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Vamos a contar un cuento de una persona que nunca le importó hacer el ridículo o poner a su familia en evidecia con tal de conseguir sus fines, que no eran otros que pegarse la gran vida viviendo del cuento
Capítulo I: De los futbolines a Pichulín.
Erase una vez (así empiezan todos los cuentos y no vamos a ser menos), que en un barrio de Madrid, vivía con su madre y hermanos (el pradre se había fugado con otra y los había abandonado) una chica adolescente, la cual en vez de ir al colegio y estudiar como las demás chicas de su edad, andaba por los futbolines del barrio para conseguir que algunos le sufragasen sus vicios. De esta manera, según cuentan los rumores conoció al primer chico que la desvirgó, que según dicen fue un gitano de Moratalá. Al parecer este gitano, ya debió ver que no era trigo limpio la chica y nada más hacer lo que tenia que hacer la dio puerta.
Así se tiró durante unos años esta chica, hasta que un día estando en Benidorm de vacaciones, a ella y a su madre se les ocurrió una gran idea, empeñar las joyas de la madre para poder la hija aparentar e intentar "cazar" a un torero. De chica estaba bien lo de los futbolines, pero ya iba teniendo una edad y no era plan el seguir así toda la vida, así que había que apuntar más alto.
Aprovecharon que se celebraban por esas fechas unos festejos taurinos y ya se fijaron una presa: Un torero llamado "Pichulín", que tenía fama de ligón y de gustarle demasiado las mujeres. Así que la madre y la hija no lo dudaron, ese torero era la víctima perfecta para sus malvados y perversos planes.
Una vez fijada la presa y empeñadas las joyas, la chica se alicató lo más posible y empezó a pasearse por delante del hotel donde se hospedaba el incauto torero. Fue cuestión de estar paseando horas y horas, mirando todo el rato a la puerta del hotel y a las terrazas del mismo, hasta que la presa picó el anzuelo. En uno de esos instantes, el torero hizo algo de lo que seguramente se estará arrepintiendo el resto de su vida. Se asomó a la terraza y vio a la depredadora. El torero no tenía ni idea, pero la presa ya había caído.
Empeñaron las joyas de la madre para intentar cazar a un torero
Pichulín, vio que una chica rubia le saludaba insistentemente y le hacía gestos de querer algo más con él, así que este torero con fama de ligón fue fiel a sí mismo y entabló conversación con la depredadora. Pichulín, pensaba que sería otra de sus muchas y ocasionales conquistas, pero desconocía los planes perversos de esa chica y su madre.
Al pricipio, la chica se comportó como una depredadora sexual, no le importaba nada andar a escondidas con el torero ni entrar oculta en el maletero del coche a sus aposentos, el plan merecía esos esfuerzos. Mientras el torero pensaba que tenía un "rollito" la depredadora solo tenía en mente una cosa: Quedarse embarazada para sacar el máximo rédito a su diábolico plan.
Al cabo de unos meses, el plan empezaba a dar sus frutos, la depredadora se había quedado embarazada. No se podían hacer ni idea lo que se les venía encima al torero y a toda su familia.
Fin del capítulo I (De los futbolines a Pichulín)
Mañana, capítulo II (Embarazo, nacimiento y primer dinerito mediático)