar los recibos de la luz y el agua para poder seguir duchándose o ver la tele. Por descontado que, en esta nueva situación, pasan a categoría de prescindibles una legión de cosas nada extraordinarias que antes simplemente hacían de la vida algo normal y digno: bolígrafo y papel, el periódico y el postre de los domingos, una prenda rebajada, el champú anticaspa o el listerine, la crema de los zapatos, la ración de pan con cada comida, la visita al peluquero, las pilas del transistor, la llamada a un amigo, el par de cañas del fin de semana, la botella de tinto de la cena del sábado por la noche. Es que, además, se aplazan sine die cuestiones que inciden en la salud: un empaste, la graduación de los lentes, la toma de vitaminas o la pomada de los hemorroides. Hay muchos padres que se sienten indignos por no poder darle unos euros a sus hijos para el bocata del recreo, o para que tomen un refresco o una tapa cuando salen con amigos que sí pueden hacerlo. Los psiquiatras de seguro no tienen otro recurso rápido y a mano que atiborrar de pastillas a quienes tienen motivos reales para sentir primero rabia, luego pánico y por último depresión por una situación que ya viven con impotencia. A ella han llegado a menudo por la vía del despido, y abandonados a su suerte por un movimiento sindical anclado en discursos trasnochados y sin ideas acerca de cómo abordar desde la defensa del interés colectivo la cara oscura de la globalización. Otros muchos son víctimas de la cadena de insolvencia que ha atrapado a muchos emprendedores en una tela de impagados. Y en este país los emprendedores autosuficientes y autónomos han sufrido y siguen sufriendo como en ningún otro del mundo, y a pesar de todos los anuncios vendiendo humo de los gobiernos de izquierdas y derechas, la osadía de moverse para generar riqueza y trabajo. Finalmente, amplios sectores productivos soportados por personas físicas con muchas obligaciones tributarias y ninguna cobertura ante contingencias son ahogados por la industria transformadora y los intermediarios –en su mayoría de capital foráneo- que les imponen un pago de sus productos obtenidos en el único tramo de riesgos dentro de la cadena por debajo de los costes de producción. Fruto de esas prácticas de tiburoneo, cada día cierran en Galicia dos explotaciones ganaderas, mientras en los lineales se vende leche de los mismos grupos que estrangularon la viabilidad de las empresas locales con la sucesiva colaboración –cuando no a través de primas, como en el caso del gobierno de Fraga- de los Ejecutivos que reciben con todos los honores a Sarkozy, que sí trabaja con todos los instrumentos a favor de un proteccionismo para su industria.
el Gobierno, secularmente, lo han ejercido personas con espíritu de funcionarios adocenados
Veo una sociedad española en dificultades porque se está generando un desánimo y un ataque a la línea de flotación de la clase trabajadora y de los emprendedores del que va a costar recuperarse, con grandes secuelas. La clase política se pierde en discursos partidistas que denotan un desconocimiento de la profundidad de los problemas reales del ciudadano en el día a día, una carencia total de capacidad de gestión en entornos cambiantes y una mediocridad casi inverosímil en los cuadros que tienen que diagnosticar y tomar decisiones herencia del hecho de que el Gobierno, secularmente, lo han ejercido personas con espíritu de funcionarios adocenados que han visto primada su capacidad para ir ascendiendo sin prisas pero sin pausas en una carrera que les da seguridad, cuando se trata de moverse en un contexto tan incierto como el que sirve de medio y hábitat para la incertidumbre actual que nos concierne.
se está generando un desánimo y un ataque a la línea de flotación de la clase trabajadora y de los emprendedores del que va a costar recuperarse, con grandes secuelas