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Las políticas del Gobierno para el empleo de los hombres y mujeres mayores de 45 años, aparentemente justas, contrastan con la realidad de las estrategias empresariales para contratar a personas con ese perfil
La tristeza de los que padecen la exclusión en la competitividad del trabajo, por el inexorable paso del tiempo, es cada vez más evidente. Las políticas del Gobierno para el empleo de los hombres y mujeres mayores de 45 años, aparentemente justas, contrastan con la realidad de las estrategias empresariales para contratar a personas con ese perfil.
Cuando un empleado/a que supera esa edad se va al paro, las posibilidades de reinserción son tan remotas como el propio origen del Universo. No importa a los empleadores cual es su calificación, capacidad, experiencias y conocimientos, sólo les interesa el costo de su contrato pues supone, por la edad, que ha de asegurarlo mejor y lo condena por tanto, a continuar en desempleo y a peregrinar infructuosamente distribuyendo currículum vitae a cuantas empresas pueda imaginar, con la triste convicción de que nunca va ser leído, pues su fecha de nacimiento, considerada caduca, lo excluye de la selección.
Esta triste realidad, acrecentada con la crisis con más de 4 010 700 parados, muestra lo injusto de una política contractual que por mucho que las Agencias de Empleo, quieran disimular subyace entre líneas en la práctica diaria de los seleccionadores de recursos humanos a propuesta de las empresas que publicitan las ofertas en sus Web. A su vez éstas se deshacen de responsabilidades aclarando que no intervienen en los procesos selectivos.
Conceptos como"edad preferente entre 20 y 35 años" o "abstenerse quién no reúna éste requisito", refleja una nueva forma de discriminación laboral
Como apestados del empleo, los cincuentones, por muy aptos y actos que sean se ven perdidos frente a una competencia desleal con trabajadores más jóvenes y quizás, aclaro quizás, menos preparados y responsables. Conceptos como “edad preferente entre 20 y 35 años”, o ”abstenerse quién no reúna éste requisito”, refleja una nueva forma de discriminación laboral en una sociedad que se harta y vanagloria, en voz de los políticos de turno, de ser ejemplo de democracia.
Denunciar este flagelo contra los culpados por el simple delito de tener más de 45 años e invitar a todos al debate abierto y a la lúcida reflexión de que ser más viejo sólo nos hace más experimentado, pero nunca menos capaz, es un acto de legítima defensa y de justicia contra la segregación laboral de estos nuevos inquisidores del empleo.
Cangrejo mordedor.
Cuando un empleado/a que supera esa edad se va al paro, las posibilidades de reinserción son tan remotas como el propio origen del universo