¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Monbac escriba una noticia?
De cómo cautivar al público con un cine sincero sin efectismos
El erizo, estrenada en nuestras pantallas estos días es un ejemplo de cómo las piezas inteligentes prescinden de efectismos infantiles para cautivar al público. La película de Mona Achache, basada en la novela de Muriel Barbery, resuelve en un aristocrático edificio del París de principios de siglo, una trama con reminiscencias de cuento clásico, pero con mucha más enjundia. La sencillez de medios, por lo menos en lo que se refiere a la escasa gama de localizaciones -pisos, ascensor, escaleras, portería- llevan al público a concentrarse en los tres protagonistas, tres personajes cargados de misterio, que entrecruzan, o monoloreflexiones que rompen la cotidianidad de la casa de vecinos convencional. La solidez de los tres caracteres, la niña superdotada que filma, la portera sabia y autodidacta, y el elegante aristócrata japonés, confluyen en la contracorriente de tres vidas que están de vuelta de todo, y consiguen encajar sus soledades con sublime armonía. Pero si nos reímos con la superdotada de once años (Garance Le Guillermic) no podemos menos que rendirnos a la extraordinaria interpretación de la actriz y directora Josiane Balasko (La clienta, El felpudo maldito), cuyo atractivo reside en su fuerza interior y a una organicidad imprevisible. Una verdadera lección de teatro. Para no perdérsela. Si me paro en las protagonistas, es porque los otros personajes tienen un recorrido más breve, aunque responden a los ingredientes necesarios para que la trajicomedia funcione a la perfección.
El erizo, un ejemplo de cómo las piezas inteligentes prescinden de efectismos infantiles para cautivar al público. una trama con reminiscencias de cuento clásico, pero con mucha más enjundia