¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Andasiesmama escriba una noticia?
Madre e hija | James Sant El ser humano es capaz de hacer muchas más cosas de las que se imagina. Aunque hasta que no las vives, no te crees a ti mismo capacitado para según que tareas. Este post nace de un Tweet de una muy querida amiga mía que alababa a aquellas mujeres que somos madres porque ella, sin serlo, reconocía que no llegaba a todo. Nos llamaba #heroínas y nos preguntaba cómo lo hacíamos. Sin pensarlo, respondí: Por inercia.
Antes de ser madre es prácticamente imposible imaginarte lo que esto significa, aunque tengas primos, sobrinos o vecinos que gatean y toman el pecho. Vivir esa responsabilidad, superar todos los obstáculos, los problemas, los momentos difíciles causados por la falta de experiencia no se puede practicar previamente. Sobretodo entender lo que supone la falta de tiempo para uno mismo, incluso la falta de sueño.
Cuando le respondí que lo hacíamos por inercia fue porque pensé que desde el momento en que estás embarazada tu vida empieza un capítulo totalmente distinto. Es un punto y a parte en tu existencia y te sumerges en una vorágine de sensaciones, sentimientos y experiencias pero, no sabes cómo, sales adelante. Un día lleva a otro. La barriga crece. De repente estás en un hospital y a las pocas (o muchas horas) un pequeño bultito pegajoso borra tu vida pasada por completo. A partir de entonces las mañanas ya no son tales sino una prolongación de la larga noche. Empiezas a pasear a oscuras a las tantas de la madrugada y sin dormir apenas consigues arreglar la casa, hacer la comida y prepararte para una nueva fase en el crecimiento de tu pequeño.
Y así avanzamos hasta que te reincorporas al mundo laboral e intentas encajar aquel pequeño bultito que cada vez es más voluminoso en un mundo de adultos que poco o nada se preocupa de él. Pero consigues tiempo para tu pequeño, aunque los ojos se te cierren y las piernas te flaqueen.
Pero pensándolo bien, esa inercia que te hace avanzar por el camino de la vida de tu hijo no sería lo suficientemente fuerte para hacer que las madres soportáramos toda la presión, todo el cocktail emocional, todo el cambio de rutinas que supone tener un hijo. Ahora que lo pienso mejor, esa inercia sólo es posible por algo mucho más grande: el amor a nuestros hijos.