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Un millón de jóvenes miran la televisión y disfrutan con los anuncios de telefonía móvil, y no saben por qué...
Desde muy joven tenía la sensación de que mi propósito en la vida era intentar cambiar las cosas, mejorarlas, y que todo el mundo tuviera la oportunidad de conseguir todo aquello que se propusiera, aunque lo parece ,no hablo de un anuncio de coca cola, sino de cierta ingenua ambición de rescatar el pasado.
Ahora soy mayor he pasado por éxitos y fracasos, he formado una familia, he arriesgado, y me he conformado en diferentes dósis, en teoría no me podría quejar, pero la verdad es que todavía mi deseo de "cambiar las cosas" todavía no se ha cumplido. Ya no voy a conciertos comprometidos, ni enciendo el mechero cuando escucho una emotiva canción pero me da la sensación de que en todos estos años no he llegado todavía a la meta de una estudiante de instituto. Alguien se preguntará cuál es la noticia, parezco una cuarentona (que lo soy)frustrada, y sin objetivos claros en la vida, con la tímida obsesión de que los ochenta vuelvan a su vida, así como ciertas ilusiones adolescentes, y no es verdad porque mi vida es ahora plena, aunque algunas veces algo aburrida, más bien, terriblemente aburrida, y tanto que mancharme el zapato con mierda es una agradable sorpresa fuera de lo común.
Es un dolor de cabeza tener que ver anuncios oara saber que hoy es martes y ¡mierda! aún soy joven.
El salvajismo de la emoción se reserva a los anuncios de telefonía móvil, danzas que no podría imitar por razonables limitaciones, pero sí me gustaría saber qué ha pasado con nuestros proyectos, dónde ha ido a parar
la ambición de ser algo más que siempre lo mismo, y sobre todo con quién hemos perdido el norte y cómo. La noticia es: Tenemos cuarenta y muchos tacos y esto que hay no es lo que nos hubiera gustado, porque es un dolor de cabeza tener que ver anuncios todo el día para averiguar que hoy es martes y aún somos jóvenes. Digo yo.
El salvajismo de la emoción, se reserva a los anuncios de telefonía móvil