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Ahora soy yo el que le he pedido al autor de este blog la venia para escribir un articulo con motivo del fin de la feria de Almería. Gracias, Juan, por permitirme gastar unas municiones de última hora después de unos días en los que he seguido religiosamente el ciclo a través de tu cuaderno de bitácora, que muestra la realidad con pulso certero, con independencia y con rigor. El resultado artístico y el comportamiento del ganado, deduzco de tus crónicas ?junto al día que asistí-, han sido para olvidar. Tanto es así que la prestigiosa peña Círculo La Amistad ha declarado desierto el premio a la mejor faena, lo que describe con exactitud una feria en la que algunos han querido glorificar a Enrique Ponce ?a quien vi junto a Manzanares y Morante- por una tarde en la que entre él y sus toros cabían los antiguos Talgos que iban a Madrid. No se puede torear más despegado y, sin embargo, recibir mayores ovaciones de un público que aplaudía con el entusiasmo de quien cree resucitado a Manolete. Fue tan descarada, tan desvergonzada su manera de citar y pasarse a lejanísima distancia a sus astados, que más de uno debería de pasar por el oculista y hacer acto de contrición por los veniales pecados de ovacionar el destoreo y llamarle maestro por el día de autos. Me quedo, eso sí, con Perera, quien cuajó una seria y firme faena a una res mansa pero encastada de Charro de Llen. El video así lo muestra, aunque tengo mis dudas acerca de si el trasteo merecía las dos orejas. En todo caso, una actuación importante la suya. En fin, no puedo analizar lo que no he visto, pero sí lo que he leído en las crónicas, y en esto coinciden todas: las entradas al coso han sido paupérrimas, salvo la tarde de Ponce, Morante y Manzanares, en que se alcanzó los tres cuartos de plaza. No podemos quejarnos del empresario, Chopera, (no hablo del apartado torista, que es otra historia) quien ha realizado un esfuerzo publicitario más que notable. La cuestión urgentísima es: ¿el espectáculo taurino vale realmente tanto como dictan los inflamados precios de la taquilla? En absoluto. La fiesta, sobre todo en Almería, es carísima. Gastarte 67 euros en un tendido o 47 en una grada se me antoja una barbaridad en estos tiempos en los que, además de las estrecheces en las que viven cientos de familias, hay variadas alternativas realmente asequibles. En esta misma feria, acudí al concierto de Vetusta Morla, un fantástico grupo por cierto, y la entrada sólo costaba 20 euros.Alguien dirá que los costes de un espectáculo y otro no son lo mismo. Es cierto, pero el toreo debe hacer un ajuste considerable y los toreros bajar su caché para que esas entradas, en lugar de valer 67 y 47 euros, cuesten 37 y 27 euros.Mientras los profesionales taurinos no sean conscientes de la gravedad del asunto, la fiesta seguirá cayendo en picado. La están matando con la lidia de toros descastados y con diestros que practican una tauromaquia sin sustancia, pero también con el fielato de unos precios que apagan cualquier amago de interés por parte del público. Y todo porque siguen pensando que este es un espectáculo sublime. ¡Error!, como dice el famoso anuncio. Es sublime cuando se concitan el trapío, la casta, la bravura y el arte, es decir, muy pocas veces. Y aún reuniéndose esos ingredientes, un festejo no puede valer estas barbaridades. Insisto, las cosas no valen lo que uno cree que vale sino lo que la gente está dispuesta a pagar por ellas. El día que los taurinos lo comprendan podremos ver los cosos llenos hasta la bandera. Si no, seguiremos viendo cemento y, en definitiva, ruina.
*Artículo de Alberto Gutiérrez Delgado, Director www.elperiodicodetudia.com