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Italia, cual es su nuevo juego político en la política europea
La Tecla Fértil
Desde la década de 1920, Inglaterra vivió un notable florecimiento del trabajo social religioso cuyo propulsor más destacado fue William Temple –obispo de Manchester y York que llegó a ser arzobispo de Canterbury como su padre- que cuando el Partido Laborista llegó al poder por primera vez en 1924 él organizó la Conferencia sobre Ciudadanía, Economía y Política Cristiana –COPEC- bajo la creencia de que el cristianismo debería estar en el corazón de la nación, junto a la idea de que se debía impulsar un programa social reformista y radical. Es más, la COPEC estuvo precedida de un ingente trabajo de preparación por parte de expertos sobre industria, propiedad, delincuencia, ciudadanía y política. La COPEC convocó a todos los cristianos a hacer cuanto pudiesen para hallar y aplicar un remedio al paro recurrente, a presionar con vigor para que se pusiesen en marcha planes eficaces de construcción de viviendas por iniciativa del Gobierno central o de la administración local, sobre todo para los adolescentes en paro, cuya situación quizá sea la más lamentable de todas las deplorables características actuales de nuestra vida social […] “instamos a que no se eleve de inmediato la edad para finalizar la escuela a los dieciséis años y que se reduzca con la máxima rapidez el tamaño de las clases”. Recordemos que muchas de esas ideas, devenidas del espíritu de la Unión Social Cristiana del periodo de entreguerras mundiales, fructificaron en el Estado de Bienestar que se instauró en Europa tras 1945; aunque inicialmente se tildaron de inoportunas en Inglaterra
Para acabar, la nueva religión aprovechó la gran hambruna de 1921-1922, en gran medida producida por la confiscación de víveres y semillas por parte del Gobierno, para inventariar las propiedades de la Iglesia y prohibir la ayuda de esta a los hambrientos. A la par, Trotski recibió la orden de hinchar una campaña contra la Iglesia y confiscar sus bienes, mientras Lenin presionaba para que se entregasen también los objetos de valor, esenciales para la celebración de la Eucaristía. Pero no debemos olvidar que en los muelles rusos se amontonaba una ayuda extranjera tan ingente, que los rusos no tenían transportes suficientes para poder distribuirla. Eso sí, la confiscación de los bienes eclesiásticos siguió adelante mientras Moscú declinó la oferta del Vaticano de una suma equivalente a los bienes eclesiásticos confiscados. En 1938 habían perdido la vida ochenta obispos, miles de eclesiásticos estaban encerrados en el campo de trabajo de Solovetski, un antiguo monasterio en una isla del mar Blanco, y la Iglesia era una organización casi clandestina. Los bolcheviques saqueaban las iglesias, hacían un escrutinio científico a los iconos y las reliquias religiosas, abrían los ataúdes y las tumbas eran abiertas para sacar los restos humanos, se construyeron 44 museos antirreligiosos para el fomento del ateísmo, se convirtieron las iglesias en centros seculares como cines o teatros, se dinamitó a las iglesias más grandes para hacerlas desaparecer y se organizaron contra actividades para hacer olvidar las celebraciones religiosas tradicionales. Estas atrocidades también eran parte del legado de una mitología de izquierda que se remontaba a los jacobinos. Y como ocurrió también en la Francia revolucionaria, Lenin comprobó como el culto utópico del hombre prometeico y sus máquinas, de los trenes rápidos, los tractores y la electricidad, no tenía potencial para enfrentarse a un Dios único; aunque el comunismo le elevase a la condición de Caudillo elegido por la gracia de Dios, hasta el punto de momificarlo tras su muerte y exponerlo públicamente como el san Vladimiro de la Revolución de Octubre, como dijo Robert Service.
