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Perdido en un rincón de Roma, donde los turistas no se aventuran, el Museo del Otro y del Otro Lugar, el MAAM, es un reconocimiento al arte callejero y urbano en el que ocupantes, sin papeles e indigentes habitan entre instalaciones y murales.
"La policía puede llegar en cualquier momento y expulsar de aquí a todo el mundo", reconoce el antropólogo y cineasta Giorgio de Finis, promotor de ese proyecto inusual, que aloja innovadoras obras de arte, algo subversivo y perturbador.
Bajo el título "Iron and fire" (Hierro y fuego), el MAAM expone el trabajo del italiano Paolo Buggiani, que trabajó con renombrados artistas como Andy Wharol, Richard Avedon y Robert Frank, conocido por sus esculturas e instalaciones con fuego.
Para admirar las obras de uno de los padres del Street art, cuya exposición se inaugurará el sábado y permanecerá abierta hasta el 6 de diciembre, hay que adentrarse en una fábrica abandonada que fue ocupada y recorrer sus singulares espacios, entre desplazados, gitanos e inmigrantes lo que modifica de hecho la relación entre arte y vida y arte y espectador.
Ubicada en un barrio de la periferia de la ciudad, la antigua fábrica de salami Fiorucci, donde animales vivos eran transformados en embutidos, representa también otro punto de vista artístico, cultural y político.
A pocos metros de distancia del barrio popular Tor Sapienza, eje central de recientes revueltas sociales por la presencia cada vez mayor de inmigrantes, un fenómeno que ha sido llamado 'la guerra entre pobres', el MAAM se propone como ejemplo de convivencia, en donde residen unas 200 personas de varias nacionalidades, entre ellas varios italianos, gitanos e indocumentados y unos 50 niños.
El museo habitado, el "no-museo", el taller, la zona liberada del consumismo y de los críticos de arte contemporáneo, se ha ido transformado en los últimos cinco años en una suerte de "obra viviente", donde circulan artistas, residentes, ocupantes, todos unidos por un futuro incierto.
"Por aquí no pasa ni un euro", explica De Finis, fotógrafo, director de cine, autor de numerosos documentales sobre arquitectura, quien ha logrado involucrar a artistas de todo el mundo en forma gratuita.
- 'Una historia sin un final' -
"Por el momento es una historia sin un final", sostiene a la AFP De Finis, mientras pasea por ese espacio pobre, al aire libre, en el que las obras de arte son también objetos de uso diario para los ocupantes, los salones y espacios comunes han sido decorados con piezas de "anti-arte y anti-design", los paneles han sido reciclados y los murales hablan de guerra, paz, contaminación.
"Este proyecto puede terminar en tres formas: la policía nos echa y lo cierran, se apropian de todo incluso de las obras o muere feliz con el acuerdo de todos", sostiene su fundador.
Por ahora, la policía no quiere tomarse la responsabilidad de liquidar un proyecto tan inusual que además cuenta con el apoyo de artistas conocidos en todo el mundo.
Entre ellos Kobra, el brasileño que ha realizado decena de murales, quien donó el Mural por la Paz con el rostro de Malala Yousafzai y que se encuentra en la fachada del MAAM.
El artista visual italiano Michele Welke usó un ascensor fuera de uso para denunciar el arte como medio de ascensión social, cubriéndolo de oro hasta en un sus mecanismos más escondidos.
Artistas como Francesco Petrone, Mauro Maugliani, Marco Casolino, Vincenzo Pennacchi, Stefania Fabrizi, Veronica Montanino, Danilo Bucchi, los españoles Pablo Mesa Capella y Gonzalo Orquín constituyen el seguro de vida de ese refugio atípico que corre peligro de desaparecer en cualquier momento.