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O la nueva realidad que nos intentan imponer sobre los herederos de ETA
Cuando un país olvida su pasado, se hace daño a sí mismo; es lo que está ocurriendo actualmente con la presencia de EH Bildu en la política española. Un partido que es heredero directo de ETA y que el gobierno se empeña en hacerlo pasar como preocupado por el bien común de España y con valores democráticos. Cuando los partidos que ostentan el poder, nos quieren hacer ver la realidad desde un prisma distinto, deformando la realidad, nos están condenando a que las siguientes generaciones desconozcan el pasado reciente. Eso es lo que yo llamo desmemoria selectiva, que es el empeño en olvidar la realidad para nuestros propios fines y extender ese mensaje a diestro y siniestro.
Quienes cierran los ojos a la evidencia, porque necesitan justificarse, saben que están haciendo algo mal, pero el poder les importa más que sus propias conciencias. Por eso no hay que dejarse llevar por lo que nos dicen, sino pensar por nosotros mismos, leer, investigar y tener un criterio formado. Hay que ser adulto. Haber vivido unos tiempos difíciles debería servir para darnos cuenta de lo que ocurrió entonces y formarnos nuestra propia opinión, sin dejarnos vender una idea irreal. Y cuando intenten justificar lo injustificable, poder decir “basta ya”.
Nadie en el gobierno podrá hacerme olvidar las décadas de atentados, secuestros y el terror que sembraron en todo el país los etarras. Yo crecí en un barrio de Madrid, cercano a cuarteles y casas de militares, y no era consciente de la amenaza hasta que me fui haciendo mayor y tuve la desgracia de escuchar varias veces el estruendo de la onda expansiva de una bomba lapa, porque vivía lo suficientemente cerca de donde se ETA había atentado contra un ser humano inocente. Recuerdo el sonido de las sirenas y los helicópteros y a mi madre explicándonos a mi hermana y a mí lo que había sucedido. Y nunca pude entender que los terroristas justificaran el atentado por la profesión de sus víctimas. Un policía, un militar, un político… Pero pronto me di cuenta que todos estábamos secuestrados por el terror de pasar por una calle en un momento fatal, o que a nuestras familias les ocurriera algo. El miedo a ir a un centro comercial en fechas señaladas, y en definitiva a hacer nuestra vida sin saber si nos cruzaríamos con ellos.
Me fui haciendo mayor con la certeza de la sinrazón de tantas muertes, secuestros, chantajes, robos, porque ninguna idea puede justificar el sufrimiento y las familias rotas, de padres sin hijos, de hijos sin padres, de viudas y de heridas que no terminan de cerrarse, como las secuelas psicológicas, la pérdida del trabajo, el desarraigo, por tener que abandonar la tierra en la que creciste y donde reposan tus seres queridos. Esa es la realidad, no la que nos cuentan ahora, de gentes de paz que colaboraron para que cesara el terror. No es verdad.
Quedan muchos crímenes sin resolver, verdugos que se han ido a vivir bien, a una playa, a una ciudad y a disfrutar, mientras sus víctimas no reciben la justicia que se merecen. Les hacen homenajes, como si fueran héroes y nunca, nunca, reniegan del terror que sembraron. No importa que todavía haya personas que siguen sufriendo las secuelas físicas y psíquicas, hijos que solo pueden visitar a sus padres al cementerio y retratos de seres queridos que ya no están.
No podemos olvidar. No debemos olvidar. Como sociedad secuestrada durante décadas, no nos merecemos que quieran imponernos una realidad alternativa, que quieran que borremos de la memoria el terror, las vidas rotas para siempre, el escalofrío que sentíamos al ver las fotos de los terroristas más buscados, el alivio que sentíamos cuando la policía y la Guardia Civil lograban detenerles… Esa es la realidad, por mucho que quieran hacernos comulgar con ruedas de molino. No pidieron perdón, no colaboraron con la justicia, por lo tanto, no se merecen el papel preponderante que les concede el gobierno.
No es posible que quienes hemos vivido esos tiempos oscuros y terribles nos hayamos olvidado de lo que era ver noticias de asesinatos, funerales, entierros, los carteles de los terroristas más buscados, con el miedo de que tu camino se cruzara un día con alguno de ellos… Puedes cerrar los ojos y taparte la nariz, decir que un secuestrador puede pactar con un gobierno los presupuestos, deshacerte en elogios hacia quienes no han colaborado para esclarecer tantos asesinatos, incluidos los de muchos de tus compañeros, que están en un cementerio, puedes justificar el acercamiento de los presos, por cuestiones humanitarias cuando sus víctimas ya no van a poder ver a sus seres queridos, pero solo te engañas a ti mismo. Cuando se entiende la política como una forma de enriquecerse, de engreírse y de ganar influencias, olvidando el compromiso con los ciudadanos (no solo con los que te votaron), con el bien común, entonces no se es digno del cargo. Cuando no se expresa el desacuerdo para conservar un sillón, tampoco se es mejor.
No dejemos que las generaciones futuras se crean la nueva realidad que se han inventado; hagamos que la memoria de las víctimas siga viva y que se persigan los asesinatos sin resolver, para que no queden impunes. Que los herederos de ETA no tengan en sus manos la estabilidad de este país en las instituciones.