Por su parte, el marxista Benito Mussolini llegó a ser una estrella en ascenso en el ala izquierda revolucionaria del Partido Socialista Italiano, a la par que fue nombrado en 1922 director del Avanti, el principal periódico del socialismo trasalpino. Mussolini era hijo de un herrero anarquista y una maestra piadosa que ejercía de periodista y hablaba con fluidez alemán y francés, y algo de inglés; muy aficionado al darwinismo social –Nietzsche y Georges Sorel- comenzó a disentir del marxismo porque no veía cómo conciliar el Hombre Nuevo –superior- con el igualitarismo social, las masas y la falta de elemento moral del hombre. Así, fundaría el periódico Popolo d´ Italia que, tras regresar del servicio bélico, transformó en un opúsculo político denominado Fasci di Combattimento para reunir a la élite –creada por la Guerra-, que debía regenerar la humanidad bajo una concepción semirreligiosa de la política. Recuerde usted, que la Gran Guerra destruyó el mito de la solidaridad proletaria internacional, creando las condiciones afectivas para el desarrollo del credo fascista elaborado con la experiencia de la trincherocracia, donde la sagrada pandilla vivía y moría junta. Esta vocación miliciana pronto se orientó hacia las acciones de terror a la izquierda internacionalista, en las provincias rojas como el valle del Po o la Italia Central. Así el fascismo afirmaba representar al Partido del Orden, mientras los Partidos Liberales en quiebra, se difuminaban ante un movimiento socialista dividido. Dicha estrategia pronto sería utilizada por Hitler en Alemania. En este contexto, no les extrañará si les recuerdo que, en 1921, 35 fascistas penetraron en el Parlamento “como miembros de una coalición nacional presidida por el veterano estadista liberal Giolitti, que imaginaba que podría asimilar al fascismo. Mediante acuerdos y clientelismo. Predijo así confiadamente: “Veréis. Los candidatos fascistas serán como fuegos artificiales. Harán un montón de ruido, pero no dejarán nada más que humos” . Pero Giolitti no comprendía que el fascismo no era más que una forma de continuar la guerra y de transformar sus valores en una religión civil bajo la bandera del patriotismo común, que buscaba trascender los estrechos horizontes de la política convencional de clases. El fascismo era una anti política que lo abarcaba todo bajo potentes mitos de veneración cuasi religiosa que promocionaban una jerarquía militarizada, la abolición de las distinciones entre lo privado y lo público y el uso del carnet del Partido como clave de ascenso en todos los ámbitos de la vida. El fascismo era una forma de culto al Estado o estadolatría como lo calificó Luigi Sturzo, donde los enemigos, reales o imaginarios, eran objeto del control y la violencia del Partido. Recordemos que su argumentario político afirmaba aquello de: “El puño es la síntesis de nuestra teoría”. Es decir, la razón era sustituida por la violencia en pro de una Revolución antropológica para desarrollar un hombre nuevo y un corporativismo económico, que superficialmente sintetizaba con el catolicismo social.
En 1926 el nuevo Régimen de Mussolini introdujo un nuevo calendario, donde se proclamaba el octubre de 1922 como el advenimiento del Año 1, en una evocación evidente de sus antepasados jacobinos; pero con la variante de que el Partido decidió celebrar la Conciliación con la Iglesia, olvidando su tosco anticlericalismo, para asentar su Régimen ante la amenaza roja. Es más, el propio Mussolini afirmó en 1932: “El fascismo es una concepción religiosa en la que el hombre establece una relación inmanente con una ley superior y con una Voluntad objetiva que transciende al individuo particular y la eleva a la pertenencia consciente a una sociedad espiritual” . En esta línea, evitaron la desmesura jacobina y bolchevique de crear un “Dios” propio, o la de erradicar la idea de Dios de la mente y los corazones del pueblo llano; aunque sí siguieron la tradición jacobina y bolchevique de endiosar al César como también lo haría el nacional-socialismo alemán. Dicho sistema de alianza práctica con la Iglesia bajo un caudillaje político, también llegó a España con el Régimen autoritario, que no fascista, de Franco al que Mussolini apoyó desde la sublevación militar a la que se unió, en 1936.
Pero no debemos olvidar, que la amenaza del bloque de izquierdas radicales –republicanos y socialistas- llevó a Gobiernos liberales como el italiano de 1909 a buscar la alianza con la Iglesia católica, que propició que los liberales introdujesen el sufragio universal en 1912 con el llamado Pacto Gentiloni.
Por ende, no es de extrañar que muchos expertos contemporáneos intentasen desarrollar similitudes entre los bolcheviques y las comunidades religiosas como la Compañía de Jesús.
