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Todos hemos conocido el escándalo mediático levantado por unas fotos comprometedoras del P. Alberto Cutié, un sacerdote de la archidiócesis de Miami. ¿Acierta o se equivoca al levantar semejante polvareda?
Hace unos días estalló la polémica. El Padre Alberto Cutié, sacerdote muy conocido en los medios de comunicación hispanoamericanos, era sorprendido junto a una mujer en posiciones un tanto comprometedoras por unos papparazzi que le tomaron fotos en las playas de Miami.
El Padre Alberto Cutié dirigiía Radio Paz en la archidiócesis de Miami, además de haber colaborado en múltiples programas de televisión, como "Hablando claro con el Padre Alberto" entre otros. Hasta ahora no se le había conocido ninguna inclinación que pusiera en duda la fidelidad a su ministerio, por lo que la noticia ha resultado aún más sorpresiva. Por el contrario, ha sido siempre una persona de formas tradicionales, defendiendo los valores morales de la Iglesia Católica con convicción y seriedad.
Obviamente, la polémica está servida entre los partidarios del Padre Alberto y los detractores, entre los que defienden el celibato y los que lo atacan, entre los católicos y los que no lo son.
¿Qué posición podemos adoptar ante esta situación? ¿Es correcto el proceder del Padre Alberto o no?
Cuando él se ordenó sacerdote, lo hizo libremente, y sin coacción alguna hizo su promesa de celibato, que significa el hecho de comprometerse a no casarse. Así lo exige la Iglesia católica a todo el que quiera acceder al sacramento del orden sacerdotal.
Nadie está obligado a ser sacerdote, pues este sacramento no es necesario para la salvación. Se puede ser católico honrado, santo en toda su vida y entrar al gozo del Señor plenamente sin necesidad de este sacramento.
El Padre Alberto libremente hizo su promesa de celibato, igual que libremente muchas parejas optan por casarse por la Iglesia en muchos lugares del mundo. Son dos opciones distintas de vida que deben asumir sus respectivas obligaciones y cargas.
Ahora el Padre Alberto descubre que necesita formar una familia, lo cual lo pone en la diatriba de tener que elegir entre su ministerio y la vida matrimonial. Dado que no existe ningún perjuicio de tercero, si él lo solicitara, obtendría la llamada "dispensa" para poder recibir el sacramento del matrimonio, pero ese mismo acto lo inhabilitaría para el ejercicio del sacerdocio dentro de la Iglesia católica de rito latino.
Esta es la vía que muchos sacerdotes toman cuando ven que no encuentran la felicidad en la vida celibataria que llevan. Pueden obtener la dispensa, pero no ejercerán más el sacerdocio.
¿Cómo ha obrado el Padre Alberto?
Él debe saber que estas polémicas hacen mucho daño a la Iglesia católica.
Hablemos de lo que sabemos: él se ha dirigido a unas playas donde se sabe que existen peridistas apostados permanentemente para registrar la llegada de famosos y ha tenido unas actitudes muy cariñosas con su acompañante femenina.
Lógicamente esto ha provocado el revuelo social: entrevistas, fotos, videos, polémica, encuestas para ver lo que opina la gente. Todo el mundo se cree en su derecho de decir a la Iglesia católica lo que debe hacer con su disciplina sacramental.
Todo este revuelo no es necesario para dejar el sacerdocio y contraer matrimonio, que puede hacerse de manera discreta y prudente. Armar revuelo equivale a decir "voy a morir matando", voy a irme, pero voy a armar un jaleo impresionante con el fin de justificar mi postura.
Él debe saber que estas polémicas hacen mucho daño a la Iglesia católica, porque mucha gente opina de lo que no conoce, ni de las razones del celibato, ni de su sentido en la Iglesia. El celibato, en primer lugar, no se impone a nadie; es un compromiso libremente asumido por quien quiere parecerse íntimamente en su vida a Cristo, que fue célibe en su vida terrenal. Como compromiso libre que es, debe respetarse.
¿Debe imponerse a todo sacerdote en la Iglesia católica? Hasta ahora no se ha demostrado que en los ritos donde existen sacerdotes casados no existan problemas, ni existan falta de vocaciones. Es decir, las supuestas bondades de los sacerdotes casados están por demostrar.
Lo que sí está claro es que el Padre Alberto ha tomado, a mi juicio, un camino equivocado: él tiene la posibilidad de rectificar su vida y puede hacerlo, aunque le suponga renunciar a su ministerio y romper su promesa de celibato. Bien, hágalo, pero no levante una polvareda que terminará por cegar al más débil.
No pretenda convencernos de que, porque usted se ha enamorado, el celibato ya no tiene sentido para miles de personas que lo viven honestamente por todo el mundo.
Las personas podemos equivocarnos, pero nuestras decisiones nos reportan responsabilidades que debemos asumir, para bien y para mal. Y nuestras decisiones nos limitan: el que se casa y se da cuenta de su error, puede separarse de su cónyuge, pero no podrá volverse a casar.
Se rumorea que la mujer de la que se ha enamorado es divorciada, lo cual vendría a alimentar el fuego del morbo alrededor de este asunto. Verdaderamente lamentable.
De hecho en sus últimas declaraciones para el programa "The Early Show" de la CBS, el Padre Alberto reconoce su error por el procedimiento utilizado para dar a conocer su situación, asumiendo la responsabilidad por lo que ha hecho.