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C Uando Soledad cumplió cuarenta años, sus familiares y amigos le organizaron una estupenda fiesta. Y como sabían que a ella no le gustaba mucho recordar su entrada en la cuarentena, omitieron las velas en la tarta que le regalaron, y tan solo pusieron en la base su nombre, Soledad.
La celebración fue un gran éxito, y no faltó casi nadie. La protagonista del evento, se sintió muy agradecida, pero a la vez agobiada por tener tanta gente a su alrededor, algo que la hacía estar incómoda, incluso con cierta sensación de asfixia. Por eso cuando se dispuso a cortar la tarta, y viendo que el pastel, aunque enorme, iba a ser insuficiente para tanta gente, guardó un pedacito para ella, y no lo hizo por egoísmo, pero tuvo la imperiosa necesidad, de reservar un trocito de Soledad (haciendo honor a su nombre) para sí misma.
Estar solo no es aconsejable para quien necesita compañía, de la misma forma, que tampoco lo es, estar siempre acompañado cuando uno necesita su ración diaria de Soledad deseada.