El bolchevismo reprodujo ostensiblemente el poder del dualismo tradicional Iglesia y Estado, pero el desarrollo de la nomenclatura –estructura del Partido paralela e infiltrada en el Estado- instauró en Rusia, como afirmaba Kotkin, <<una especie de teocracia>>, donde el Estado era el responsable de la administración técnica y el Partido de la orientación global hacia la edificación de una sociedad socialista y la ortodoxia ideológica. Así, la secta mutó hasta convertirse en una iglesia hierocrática donde ni los pensamientos quedaban fuera del alcance del Partido. Las reuniones del Partido eran servicios muy ritualizados, celebrados bajo la mirada de los iconos de Marx, Engels, Lenin y Stalin –o los sustitutos locales- y repletos de banderas y demás parafernalia para desarrollar unas reuniones que eran unas extravagantes profesiones de lealtad y de fe. Y para los casos de aparición de cualquier rumor crítico contra la dirección, por haber provocado desbarajustes sociales por la industrialización intensiva y la colectivización forzosa, se practicaban las purgas, como rituales de degradación pública, en una coyuntura en la que sus posiciones internacionales -<<sociales fascistas>>- parecían perversas. La Inquisición medieval guardaba cierto parecido con el modus operandi del Partido Comunista; con la única diferencia, de que la Inquisición tenía la tortura como parte integrante, reconocida y legal, de sus actividades, y sólo los herejes que no se arrepentían eran ceremonialmente quemados. Los soviéticos jamás reconocieron públicamente el uso de la tortura y la confesión sólo te otorgaba una muerte rápida o la desaparición en los campos de concentración. Es más, en el universo soviético la confesión era el aporte de la sustancia necesaria para alimentar la quimera de las conspiraciones ramificadas, que permitía la teatralización de la existencia del mal contra el cual la NKVD está desarrollando una lucha buena, tanto como, la depuración de los cuadros dentro de la propia cultura sectaria del Partido.
Por otra parte,
. La sociedad perfecta, que deseaban los bolcheviques debía alcanzarse erradicando a cualquier cosa o persona que supusiese un obstáculo para alcanzar la nueva sociedad y el hombre nuevo. Recuerde usted la admiración de Lenin por el tratado utópico de Tommaso Campanella, La ciudad del sol, donde la familia, el dinero y la propiedad privada eran abolidos, la reproducción se controlaba por la intervención eugenésica, la gente se criaba en dormitorios comunales, todos vestían ropa blanca, la virtud más elevada era la laboriosidad, la sociedad solar era jerárquica y autoritaria… coreografiadas con desfiles, ritos y rituales. -.
.. Estas explicaciones ideológicas de la realidad eran en el fondo una deformación de dicha realidad al limitar la explicación al mundo temporal. No olvidemos que sin un código moral que emanase de algún Dios trascendente, no quedaba nada que les inhibiese ni les impidiese utilizar cualquier medio para lograr su objetivo, desde la mentira propagandística hasta el asesinato masivo, de poder traer el cielo a la tierra. La verdadera clave de la insana amoralidad que desencadenaron el comunismo y el nacional-socialismo en las sociedades donde impusieron con violencia su irreal sueño ideológico.
El izquierdista heterodoxo austriaco Franz Borkenau, habitualmente conocido por sus libros sobre la Guerra civil española, cambió su forma de pensar para horror de la izquierda. Borkenau se convirtió en un renegado al abandonar el departamento de investigación de la Komintern de la Embajada soviética de Berlín tras la subida al poder de Adolf Hitler y tras una vida de exilio –Viena, Londres, París, Panamá, España y Australia- acabó trabajando con los Servicios de Inteligencia anglo-estadounidenses en la campaña de propaganda antinazi. Es más, tras la guerra volvió al periodismo en Frankfurt y terminó siendo uno de los primeros intelectuales reclutados para el Congreso por la Libertad Cultural desarrollado por la CIA en Alemania. En este contexto, Borkenau publicaría en 1940, El enemigo totalitario, donde vinculó al marxismo y al nacional-socialismo como una forma que la izquierda consideró herética: La esencia de estos credos revolucionarios es la creencia de que ha llegado el día final de salvación, de que el fin del milenio en este mundo está cerca, de que los instrumentos elegidos por Dios deben poner fin a todas las jerarquías y refinamientos de la civilización con el fin de traerlo; y esa felicidad, esa simplicidad y esa virtud completa, pueden lograrse mediante la violencia”.
