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Aquí publicaré historias de experiencias paranormales reales, consejos para afrontar este tipo de contactos, información clasificada de diferentes textos y libros del tema
Lidiando con espíritus: El hotel fantasmal
Tomaré este espacio con una sección que he llamado “Lidiando con espíritus”, donde traeré diferentes historias reales con actividad paranormal espiritual, tanto propias como de personas que me escriban y quieran compartir su experiencia, consejos para sobrellevar este tipo de situaciones e información interesante sobre todo ese mundo paranormal que apasiona a unos y suele traumatizar a otros.
La incredulidad es aceptable y la gran mayoría de personas realmente no creen en este tema de los espíritus, hasta que viven una experiencia que les hace cambiar de parecer, o mueren sin tenerla ni creer. En diferentes momentos y lugares de mi vida he tenido experiencias con fenómenos paranormales espirituales que me han hecho madurar mi reacción con este tipo de situaciones. La clave ante la presencia de una actividad paranormal es precisamente la reacción propia. Indiferente de lo que haga la entidad, tú tienes el control de todo lo que puede pasar. La experiencia puede acabar ahí, o extenderse de manera dramática.
Las películas de terror no han ayudado mucho al control de las personas ante una experiencia de este tipo. Muestran entidades con un poder incontrolable, que asesinan todo lo que está en su camino, incluso sin ninguna razón para hacerlo. Más lamentables aún son los programas tipo “Reality”, donde un grupo de “cazafantasmas” entran a sitios que se rumora están encantados, y cuando una silla se mueve, o una luz se acerca o se deja ver, salen corriendo despavoridos de la escena. ¿Qué fueron a buscar entonces? Publicidad y tonterías en general. Pero retomando el punto, y es nuestra reacción ante una experiencia de esta, mi recomendación es tener el carácter para afrontar ese contacto paranormal. Aquello de que nadie sabe como reaccionaría en el momento exacto es válido, de ahí a que uno mentalmente debe prepararse para ello. El miedo es imposible suprimirlo. Siempre va a existir y hay que asumirlo. Pero que el miedo no lo paralice ni obligue a rechazar el contacto. Una entidad no lo va a asesinar, ni lo va a poseer si usted no se lo permite. Vivimos en un mundo de personas vivas, con energía física y mental para sobrevivir él. Quién muere, pierde parte de ello por lo que está en desventaja contra los que no hemos muerto. Su mejor arma: el terror. Muchos se paralizan o simplemente se niegan a luchar por su bienestar físico y espiritual ante una entidad paranormal, y ahí es donde el peligro se potencializa. Enfrentarlo y determinar su procedencia y demandas es lo mejor para resolver estos encuentros. Muchas veces con solo tener el carácter para responder: ¿Cómo te llamas? ¿Qué deseas? ¡Es mi casa! ¡No eres bienvenido! ¡Vete! Y si se llega a sentir la parálisis general, luchar para salir rápidamente de ella.
Hay literatura, la que de antemano aclaro que debe ser leída y utilizada con cuidado, que ayudan a sobrellevar y resolver situaciones que ya están pasadas del límite y peligra la integridad física y mental de las personas involucradas. Libros que contienen información tan valiosa como peligrosa, de invocaciones, controles, conjuros, defensas y ataques contra entidades paranormales entre muchas otras cosas. En posteriores artículos iré entregando información contenida en estos libros y puedo compartirlos vía e – mail con quién pueda necesitarlos. Algunos de los títulos de los que hablo son: El grimorio de Armadel, El santo grimorio del Papa Honorio Tercero, El Necronomicon, Picatrix, La Clavícula de Salomón, entre otros.
Pasemos a la historia de esta semana.
