¿Será el vertiginoso viaje de la vida que me mantuvo abstraído a ese tic tac incesante? ¿O quizás su inexistencia se debe a mi manera de vivir que consiste en no medir el tiempo?

Hace tiempo que no me percataba de esas gotas que van cayendo vaciando la existencia. Recuerdo haberlo escuchado cuando era niño en la siesta de mi abuela. Como símbolo de un aburrimiento al que era sometido.

Pasaron tantos años, pasó la vida y no me he percatado que él siguiera allí. Con esos golpecitos sutiles, insaciables, que van marcando el tiempo y, no precisamente el que ha pasado, sino el que resta.

Me alegro de no haberte oído viejo guardián de las horas, que cual herrumbrado tren llevas en tu viaje las maletas listas de la muerte, para quienes se detienen demasiado en tu mágica sequedad. Mirando el ocaso cómo único destino.

Me transporté otra vez a mi mundo nuevo, de horas silenciosas, de viajes sin destinos. Creyendo que los sueños pueden más que los espejos, sabiendo que la vida no es tan solo un eco. Llevando en mi corazón el único latido, el que me da la vida, con mi particular sentido.

Carlos Polleé