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Un refugio de casi 3.000 años que permite apreciar una simbiosis casi perfecta entre biodiversidad y cultura prehispánica, ese es el Parque Nacional Yaxhá-Nakum Naranjo, un área protegida que alberga edificaciones del Imperio Maya en Guatemala y que sobrevive gracias a los indígenas.
Alrededor de este tesoro cultural, en el que se construyeron acrópolis, calzadas y canchas para el juego de la pelota, hay unas 30 comunidades que colaboran constantemente con su cuidado y que generan guías que conocen el parque y su hábitat al dedillo, lo que les permite conducir con precisión a los miles de turistas.
Precisamente es un trabajo de codo con codo con estas personas lo que posibilita hacer una gestión transparente para preservar el entorno y las reliquias de edificaciones de un imperio que habitó Guatemala entre el año 800 a.C. y 900 d.C.
Las decisiones, explica el director del parque, Luis Guerra, se toman en una mesa de diálogo en la que participan representantes de las comunidades y el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap).