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Discrepo de la decisión adoptada por el Pleno del Tribunal Constitucional, por reconocer y avalar como “matrimonio” las uniones gays y lésbicas
JAVIER DYSART
Pues yo también discrepo de la decisión adoptada por el Pleno del Tribunal Constitucional, y más concretamente de los ocho magistrados, o lo que sean, por reconocer y avalar como “matrimonio” las uniones gays y lésbicas. Vamos, que además de discrepar con el dictamen tan progresista de esos avanzados señores de nominación política, censuro, critico y discrepo con el injusto acuerdo alcanzado.
La lógica, el sentido común, y la propia naturaleza en su inspiración nos dice que el matrimonio tradicional, el normal, el que se armoniza entre el hombre y la mujer no puede ser, ni es, ni nunca podrá serlo por mucho disfraz de hipócrita tolerancia que se eche al asunto, lo mismo que la unión entre hombres o entre mujeres del mismo sexo. Es un malvado y auténtico disparate que la palabra “matrimonio” se aplique para ambos casos.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la definición exacta del concepto “matrimonio” es la siguiente: “Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”. También aclara el diccionario que, coloquialmente, “matrimonio” significa “marido y mujer”.
Desconozco los parámetros interpretativos, lógicos, éticos y morales, que han influido en el pensamiento de los magistrados, o lo que sean, para concluir que la unión entre dos personas del mismo sexo sea equiparable a la de sexos diferentes. Una de las principales metas del “matrimonio” es precisamente la de procrear. La de tener hijos para formar familia. Y para eso el creador diseñó la mecánica perfecta. Dotó a la mujer de los órganos necesarios para engendrar criaturas en su vientre, y al hombre de la herramienta precisa para poder cumplir el capítulo IX del Génesis: “Creced y multiplicaos”.
Respeto sin límite a las personas que, amparados en sus sentimientos, deciden unirse y convivir en el amor
Esto demuestra y certifica, como también lo hace el sentido común, que tan sólo la unión sexual del hombre con la mujer es la única fórmula que existe para procrear. De forma simultánea, de esa misma unión, surge una madre, de ahí lo de ‘matri…’ y un padre. Por más que se empeñen, por mucho que interpreten los miembros del Constitucional, y por muchos considerandos que expongan, tan solo crea matrimonio la unión del hombre y la mujer, del macho y de la hembra, de lo masculino con lo femenino. Para que la vida no se apague, para que todo siga, hombres y mujeres tienen que crear vidas. Es la esencia de la naturaleza verde y animal. Así se desarrolla y así cumple su misión. Por eso existen dos sexos.
Llamar matrimonio a la unión de dos hombres o de dos mujeres entre sí, es pervertir la esencia del matrimonio. El acuñamiento de la ley para reconocer como matrimonio el enlace entre iguales, respondió tan solo a una malévola y ofensiva decisión de Zapatero para molestar a un gran sector de población de convicciones cristianas.
Respeto sin límite a las personas que, amparados en sus sentimientos, deciden unirse y convivir afectivamente en el amor. Están en su libertad, y por tanto tienen que disfrutar de sus deseos afectivos y de todos los derechos civiles y sociales que el resto de semejantes. Pero para ello no es necesario bautizar estos enlaces con la palabra matrimonio.
Se pueden llamar uniones o casamientos. Así nadie se molesta.