Alrededor de las diez y media de la noche de aquél día, un vehículo marca Mercedes circulaba por la pequeña localidad de Burguillos (Sevilla) a gran velocidad, de forma descontrolada. Un vecino denunció el hecho a la policía municipal, se trataba del mono-volumen que conducía el torero, como más tarde se demostraría, bajo los efectos del alcohol. Según las pruebas posteriores, Ortega Cano casi triplicaba la dosis permitida de alcohol y conducía a 125 km/hora en una zona limitada a 50.

Una hora más tarde de su paso por Burguillos, circulando en dirección hacía su domicilio en Castilblanco de los Arroyos y en el curso de una curva, el monovolumen del torero invadió el carril izquierdo chocando contra un turismo que circulaba en dirección contraria. Tan violento fue el impacto que el conductor del turismo murió en el acto y el motor de su vehículo salió despedido contra un tercero cuyo ocupante afortunadamente salió ileso.

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El torero sufrió gravísimas heridas que hicieron temer por su vida. Tuvo que ser intervenido de urgencia y permaneció cuarenta y cinco días en la UCI. Meses más tarde, en base a los informes del equipo especial de investigación de accidentes la Guardia Civil, fue juzgado y condenado a prisión por conducción temeraria y homicidio.

Ortega Cano realmente tuvo un mal día. La misma decisión de beber por encima de lo normal y conducir después, delata un estado mental poco juicioso. Este es uno más de los cientos de casos investigados por el autor (Antonio Miguel, www.antoniomiguel.es) y relatados en su nuevo libro, Programados para morir: https://www.amazon.es/dp/B0932CX81W