De aquí que pensase que los nacional-socialistas eran cristianos negativos en un Estado de rebelión feroz contra los principios del cristianismo y adoradores por tanto de todo lo que se considera satánico en la tradición cristiana. Borkenau llegó a preguntarse ¿Qué otra cosa era la creencia divina especial del pueblo alemán sino la idea judía del pueblo elegido transferida a Alemania? ¿Y qué era el nazismo, sino que los alemanes eran el pueblo elegido por Dios para regir y salvar el mundo bajo la tutela de Hitler, como el profeta elegido por el pueblo elegido?
. El Vaticano, Chile, Perú y Brasil criticaron abiertamente al Gobierno de Calles, mientras los Gobiernos europeos mantuvieron silencio para no poner en peligro sus inversiones en México. Ejemplo de ello fue la fría respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores británico a la situación de los católicos en México, ya que Calles se había preocupado de que los credos protestantes no fueran objeto de sus acciones anticlericales. Eso sí, los Estados Unidos no dudaron en apoyar al Vaticano para rebajar las agresiones del Gobierno de Calles. Y fue realmente el buen hacer mediador del Embajador estadounidense Dwight Morrow el que permitió que se reanudasen los cultos religiosos, el derecho a recibir instrucción religiosa al menos en las iglesias y el derecho de los clérigos a solicitar la reforma o la derogación de cualquier ley como ciudadanos rehabilitados, cuando Calles fue sustituido de nuevo por Obregón.
La izquierda latina e italiana en una encrucijada ante embestida del papa francisco
No olvidemos que, el Frente Popular en el que se unieron todas las izquierdas españolas, por obra y gracia de la Internacional Comunista dirigida desde Moscú, convirtió el primer experimento democrático de España en un Gobierno anticlerical y revolucionario, que en la Constitución de 1931 excluyó a la Iglesia de la educación, limitó sus derechos de propiedad e inversiones, prohibió a los jesuitas, legalizaron el divorcio y el matrimonio civil, obligaron a pedir un permiso oficial para cualquier celebración religiosa, nacionalizó las propiedades de la Iglesia en una ley suplementaria de 1933, secularizó los cementerios, gravó al clero con impuestos, tomó medidas contra las obras de beneficencia de la Iglesia católica… Así convirtieron a España en uno de los lados del terrible triángulo, junto a Rusia y México, cuyo objetivo era erradicar la religión; y el dirigente socialista español Manuel Azaña pudo aclarar que las leyes de 1931 habían hecho que España hubiese dejado de ser católica. En estas circunstancias no se sorprenderán si les digo, que la opinión católica abrumadoramente se alineó con el conservadurismo español, que, con estas leyes anticlericales y su programa político revolucionario, consiguió que en 1933 Gil Robles uniese a unos cuarenta grupos derechistas en la denominada, Confederación Española de Derechas Autónomas, -CEDA- que también atrajo mayoritariamente el voto de la mujer, que permitiría en el periodo que estuvieron en el poder durante la II República.
En este contexto, las elecciones de febrero de 1936 le concedieron una mayoría relativa al Frente Popular que se negó a participar en un Gobierno burgués que, tras el asesinato político de Gil Robles, jefe de la CEDA, hizo estallar un Golpe de estado militar que derivó en una Guerra civil que duró de 1936 a 1939. La izquierda revolucionaria española –comunistas, anarquistas, socialistas…- contestaron desarrollando “el mayor ejemplo de violencia anticlerical de la historia moderna” a manos de delincuentes y presos políticos amnistiados por la II República. Para que se hagan una idea, entre julio y diciembre de 1936 los republicanos asesinaron a casi siete mil eclesiásticos, 4.000 de ellos fueron párrocos diocesanos, 2.365 hombres del clero regular, 283 monjas y 13 obispos. Estas cifras*, como señala el profesor Burleigh, llegaron a eclipsar a las atrocidades anticlericales de los jacobinos. Y no olviden que el clero no colaboró en el levantamiento militar español. casi sin hacer prisioneros entre las tropas republicanas, cosa común en ambos bandos, tanto como que la cúpula militar del Golpe no era muy religiosa. El General Cabanellas era incluso un masón liberal de corte moderado, Franco sólo dio muestras de fervor católico tras su matrimonio con Carmen Polo y el General Mola se acordó de la religión cuando comenzó a dar discursos radiofónicos para alentar el levantamiento popular.
