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Límites invisibles de la libertad de expresión

25/08/2009 10:50 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

La libertad de expresión tiene límites invisibles, no recogidos en las leyes. Uno de ellos es la dependencia económica. Es muy difícil que un trabajador denuncie públicamente los abusos de su jefe. Su trabajo, sus ingresos, su modo de vida están en juego. Yo di ese paso y esta es mi experiencia

La libertad de expresión es un derecho fundamental, consagrado con solemnidad en la Declaración Universal de los Derechos Humanos o en nuestra Constitución. Hoy en día estamos acostumbrados a expresar nuestras ideas u opiniones en cualquier foro, a través de los medios de comunicación, y ya más recientemente internet ha abierto el abanico y cualquiera puede encontrar un modo fácil de expresarse. La libertad de expresión tiene unos límites establecidos en la ley, por ejemplo, el respeto al honor, la intimidad y la propia imagen. Pero hay otros límites invisibles. Uno de ellos es la dependencia económica. Uno puede denunciar el hambre en el mundo, las guerras, los desmanes de la banca, criticar al gobierno o a la oposición, puede uno hablar o escribir con total libertad de casi cualquier asunto. Sin embargo es muy difícil que un trabajador denuncie públicamente los abusos de su jefe. Su trabajo, sus ingresos, su modo de vida están en juego. Hay un chantaje implícito que no hace falta hacer oficial, ni expresar. Todos sabemos que: “es mejor tener la boca cerrada, no sea que te despidan”. Es difícil sacudirse ese miedo porque…” hay cosas más importantes que el dinero pero sin dinero no podemos vivir”.

Yo di ese paso. Denuncié la situación de angustia que atravesaban los trabajadores de Canal Bizkaia. El resultado… a la calle, despido disciplinario (por ahora). Escribí una carta y la envié por email a mis amigos personales y colegas de profesión. (La carta ha circulado por la red y se puede encontrar en sitios como You tube). En ella exponía hechos ciertos y reales. El despido de varios compañeros, como el de Asís Martín, director de deportes de la cadena. Le aplicaron un despido objetivo por razones económicas, sin embargo, el juez no ha opinado lo mismo que el gerente de la empresa y ha considerado el despido como improcedente. Denuncié también la situación de insoportable angustia creada por el gerente entre los trabajadores. Anunció que iba a despedir a cinco personas por idénticos motivos, pero no dijo ni a quien ni cuando. Ha quedado demostrado en los tribunales que las razones económicas que aducía eran falsas, con lo cual, a posteriori, mi denuncia se arma todavía de más razones. Y la indignación entra ya en niveles incalculables. Han sido despedidos o lo iban a ser (mi actuación frenó la sangría) porque sí. O por motivos que conocerá el gerente de la empresa, porque los económicos han sido rechazados por la justicia como válidos.

En la carta, fruto de la gran tensión y angustia, dediqué un pequeño párrafo al gerente de la empresa. Lo primero que tengo que decir es que mi intención, a la hora de escribir el documento, no fue la de ofender, faltar al respeto, injuriar ni difamar a nadie. La única intención era hacer pública una tremenda injusticia que estábamos padeciendo los trabajadores de CB y pedir ayuda.

En una reunión mantenida con el señor David Mejuto, le pedí disculpas por el capítulo de la carta en la que hacía referencia a su persona. Le dije que era lo único que quitaría de la carta por que no me parecía caballeroso. El respondió que esa parte del escrito no le importaba lo más mínimo. Sin embrago, se acoge a ella para aplicarme un despido disciplinario, por injuriar a un superior. El Gerente de CB tiene todo el derecho (legal, el moral es ya más discutible) de no contar con una persona como yo en su plantel. Puede despedirme a mi o a quien quiera el día que le de la gana. El despido en nuestro país no está prohibido, sólo está regulado. La figura del despido improcedente la puede aplicar a su libre albedrío.

Toda persona y todo trabajador merecen un trato digno. Y si alguien padece una injusticia tiene derecho a contarlo

Ese capítulo en cuestión no recoge insultos graves, ni descalificaciones, ni exabruptos subidos de tono. Solo hay alusiones irónicas y sarcásticas a la labor y personalidad del Señor Mejuto. Todo en un tono bastante correcto. Dada la situación que estábamos atravesando, la tensión y la rabia que teníamos en ese momento los trabajadores de CB se puede considerar que es lo más suave que se podía decir del señor David Mejuto. A cualquiera que conocía nuestro caso se le venían a la cabeza y a la boca improperios de lo más indecorosos contra el gerente de CB.

Considero que no he faltado a la buena fe contractual. Lo hubiera hecho si hubiera contado un secreto profesional o si hubiera vendido una noticia a otro medio de comunicación. Pero hacer pública una injusticia y un trato inhumano que padecen los trabajadores de la empresa es simplemente ejercer la libertad de expresión y la crítica legítima que le asiste a cualquier persona.

Según el artículo 20 de la Constitución la libertad de expresión se puede ejercer a través de cualquier medio. No distingue entre buenos y malos. Utilizar internet es tan legítimo como repartir folios fotocopiados en las bocas del metro. El impacto de internet puede ser importante, pero más influyentes son la propia Televisión la radio o los periódicos.

Nunca me he jactado de haber escrito la carta, como sostiene el señor Mejuto en la carta de despido. Eso es absolutamente falso. Escribí la carta de manera personal sin que nadie lo supiera y cuando empezó a difundirse y alguien me preguntaba si la había escrito yo contestaba con un simple sí, agachando la cabeza. Escribir ese documento ha sido una de las cosas más tristes que he hecho en mi vida, tener que llegar a esos extremos da fe de la gravísima situación que atravesaba la plantilla de Canal Bizkaia. Yo soy una persona que no suele decir una palabra más alta que la otra, no tengo la queja permanente en la boca, trabajo con toda la ilusión y esfuerzo y procuro ayudar en lo que puedo a los que me rodean. Pero las injusticias me corroen. Ver llorar de dolor y de rabia a compañeros y compañeras, ver derrumbarse a hombres hechos y derechos, ver la angustia en la cara de amigos y amigas que no saben si dentro de unos días tendrán trabajo me revienta. Esa carta no es un motivo de orgullo para mí. Es la frustración en mayúsculas. Tras diez años de trabajo denodado, realizando horas extras sin cobrar, con un horario penoso y un salario ínfimo, todo por sacar un proyecto de televisión adelante y por labrar un futuro para mí y para mis compañeros, nos encontramos con este maltrato inmerecido a todas luces. El señor Mejuto dice que hizo lo legal. Yo creo que además de lo legal hay que hacer lo correcto y hay que tratar a las personas con humanidad y con respeto. Toda persona y todo trabajador merecen un trato digno. Y si alguien padece una injusticia tiene derecho a contarlo. Lo malo para la empresa es que esas situaciones se den, no que se conozcan. Todos sabemos que clase de personas piensan que la información es perjudicial, hay ejemplos pasados y recientes en el mundo y esas personas no se suelen distinguir por su espíritu democrático, ni por su decencia. Tratan de esconder lo que hacen, porque saben que lo que hacen está mal hecho.

Es muy difícil que un trabajador denuncie públicamente los abusos de su jefe. Hay un chantaje implícito que no hace falta hacer oficial, ni expresar


Sobre esta noticia

Autor:
Jorge Ibeas (2 noticias)
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Tipo:
Opinión
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