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A punto de cumplirse cien años del naufragio del buque insignia de la Marina Mercante Española, siguen sin aclararse numerosos interrogantes relacinados con aquel suceso, en el que pudieron fallecer cerca de 600 personas
Están a punto de cumplirse cien años de la mayor tragedia humanitaria ocurrida en los Mares del Sur hasta la fecha. Se trata del hundimiento del buque español Príncipe de Asturias, el trasatlántico más moderno de la Marina Mercante Española, frente a las costas brasileñas. En concreto, el vapor-correo de la compañía Pinillos, que hacía la ruta Barcelona - Buenos Aires, encalló fatalmente en la isla de Ilhabela, la mayor ínsula brasileña, situada en el estado de Sao Paulo. El dramático suceso tuvo lugar en la madrugada del 5 de mayo de 1916, y se estima que en él pudieron perecer unas 600 personas, la mayoría de ellas pasajeros, y en mayor grado los que poseían billetes baratos: los emigrantes, así como los polizones (una cifra indeterminada de ellos viajaban en los entrepuentes del vapor, citándose expresamente unos cien italianos que huían de la guerra). Entre la tripulación hubo porcentualmente un número sensiblemente inferior de muertos.
Todavía hoy se desconocen las causas reales del hundimiento del barco. El hecho de que todo ocurriera en el transcurso de la I Guerra Mundial, y de que la armada inglesa surcase el océano Atlántico tratando de controlar no solo la presencia de buques de guerra enemigos, sino también de buques mercantes de paises beligerantes o neutrales, como era el caso de España, introduce el primer elemento de sospecha. Hay que recordar, como recogen José Carlos Silvares y Luiz Felipe Heide Aranha Moura, en su obra 'Príncipe de Asturias. Misterio de las Profundidades' (Magma, Editora Cultural; Sao Paulo, 2006), que hubo testimonios entre los supervivientes que avalarían la teoría del torpedeamiento del barco.
Otra de las causas con la que se ha especulado tiene que ver con la fecha en la que sucedió el luctuoso suceso: el carnaval. Aunque es difícil de distinguir la verdad de la especulación interesada, algunas de las personas que salvaron su vida hablaban de la celebración de una fiesta a bordo, y de la supuesta relajación de los oficiales del barco y sus labores de control de la navegación.
La causa más probable fue la falta de visibilidad, con lluvia cerrada, y la posible desviación de la aguja de la brújula, motivado por el aparato eléctrico
No obstante, la causa que se ha apuntado como más probable del naufragio, es la de la falta de visibilidad en la zona, el mal tiempo reinante, con lluvia cerrada -hay que recordar que era de noche y no había luna-, y la posible desviación de la aguja de la brújula, motivado por el aparato eléctrico que estaba produciéndose sobre aquel área. También se apunta a la poca potencia del faro de Ponta do Boy, el referente habitual del tráfico maritimo en aquella parte de la costa brasileña cercana al puerto de Santos, próxima escala del Príncipe de Asturias, -a la que desgraciadamente nunca llegaría-, y su situación, al sur de la isla, una isla por cierto montañosa y escarpada hasta lo inverosímil que ni siquiera los indios tupis, que habitaron el resto del archipiélago, llegarían a utilizar nunca como morada. A esto se añadiría la peligrosidad de una costa llena de hostiles arrecifes, de salientes, de bajos... La unión de todo ello bien pudo producir tan dramático resultado.
Una de las víctimas de aquel naufragio sería el propio capitán del barco, el marino vasco José Lotina Abrisqueta, de 44 años, un hombre de mar, experimentado y responsable, que estuvo en el puente de mando hasta el último momento, cuando una gran hola lo arrastró hacia las entrañas del océano.