Tampoco debemos olvidar que el Vaticano siguió reconociendo a la II República, e incluso llegó a no otorgar acreditación a los enviados de los nacionales, durante el levantamiento, aunque Pío XI deplorase públicamente, el eje del mal que se extendía desde Rusia, España y México, o el Cardenal Gomá denunciase la existencia de una conspiración de la Komintern para hacer de España una República comunista.
El presidente Vladimir Putin, logro descobajar todos estos movimientos políticos y religiosos y direccionar a Moscú a una iniciativa de producción y trabajo para empoderar a Rusia del mejor estandarte de la bandera, su fe en la sociedad, alejando los dogmatismos de trabajo religioso que crea vagos a los verdaderos valores de cristianos y bíblicamente declaró, Dios creo hombre y mujer a la par de Donald Trump, hecho histórico que regocijo el Espíritu de Dios que es la palabra y la misma expresa: “ Escrito Esta”
Durante la II Guerra Mundial el Imperio Británico pudo in extremis evitar la invasión de las islas bajo el mando de Winston Churchill. El primer ministro era un hombre religioso muy peculiar, pues como llegó a decir, prefería apoyar a la Iglesia desde fuera a modo de arbotante. En este sentido cuando se acercaba, la <<batalla de Inglaterra>> afirmó que esa batalla era crucial para la supervivencia de la civilización cristiana tanto como para evitar que Europa se hunda en el abismo de una nueva Edad Media, que será más siniestra y más prolongada por la acción de las luces de una ciencia pervertida. Prueba de la fidelidad de estas palabras la tenemos en Polonia donde, crucificada entre dos ladrones, se pudo ver como nacional-socialistas y comunistas compitieron por erradicar el cristianismo.
Con la invasión de Polonia facilitada por la alianza totalitaria de Hitler y Stalin; Pío XII tuvo que crear la Comisión Pontificia de Ayuda para proporcionar alimentos, albergue y ropa a las muchedumbres de refugiados desesperados de polacos que se esparcieron por toda Europa, así como reactivó la Oficina de Información Vaticana para reunir a las personas separadas por la invasión. Esta Oficina, en paralelo a la Cruz Roja Internacional, atendió y localizó a dos millones de prisioneros de guerra; y Radio Vaticano llegó a emitir 30.000 mensajes mensuales para localizar a personas desaparecidas. Dicha labor fue extendida a Grecia y al norte de África cuando italianos y alemanes comenzaron sus invasiones. La Santa Sede también organizó la creación de comités nacionales de ayuda para facilitar la emigración a los judíos bautizados. En este punto destacó Brasil que concedió tres mil visados. No olvidemos que Pío XII afirmó en su encíclica Summi pontificatus de 1939 la unidad esencial del género humano citando el pasaje de Gálatas 3, 28: <<Ya no hay judío, ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús>>. Hitler clamó contra los mensajes de Pío XII denunciándolo públicamente por haber abandonado toda pretensión de neutralidad al denunciar los crímenes y deportaciones masivas que tenían lugar en la indefensa Polonia. Es más, uno de los episodios menos conocido de la resistencia católica al nacional-socialismo comenzó, cuando a finales de 1939 el abogado bávaro Josef Müller, miembro de la inteligencia militar germana en asuntos italianos, estableció contacto en sus continuos viajes con Ludwig Kass, exiliado al cargo de la Basílica de San Pedro, que servirían para encubrir los contactos de la resistencia conservadora alemana con los representantes de las potencias occidentales. En este contexto, el secretario de Pío XII, el jesuita Robert Leiber, informó al Gobierno británico de la intención de este grupo de dar un Golpe de estado tanto como, de sondear si Gran Bretaña lo apoyaría si tuviese éxito. El Papa se involucró personalmente en esta conspiración al comunicarle al Embajador británico en el Vaticano, D´ Arcy Osborne, que había mantenido una reunión con varios Generales alemanes –entre ellos al General Ludwig Beck viejo amigo suyo– donde se pidieron garantías, de un acuerdo de paz honorable mediante la restauración de Checoslovaquia y Polonia, la permanencia de la unión de Alemania y Austria y la formación de un Gobierno federal democrático y conservador.
