El Debate del Estado de la Nación deja de nuevo al descubierto las vergüenzas de nuestra política
No sé para qué hacemos un debate sobre el estado de la nación. En serio, me parece una pérdida de tiempo. Usted imagínese que tiene una tubería que no para de perder agua en su casa y llama a su seguro para que le solucione el problema. La compañía en cuestión manda no a uno, sino a un montón de fontaneros y fontaneras que, de repente, empiezan a tirarse las herramientas a la cabeza y a discutir por lo mal construida que está la cañería en cuestión. Para cuando han terminado, sin llegar a ningún acuerdo, sus vecinos del primero y del segundo ya no tienen un piso de tres habitaciones, sino una piscina olímpica de cuatro metros de profundidad separada por un tabique. Sería absurdo, ¿verdad? Pues esto es lo mismo, sólo que los fontaneros son los políticos y España es la tubería.
Dejando a un lado las metáforas, esta quedada de amigos en el Congreso ha sido el momento perfecto para lanzar desde la tribuna frases precocinadas más preocupadas por buscar el golpe de efecto que el trasfondo. Como cuando se te ocurre una tontería muy ingeniosa y buscas con urgencia el móvil para compartirla en Twitter y darte un baño de multitudes con los retuits de tus seguidores.
Sin duda, el gran descubrimiento en esa faceta ha sido Pedro Sánchez. El referente del nuevo socialismo, que transita con futuro incierto a medio camino entre Casa Labra y el PASOK griego, ha sido el que se traía mejor aprendida la lección de casa. Es posible que su propio partido sea como el Cluedo, un lugar en el que vuelan los cuchillos mientras se desconoce al asesino, pero él ha decido tirar de su pasado en el Estudiantes y empezar al lanzar triples como buen alero.
Su “rescue en inglés, señor Rajoy, significa rescate”, quizá haya sido el punto álgido desde que se hiciera con la secretaría general. Sánchez venía armado hasta los dientes contra su máximo oponente –usando artillería pesada como los mensajes con Bárcenas o las conferencias por plasma-, pero da la impresión de que tras tanto fuego de artificio y tanta réplica milimetrada, falta autocrítica para superar las propias contradicciones.
El que estuvo sembrado fue Mariano, tirando de clasicismo e izando la bandera del “… y tú más”. Quizá no sea la estrategia más elaborada, ni la más argumentada, ni la más fiable, ni la más recomendable, pero al menos hay que reconocer que es práctica. Mi hermana siempre la usa cuando le quiero echar una bronca por llegar tarde a casa y me calla la boca sistemáticamente, así que es mejor no menospreciarla.
El Presidente, eso sí, tuvo un patinazo metafísico en su discurso de apertura. Según él, “los españoles estábamos obligados a soñar con un futuro que no existía” mientras que hoy “el futuro ha llegado y estamos dejándolo atrás”. Si el futuro no existe, no llega, y si hoy es hoy, no estamos dejando atrás el futuro. Digo esto porque si no somos capaces de salir de la puta crisis, no nos vamos a poner a reformular la teoría de la relatividad y a reflexionar sobre el magnetismo y el vector cuadripotencial…
Si no somos capaces de salir de la puta crisis, no nos vamos a poner a reformular la teoría de la relatividad y a reflexionar sobre el magnetismo y el vector cuadripotencial
Alberto Garzón, otro que tiene una guerra civil -figurada- en su propia casa, fue la nota que más se acerca al aprobado. Su discurso tuvo descaro y fue directo, aunque por hacer de abogado del diablo cabe preguntarse si él sería capaz de superar su propio examen en caso de que tuviera posibilidades reales de pisar La Moncloa.
De los demás, destacar que:
-Rosa Díez ya es más antisistema que los de Podemos, porque dice que no reconoce ni al Presidente.
-Bárcenas estuvo más presente en el debate que un 75% de los que ocupan un escaño.
-No hay corrupción, hay un desaceleramiento del cumplimiento de la legalidad.
-Aunque no tengamos muy claro el concepto de lo que es España en relación a las autonomías y el modelo de estado, ya hemos dado un paso hacia adelante: Amaiur, Coalición Canaria, CIU, Geroa Bai, BNG, PNV y el resto de partidos se han puesto de acuerdo en algo, aunque sólo sea para asegurar que el discurso de Rajoy es triunfalista.
Y ahora sí, vayamos a lo realmente importante. A la gran heroína de este debate, a una mujer que ha mirado a los ojos al peligro y ha hecho comentarios jocosos a su espalda: Celia Villalobos.
Y lo digo totalmente en serio, porque a pesar de haber acumulado críticas en cantidades industriales, ella ha sido la única capaz de afrontar en sede parlamentaria un problema que nos afecta directamente a todos los españoles por igual: ¿cómo cojones pasamos al siguiente capítulo del Cundy Crush sin tener que completar las tres misiones? Y digo Cundy, y no Candy, porque viene del latín, cunda, cundae, cundir.
En fin, que España ni tiene más soluciones ni menos problemas después del debate del estado de la nación. O lo que es lo mismo, que para 2016 podemos poner a los Teletubbies y así, por lo menos, tendremos un final feliz con un abrazo fuerte.
Esta quedada de amigos en el Congreso ha sido el momento perfecto para lanzar desde la tribuna frases precocinadas más preocupadas por buscar el golpe de efecto que el trasfondo
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