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Si la situación de un banco es de crac y próxima al abismo, con un déficit superior a los fondos y reservas, se aplica el baile del argot. Aquí no cuenta el color rojizo del descuadre
JAVIER DYSART
Llevo tiempo dando vueltas al asunto y no caigo en la trampa. Debe de tratarse de un singular misterio, de restringido acceso, cuyo descifrado está únicamente reservado a magos y a grandes gestores de banca. Por eso, digo yo, alguno de esos genios de cuadrar cuentas cuando hay caja cobran esas millonadas de Frac que, al conocerlas, nos producen tiritera.
Una familia sabe siempre su situación económica y las posibilidades de gasto que tiene. Los manirrotos no suelen atenerse a ajustes y, por eso, les pasa lo que ahora sufren algunas Cajas y Bancos. En una casa de normales se conoce el dinero disponible de acuerdo a los ingresos que perciben los miembros en activo de la familia. Si la suma asciende, por ejemplo, a 1.500 euros mensuales, la madre, como leal administradora experimentada, sabe lo que tiene que destinar a cada una de las necesidades domésticas. Ella siempre es consciente de que si el gasto mensual es superior a los ingresos, a final de año el déficit acumulado va a suponer un importante lastre para la economía familiar.
Si la deuda de la familia es grande, superior al patrimonio y propiedades, tanto el banco como el resto de acreedores comienzan la danza del cobro y del embargo. Cuando todo se ha exprimido hasta la última gota, la familia desahuciada pide rescate, y ahí está Cáritas, como único recurso, para ayudar a mitigar el hambre de la ruina. Esto es lo normal. Es el día a día que conocemos.
Si la deuda de la familia es grande, banco y acreedores comienzan la danza del cobro y del embargo
Ahora bien, si la situación de un banco es de crac y próxima al abismo, con un déficit superior a los fondos y reservas, se aplica el baile del argot. Aquí no cuenta el color rojizo del descuadre. La primera gestión es lanzar un S.O.S. al Gobierno de turno. Mientras este estudia fórmulas y posibilidades de salvación, entran en juego los analistas, catedráticos, técnicos y doctos en economía y tramas financieras. Empiezan a hablar de activos y pasivos, de recursos opacos, valores encartados, capital ladrillo, clearing, devaluación, derecho de tanteo, lucro, duping, liquidez, debe, haber, deflación, FROB, activos tóxicos, prima de riesgo y otra serie de palabros con los que amansan la caótica situación financiera de la entidad hasta hacernos ver que es sana y fiable.
Con esta singular fórmula llegan a convencernos de que la diferencia entre activos y pasivos, de acuerdo a las correcciones y a los ajustes introducidos en los análisis del principal, es equilibrada y, por tanto, el banco es viable y solvente.
La familia por el contrario, con situaciones ínfimas de deuda, carece del argot técnico que permita concluir el mismo análisis y, por tanto, sólo se le aplica el conocido recurso de: ¡a la puta calle!
Son cosas del FROB y del FRAC