Los cristianos alemanes tuvieron que enfrentarse al hecho, de que una religión política había conseguido confundirse con la identidad, la historia y el destino de la nación; recordemos que los reformistas no tenían ninguna jerarquía religiosa protestante, ni recursos teológicos suficientes, que se pudiera oponer a la opresión del nacional-socialismo. Bien es verdad, que el teólogo suizo Karl Barth, que enseñaba en Bonn, redactó la declaración de Barmen donde fue uno de los pocos que alzó su voz contra la pretensión del Estado, de ser el orden único y totalitario de la vida humana, así como las pretensiones de los cristianos alemanes de integrarse dentro del Estado nacional-socialista. Pero la mayoría protestante se inclinaba por pastores como Martin Niemöller que en sus sermones a su congregación de Dahlem afirmaban, que los judíos han sido la causa de la crucifixión de Cristo y portan esa maldición porque sus padres rechazaron el perdón. Por otra parte, el clero anglicano fue total y profundamente hostil al Totalitarismo tanto como a las ideas raciales germanas. En este sentido, el obispo conservador Herbert Hensley Henson destacó por ser el más franco cuando afirmó, que los nazis eran pederastas neopaganos, los fascistas unos matones o que si un italiano patriota matase a Mussolini o un alemán en pro de la moral más elemental matase a Hitler, él les daría sepultura cristiana sin vacilación.
En este contexto, debemos recordar, aunque no sea políticamente correcto, que Sigmund Freud tras sus escritos contra la religión, terminó en 1938 reconociendo que la Iglesia católica fue la que alza una poderosa defensa contra la expansión de este peligro [totalitario] para la civilización; y en una segunda carta a su hijo añadió la esperanza de que la Iglesia católica es muy fuerte y ofrecerá una resistencia firme. O que Albert Einstein dijo en la revista Time que “sólo la Iglesia se mantuvo firme frente a la campaña de Hitler por ocultar la verdad. Yo nunca había sentido antes ningún interés especial por la Iglesia, pero ahora siento una gran admiración por ella, porque ha sido la única que ha tenido el valor y tenacidad para defender la libertad moral y la verdad intelectual. Me veo obligado a confesar que lo que en otros tiempos desprecié lo alabo ahora sin reservas” .
Desgraciadamente la oportunidad se perdió. Pero el Papa de Hitler siguió en contacto con esta organización y cuando fue informado en marzo de 1940 de la fecha de la ofensiva en el oeste, pasó de inmediato la información a Londres y París para desbaratarla.
El irracionalismo que la razón dibujó en las fantasías nacional-socialistas permitieron la concepción de Europa, como una tabula rasa donde experimentar el nuevo orden alemán, donde se eliminaron las Iglesias, se prohibió la enseñanza religiosa, se segregaron las razas, se internó a 1.700 sacerdotes en Dachau, se creó un campo especial para monjas, se prohibió a funcionarios y profesores del III Reich pertenecer a ninguna Iglesia, se desarrollaron programas médicos para la eliminación de la vida indigna y la esterilización eugenésica… para poder implantar las tendencias cientificistas y apocalípticas de la nueva profecía que contrariaban todos los derechos positivos y naturales del ser humano, como denunció el Santo Oficio el 6 de diciembre de 1940.
En esta línea, el célebre obispo August Clemens Graf von Galen de Münster, ante los embargos eclesiales de la Gestapo en 1941, comenzó a dar una serie de sermones en Pro de la justicia y denunciando los asesinatos eugenésicos del III Reich como signo del materialismo repugnante contra el orden moral, en el que se cimentaba la sociedad. Y gracias a ejemplos como este, poco a poco, se fue conociendo la profundidad de las atrocidades hitlerianas y el presidente norteamericano Theodor Roosevelt acordó con Pío XII que trabajase en la neutralidad italiana.
Así que estos países son responsables del mundo de hoy y se aprestan a entrar al nuevo orden mundial.