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La atención integral, la reproducción y muerte la longevidad o tránsito por el envejecimiento se concibe como una fase de vida natural, temida y en muchos países del mundo culturalmente desatendida
El pensar en el ciclo evolutivo del ser humano signado a la procreación, reproducción y muerte, nos lleva a una visión antropocéntrica desde una mirada biológica por demás corta. Se hace necesario reconocer la presencia entre la reproducción y muerte de la longevidad o tránsito por el envejecimiento como una fase de vida natural, temida y en muchos países del mundo culturalmente desatendida.
Para Guerrero, Hernández, y Rodríguez (1999), las personas a partir de setenta años de edad, entran en la etapa denominada adulto mayor o tercera edad, esto autores identifican los aspectos sociales, biológicos y cronológicos como factores que influyen en estas personas. Por su parte, las Naciones Unidas desde de Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, clasificó al adulto mayor como aquella cuya edad oscila entre 60 y 80 años, y a las personas con más de 80 años les catalogó como anciano. https://elredactorcreativo-com.webnode.es
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Se concibe el envejecimiento como “los cambios fisiológicos que ocurren en un organismo a través del tiempo”. (Organización Mundial de la Salud, 1989, p.23). Desde la perspectiva de Ballestero (1999) el envejecimiento es producto de la evolución natural e indetenible del ser humano, atiende directamente a la ley de la vida, la cual estipula que todo organismo biológico envejece; por esto, sería un error estudiar el envejecimiento como una patología, más bien, es un eslabón de la vida humana que se debe asumir como normal, por lo cual amerita ser transitado mediante el disfrute pleno, pues generalmente las personas han concretado su plan de vida y este es el momento de disfrutar las metas cristalizadas a lo largo de sus años.
La dependencia, por razones derivadas de la edad, enfermedad o la discapacidad van ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial
En este sentido, el envejecimiento se presenta a nivel individual como colectivo, de ello podríamos referirnos al envejecimiento activo como aquel que:
se aplica tanto a los individuos como a los grupos de población. El término activo hace referencia a una participación continua en las cuestiones sociales, económicas, culturales espirituales y cívicas y no sólo a la capacidad para estar físicamente activo o participar en el mundo del trabajo. Con la aplicación del paradigma del envejecimiento activo se trata de ampliar la esperanza de vida saludable y la calidad de vida para todas las personas a medida que envejecen, incluyendo aquéllas que se encuentran en situación de fragilidad, discapacidad o dependencia. (Rodríguez, 2013, p.5)
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De lo antes referido se puede dilucidar que la vulnerabilidad de las personas en esta etapa de la vida se manifiesta mediante la presencia de categorías como fragilidad, discapacidad o dependencia de estas, claro está que la soledad pudiera propender en afianzar la precitada vulnerabilidad. De esto se desprende, la importancia que tiene en la sociedad actual los sistemas de atención de personas en esta situación.
Por lo antes reseñado, es importante aclarar el concepto de dependencia, para lo cual se puede citar a Rodríguez (op. cit.), al señalar que.
La dependencia funcional fue definida por el Consejo de Europa en 1997 como la situación en la que se encuentran personas que, por razones ligadas a la falta o a la pérdida de capacidad física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de una asistencia y/o ayuda importante para la realización de las actividades de la vida diaria. Por su parte, la Ley de Promoción de Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia (LAPAD), partiendo de esta definición, entiende la dependencia como el estado de carácter permanente en que se encuentra las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal (p. 9).
La participación continua en las cuestiones sociales, económicas, culturales espirituales y cívicas no son sólo a la capacidad para estar físicamente activo o participar en el mundo del trabajo