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Hay colectivos sociales que de forma disciplinada o colectiva aceptan deglutir sin reservas cualquier porquería que se les ofrezca, masticar todo tipo de casquería y basura, logran con creces elevarse a la categoría de seres coprófagos, capaces de comerse su propia mierda (con perdón).
Los componentes de un autotitulado Tribunal Russell, celebrado en Barcelona del 3 al 5 de Marzo, se han sentado a una mesa con un menú exclusivo: Carne judía. Y en el fondo lo que terminan por digerir son sus propias heces, han perdido la capacidad de discernir entre lo hediondo y lo limpio, confunden el hedor con la higiene, les fascina meter sus narices en asuntos que por el maltrato con que los juzgan se convierten en malolientes. El Tribunal Russell dicta sentencia y juicio parcial contra Israel mientras acomete un festín pestilente que le sabe a gloria, a ambrosía, manjar de los dioses.
Dice el citado Tribunal mientras celebra el aquelarre de Barcelona, donde los enemigos de Israel parecen estar concentrados en cónclave funesto para celebrar una orgía típica de los pogromos más vetustos conocidos, que la situación en los territorios palestinos es inaceptable y todo por culpa de la ocupación israelí y el muro con que ha cercado y castiga a la población civil.
Que el citado Tribunal no incluya en sus deliberaciones ningún punto sobre la situación en los territorios palestinos, concretamente Gaza, mientras se la pela arremetiendo contra Israel como si la cuestión palestina fuera asunto de una parte, revela el lamentable estado al que han llegado algunos en su deriva hacia la ingesta de cualquier cosa siempre que en el plato cuando menos caiga algún tropiezo de carne judía, ¡Y sin olvidar que también hay judíos que forman parte de tan suculento festín!
Ni un solo párrafo, ni una línea, ni una sola referencia al drama que viven los palestinos de Gaza, en manos de unos desalmados y asesinos que son sus principales verdugos. Nada tiene el Tribunal que decir al respecto, pero sí y mucho sobre Israel al que dedica en su documento final 17 páginas con sus correspondientes conclusiones que elevan a instancias internacionales para su consideración y análisis. Y a continuación se han sentado a engullir lo que quedaba de la pitanza.
Son de una desvergüenza y desfachatez inauditas las referencias y análisis de la situación que dicen tratar y sólo cabe esperar cuando menos que el papel empleado para redactar las conclusiones pueda servir para mejores usos, sugiero que una vez hecha la digestión se use para asear convenientemente esa zona de la anatomía humana por donde se eliminan los restos de tan voraz ingesta porque otra utilidad no le veo. Lo peor de este hecho es que festines como el convocado por el Tribunal Russell puedan menudear, les sale barato montar la mesa y guisar un menú tan surrealista como feroz.