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¡Sí existe! Solo tienes que comprender la diferencia que hay entre las cosas que dependen de ti y las que no y experimentar el efecto que esto tiene en tu vida social y en tu bienestar. ¿Cuáles son estas diferencias y cómo aplicarlas en mi vida? Las respuestas están en este artículo
¡Sí existe!
Solo tienes que comprender la diferencia que hay entre las cosas que dependen de ti y las que no y experimentar el efecto que esto tiene en tu vida social y en tu bienestar.
¿Por qué?
Porque las cosas (sucesos, personas, objetos, etc.), que se relacionan contigo las puedes dividir en dos grandes grupos: el grupo de las cosas sobre las cuales tienes el control real y el grupo de las que en realidad te parece que lo tienes, aunque es solo una ilusión.
Por ejemplo: De ti depende: tus opiniones, tus deseos, tus inclinaciones, tus acciones.
Sin embargo; de ti no depende: tu cuerpo, tus bienes, tu reputación, tu honra, etc.
¿Por qué?
Porque no tienes el control sobre ellos. No puedes controlar cuándo te vas a enfermar, ni cuánto vas a envejecer, ni cuándo vas a morir.
Lo mismo pasa con tu reputación: hoy te pueden aclamar y mañana te pueden denigrar.
Y si quieres evidencia de ello solo tienes que estudiar la vida de un gran hombre como lo fue Cristo.
En algunos evangelios se dedican hasta tres capítulos para describir la honrosa bienvenida que le da el pueblo de Israel y en otros tres se narra cómo ese mismo pueblo lo asesinó.
Lo que tienes que comprender es que las cosas que dependen de ti son libres por naturaleza; pero las que no; están sujetas a mil obstáculos e inconvenientes que no puedes manejar por mucho que quieras.
Por eso, si crees que son libres las cosas que por su naturaleza no están bajo tu control, además de encontrarte con muchos contratiempos y frustraciones, vivirás una vida de aflicción tentado a buscar culpables de tu situación o tratando de “reajustar” a los demás según tus modelos.
En cambio, si atesoras lo que sí depende de ti, nadie te podrá forzar o te podrá impedir hacer lo que deseas y, sobre todo y lo más importante, sentirte bien contigo mismo (a).
Te lo ilustro con un hecho que me ocurrió:
Resulta que hace un tiempo atrás estaba caminando y conversando animadamente con un amigo cuando al pasar por el lado de una persona, la saludé efusivamente.
Lo que obtuve por respuesta de ella fue un grosero gesto. Mi amigo se sintió contrariado y enojado, más le dije que no se preocupara pues esa era la respuesta común que recibía de esa persona cada vez que la saludaba.
Entonces fue mi amigo quien arremetió contra mí criticando el hecho de que no concebía cómo yo podía saludar a alguien que me correspondía con tamaño desplante.
¿Conoces, a ciencia cierta, las cosas que dependen de ti?
Sin intención de sermonear le expuse mi punto de vista al respecto. Le dije que el saludo que le acababa de brindar a esa persona era el mío y que ella podía hacer lo que quisiera con el suyo.
Le expliqué que si pasas por la vida esperando que te retribuyan lo que haces, lo más seguro es que acabes decepcionado con el género humano.
Lo que hay que entender es que: tu amor, tu saludo, tu alegría, tu felicidad son tuyas, nadie te las puede quitar si tú no lo permites; dependen solo de ti; y brindarlas sin esperar nada a cambio te hace libre de las circunstancias y de las personas.
Él no estuvo de acuerdo; ¿y tú?
¿Conoces, a ciencia cierta, las cosas que dependen de ti?,
¿Puedes enumerarlas?
¿Has obtenido resultados duraderos al tratar de controlar las que no dependen de ti?
Déjame saber tus opiniones y experiencias al respecto.
UNA ACLARACIÓN:
Con esta reflexión no pretendo convencer a nadie. Solo estoy exponiendo mi experiencia de lo que significa andar por la vida ligero de equipaje sin querer apropiarme de lo que en realidad no me pertenece porque no depende de mí.
Créeme, en mi caso particular, esta ha sido una manera fácil de lograr armoniosas relaciones con las demás personas.
Para terminar, permite que te regale un cuento:
Se cuenta que una vez un sabio decide cruzar un río muy caudaloso, pero como no sabía remar contrata a un remero. El remero se sintió muy halagado pues en la compañía de un sabio podía aprender muchas cosas.
El remero y el sabio comenzaron a cruzar el río y cuando iban justamente por la mitad el sabio se percata que hay un escorpión que está en el agua ahogándose y haciendo esfuerzos desesperados por salvarse.
El sabio extiende la mano hacia el agua y saca al alacrán. El alacrán al verse a salvo encima de una piel, por instinto pica al sabio. El sabio producto del dolor suelta al alacrán que vuelve a caer al agua para volver a luchar por su vida. El sabio vuelve a extender la mano para salvar al alacrán. Y éste como es lógico lo vuelve a picar. El sabio vuelve a soltar al alacrán.
Cuando la escena se repite más de tres veces, el remero indignado por la conducta del sabio lo increpa y le dice.
- “¡Oiga, yo pensé que usted era sabio, pero ahora veo que es un necio! ¿No se da cuenta que tantas veces como trate de salvar al alacrán, este lo va a picar?
El sabio se vuelve hacia el remero y con una sonrisa apacible le dice:
- “Amigo mío, no porque la costumbre del alacrán sea picar, va a destruir la mía que es ayudar”.
MUCHAS GRACIAS.