El Hotel Fantasmal
En el pasado mes de noviembre del año 2020, debí realizar un viaje de negocios a una ciudad bastante distante de donde yo he vivido desde hace más de veinte (20) años. Por temas del Covid19 los vuelos aéreos comerciales estaban restringidos y eran excesivamente costosos. La ciudad donde debía ir era pequeña, muy conocida por su arquitectura colonial y hermosas iglesias. Me aventuré a trasladarme por vía terrestre, un viaje de veinticinco (25) horas, el cual por retrasos en la vía fue de treinta (30) horas. Había hecho una reserva en un hotel, el cual me habían aclarado que debía llegar antes las ocho (8) de la noche, ya que los empleados por tema de la pandemia no se quedaban en el hotel, sino que dejaban a los huéspedes en él y se iban a sus domicilios regresando al día siguiente a las primeras horas de la mañana. Me pareció extraño eso, pero las opciones de alojamiento eran escasas en medio de la pandemia. Mi autobús partía a las cuatro (4) de la tarde, mi cálculo más pesimista es que a las seis (6) de la tarde del día siguiente ya estaría en el Hotel. A las siete (7) de la noche me llamó la recepcionista del Hotel para confirmar mi ubicación y tuve que informarle que llegaría por lo menos dos horas después. Me explicó que ella saldría mucho antes. Que el hotel funcionaba con una cerradura electrónica, que me generaría un usuario con mi número de identidad y un código para ingresar al hotel y que tomara la habitación 215 que ya estaba acondicionada para recibirme. Hice todo tal cual me explicó la recepcionista y a eso de las nueve y treinta de la noche estaba en el hotel. Después de la puerta principal hay un pasillo comuna escalera que llega a un segundo piso donde se accede de forma directa a la recepción y las habitaciones distribuidas a los lados. La recepción estaba desolada, pero con toda la iluminación encendida. Traté de no hacer ruido para no molestar a otros huéspedes que pudieran estar en ya descansando y entré a la habitación. Espaciosa y cómoda la habitación, ya con el cansancio a punto de derrumbarme, saqué fuerzas para buscar un servicio de comidas a domicilio para cenar y poder descansar con la barriga llena. Mientras esperaba al servicio de comidas, comencé a escuchar los huéspedes de una habitación continua charlar, un hombre y una mujer, y unos niños salir a la zona de la recepción a jugar con una pelota. Los golpes de la pelota y las risas de los niños comenzaron a hacerse más fuertes y un poco incómodos, sin embargo, mantuve la calma, quizás era una familia en vacaciones y los chicos por lo general tienen energías todo el día. Llamaron a mi teléfono móvil del restaurante para confirmarme que el mensajero con la comida estaba en la puerta del hotel. Salí de la habitación y bajé a la puerta principal a recibir la comida y subí apresuradamente para comer y dormir. No vi a los chiquillos jugando ni a sus padres en la zona de recepción. Entré a la habitación y me dispuse a comer. Mientras lo hacía nuevamente regresaron niños a su juego de pelota a la recepción, pero en este caso el padre o adulto que estaba con ellos los increpó por ello. Se dejó de escuchar el ruido de la pelota y las risas, pero comenzó a escucharse los muebles de la habitación continua como cerraban y abrían puertas y cajones. Este ruido se endureció de forma muy incómoda, pero mi cuerpo no estaba para distracciones. Treinta (30) horas de viaje me habían dejado fundido. Caí en la cama y profundamente me dormí de forma instantánea. Cuando estoy durmiendo fuera de casa siempre lo hago en posiciones de vigilia, o que me permitan rápidas reacciones ante cualquier evento. Una de ellas es de medio lado y al borde de la cama. Encontrándome así, sentí que alguien se acostó a mi lado. Cuando algo así me ocurre, abro los ojos y antes de hacer cualquier cosa, hago un análisis rápido de la situación. Definitivamente, alguien se acababa de acostar junto a mí. Intenté darme la vuelta para ver quién era y sentí una fuerza que me tomó por le hombro impidiéndomelo. Entonces sentí que me susurraron al oído: “No te muevas”. En ese momento el miedo se apoderó de mí. La situación claramente era sobrenatural y me encontraba en desventaja. Como lo dije anteriormente el miedo siempre va a existir, pero debe prevalecer la actitud de algo hacer. Con fuerza luché para darme la vuelta contra esa fuerza que me lo impedía hasta lograrlo. Toqué la cama junto a mí y no había nada. Me puse en pie y encendí la luz. Me encontraba solo en el cuarto, lleno de sudor ya en ese momento. Me senté e hice el análisis de la situación, peor había poco que revisar. Lo que había estado ahí, ya no lo estaba y reusó hacer algún tipo de contacto directo. Apagué la luz y me dormí nuevamente.
Me levanté tarde, pasadas las ocho (8) de la mañana, mi reunión era a las nueve (9). Literalmente me tocó correr. Me cambié, tomé mi pequeña bolsa de equipaje y salí. La recepcionista muy atenta, hice el check out y me fui a mi reunión. La reunión terminó a la una (1) de la tarde. De forma inmediata fui a un terminal de transporte terrestres, tomé el primer autobús de regreso a mi ciudad y partí.
Veinticinco (25) horas después estaba en mi casa, nuevamente cansado, tomé algo de comida y dormí profundamente hasta el día siguiente. Ya en casa, cuando desperté, relajado y con la mente más despejada, llamé a la recepcionista para preguntarle cuantos huéspedes tenía el hotel ese día que yo me había quedado. La respuesta me dejó perplejo: “Solo estaba usted. El hotel lleva pocos días abiertos por el tema de la pandemia y ese día nos quedamos sin huéspedes. Solo usted llamó y reservo una habitación.”
¿Y los niños que jugaban en el pasillo? ¿Los señores que abrían y cerraban cajones y puertas? Nunca estuvieron realmente ahí, o por lo menos como huéspedes registrados no. No supe que decir. Si quizás ese día que estaba alojado en el hotel hubiese sabido que era el único en el hotel, mi reacción hubiera podido ser más traumática. Pero hubiera intentado un contacto. Espero regresar de nuevo a ese hotel para intentar hacerlo.
Y esa es la historia inicial de esta sección. Espero les haya gustado, les prometo que vendrán muchas mejores en las siguientes entregas.
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Hasta la próxima.