¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Luciaros escriba una noticia?
Andrea Casaseca (Madrid, 1987) firma 'Sinceridad', un corto muy corto que, pese a esa brevedad, ofrece un retrato veraz y descarnado de la sociedad que nos ha tocado vivir. O, mejor dicho, nos abofetea con él. Con solo tres actores (Kiti Mánver, Javier Laorden y Gerald B. Fillmore) en una habitación, la cineasta pone de manifiesto el descalabro que ha sufrido el país en los últimos años y lo hace con humor y elegancia, sin manierismos ni estridencias: algo tan cotidiano como un diálogo familiar es suficiente para mostrar cómo lo inusual y lo corriente se han contorsionado hasta intercambiarse. Y eso produce una sociedad malsana.
Poco se puede decir de 'Sinceridad' sin revelar su final, que da un sentido nuevo a la película. Una película que comienza cuando David, un chico que apenas ha pasado la postadolescencia, debe dar una noticia de impacto a sus padres: un amigo le ha ofrecido un puesto de trabajo que considera perfecto para él. ¿Un motivo de alegría? No cuando los padres, y su otra hija altamente cualificada, están en el paro. No cuando tener un empleo se convierte en algo que hiere a los allegados y los humilla. No cuando el qué dirán se esgrime como arma frente a la familia del ocupado, que pasa a parecer inútil a los ojos de los demás. Mejor todos en el paro que mantenidos por el hijo menor y sin estudios. Mejor a los ojos de la gente e incluso de uno mismo.
'Sinceridad' es uno de los cortometrajes preseleccionados para los Goya que se entregarán el próximo mes de febrero y llega avalada por multitud de galardones nacionales e internacionales, como el Premio del Público del Fresno Filmworks Film Festival (Estados Unidos) o el Premio al Mejor Guion (también firmado por Casaseca, responsable además de la dirección y el montaje) en el Festival Internacional de Cortometrajes de Temática Social Solo Para Cortos (España), entre otros.
En definitiva, una apuesta sólida que comienza como un drama, pronto se torna en comedia y se convierte en sátira al desentrañar el núcleo del argumento para erigirse en tragedia, una tragedia revestida de humor, con la última palabra que rubrica el filme y que da sentido no solo al cortometraje, sino a nuestra amarga realidad.