La Noche Perdida comienza en la sala Shôko de Barcelona. Justo en la entrada del local ya se ve una larga cola de los lostis más fieles que quieren asistir al evento. Se oyen las olas del mar romper contra la costa, al más puro estilo de la serie, se celebra la fiesta. No podía ser otro sitio. No podían estar sin la playa. Eso sí, sin la posibilidad que aparezca algún hostil que acabe con el ambiente, la tranquilidad y la cuenta atrás para The End. Ahora ya es un lugar seguro. Todo está preparado para vivir el final más esperado para todos los fans de esta serie “la mejor de la historia” afirman todos.

Shôko se ha convirtido en una estación más. Esta no es otra que la estación El Espejo. El logo de la iniciativa aparece en la puerta del local. Perfecto para una sala que, al entrar en esta “estación Dharma”, hay que bajar, sumergiese en el mundo de Lost. Las chapas con frases o eventos característicos de la serie, regalo de la sala, se ven en todas las solapas como Lost University o We Have Go To Back. Otro universo, uno paralelo al mundo real, se está viviendo en la “estación”. Unas siete pantallas emiten constantes imágenes como flashes sobre la serie, sus personajes y símbolos. Quien no conociera lo que se estaba cociendo en la sala podía pensar que se estaban volviendo locos todas esas personas. Todo pasaba a la velocidad de la luz como si de anuncios subliminares de trataran. Aunque todos los fans sabían a qué capítulo, a que parte, en qué momento ocurrió todo. Al principio los lostis estaban parados, de pie frente a las pantallas, con cara de incredulidad, “todo acaba, faltan pocas horas” comenta Alexander a la vez que cuenta las horas que faltan para el final, para la depresión “Lost-traumática”. Este chico, fan incondicional de la serie, no se había perdido ni un detalle y él se convirtió en protagonista en buena parte de la fiesta. Vestido con un mono marrón claro y con el logo de Dharma. Era un operario de la iniciativa que estaba de relax en la fiesta. Las cámaras de Fox, Cuatro, los de Lost Day y de los propios fans no dejaban pasar la oportunidad de fotografiarle. Orgulloso, feliz y “flipando” estaba Alex.

La hora del concurso de disfraces llegó. A la vez aparecen una virgen María con las bolsitas de cocaína en la cabeza, aquellas vírgenes que Charlie rompía para saciar su adicción a esta sustancia, además estaban Claire aún embaraza, una Kate a quien dispararon hacía pocos días, Hugo con su voluminoso cuerpo, su pelo rizado y sus cascos para la música acompañado de Sayid, el chico de la Guardia Republicana Iraquí y que pertenecía al equipo de torturas. El Humo Negro que a tantos mató, que a tantos trajo de cabeza, no podía faltar a esta cita. Era el final de todo y también el suyo. Otros personajes también estaban ahí. John Locke, el más odiado por siempre ser contrario a lo que los compañeros decían, por creer que la isla lo estaba llamando, tampoco faltó. Estaba presente con sus ganas de sobrevivir en ese mundo.

Alex estaba en el concurso, lo llamaron de los primeros y no se podía creer lo que le decían. Subió al escenario reservado para el concurso. Todos saltaban, les hacían fotos y disfrutaban como los que más. Los ganadores de los packs de Lost fueron la virgen María y Alexander quien no podía creerse que hubiese ganado y tuviera el regalo. Cuidándolo como un tesoro y siendo, aún más fotografiado, sonreía: “Que fuerte.─ grita asombrado y con los ojos bien abiertos─ ¡Es increíble!”, con el paquete de cereales en la mano.

La despedida llegó en manos del director del Festival de cine de Stiges, Àngel Sala: “Gracias a Jeffrey Jacob Abrams [J.J. Abrams]. ¡Larga vida!” Y la sala estalló en aplausos.