Conteo la cadera dos tres veces al día pero parece que una debe haber sobrepasado ya la sensata juventud porque carlos simplemente se queda mirando al suelo intentando caminar casi a la paticoja evitando posar el pie entre los empalmes de las baldosas de manera que no me queda más remedio que desistir y le digo ya está otra vez los zapatos que me mastican la planta del pie izquierdo que no me dejan caminar y por lo tanto no queda más remedio hay que volverse a casa
sin embargo me apetece creer que aún me queda parte de esa inspiración que prende en los deseos ajenos y que alguna que otra vez se traduce en miradas sonrojantes provocadoras aunque comúnmente de cualquiera menos de mi marido que ha decidido al parecer ocupar y aceptar su pasividad y por lo tanto la mía
ayer por ejemplo tuve que evitar exhibir mis caderas delante del público o mejor dicho delante de sus narices intentando no atraer sus clásicos de la literatura oral es decir la cantinela del estoy cansado y poder así batirse en retirada pero no esta vez yo sonreía ajena mientras el dedo índice se me enredaba en el pelo y caray no sé su nombre pero caray
ayer por ejemplo mis caderas funcionaron como sostén andamio también como cinturón de castidad pero no puedo decir lo mismo de mis pechos ombligo labios todo era estrategia señalando acusando los ojos de él y aunque no recuerdo su nombre sé a ciencia fehaciente que era él tercera persona de un no tan singular todopoderoso masculino y yo sonreía con descaro y con los labios y entonces carlos qué todavía resiste la planta y yo qué planta pensando claro en la octava planta de un hotelito íntimo privado pero rápidamente mi marido cual va a ser la del pie izquierdo y yo oh claro dicho así a la ligera con una sonrisa en la boca y un rizo en el intuitivo dedo
esta obscuridad sirve de pretexto para la bienvenida de la noche y entonces mi marido que inequívocamente arruga los párpados la almohada como queriendo ignorar estos crujidos inconscientes que nacen de esta también mi obscura plataforma de deseo y entonces caen uno a uno todos esos suspiros inconscientes y toda la consciencia del lívido sumergiéndose sobre esta piel tan excitable y alerta y la lamparita sigue bronceando este extraño rizo que se balancea por mi frente y por su orgullo
carlos las siete dieron las siete arriba otra vez el despiertasueños se nos ha dormido pero sin embargo él mi marido sigue arrullado en blanco silencio parapetado creyendo muy en serio la probabilidad de que yo pueda despertarle media hora treinta incómodos minutos antes del desconsolador amanecer de su rutina y yo claro excusas más excusas son todo excusas anoche tardé tanto en quedar traspuesta y seguramente fue eso y de hecho puede decirse que el insomnio del deseo me confundió con la tercera persona del no tan singular casitodopoderoso masculino ese muchacho de ayer que me mantuvo en vigilia porque ambos él y yo nos confundíamos en primeras personas del plural pero claro esto último me lo callo ya pasará fue tan sólo otro ataque de lívido
sí claro respondo mientras el rizado flequillo termina por enredarse entre mis hábiles dedos llenos de torpeza
sí desde luego a las diez en punto clavadísimas estaré yo también allí contigo
sí exactamente aunque no sé cómo hiciste para conseguir este mi número pero cuelga hasta luego sí yo también pero no me salgas tan goloso ya tan pronto cuelga hasta luego
entonces cuelgo el auricular y descubro a carlos acechando a mi espalda y con esfuerzo dice también hasta luego sin la tranquilidad que le tranquiliza y lo sé ahora en este preciso instante el orgullo golpea más que nunca
no son las diez todavía pero mi cintura baila entusiasmada entre las piernas invisibles frágiles masculinas de él y no evito sonrojarme no de pudor claro porque como dije todavía no son las diez y tiempo habrá de falsa inocencia
podría decir no puede ser llueve como deseando humillar estos rizados pensamientos podría decir cómo pudo pasar pero si olvidé el papel con la dirección mi destino puerca memoria y ya serán las diez y mi cita dónde estará él dónde me dijo claro también podría decir qué mala suerte seguro dejé la dirección sobre el colchón esperanzado de la cama y carlos no creo pero seguro llegará y cogerá la dirección y adiós todo podría decir qué mala suerte quieta la cadera no hay nada que hacer pero sin embargo suspiro y espero aquí bajo la lluvia espero porque no es cierto no es casual no lo olvidé sólo preparo el cartucho
la tormenta ha sobrevolado ha conquistado mi soledad y las diez se cumplen mientras el eco de los charcos germina bajo la planta de los pies
podría decir regreso qué remedio pero no hablo diríase que incluso sonrío dejándome arrastrar por semejante complot de la cadera pechos ombligo labios
entro en la habitación me sigue de cerca el silencio y éste lentamente me desviste transforma cada escalofrío mío por una caricia suya y él carlos respira al fondo junto a la cama junto a la olvidada dirección pero sobre todo junto al orgullo éste más aferrado a sus dedos que las uñas
sé me dice carlos sé de donde vienes y yo de cerca con mi silencio
quiere decirlo pero espera
por qué pregunta y suena en sus labios masculinos como un milagro por qué como midiendo la flaqueza lejanía de mis piernas por qué como si no hubiera más camino que la resignación por qué y el colchón pavoneándose frente a nuestra insensata indiferencia y por qué dice por qué repite por qué
puedo decir ya está game over pero sin dudarlo me acerco como un suspiro y me dejo resbalar entre sus brazos masculinamente derrotados ya sin orgullo bien lejos de la olvidada dirección que estorba a un lado con la cama impecablemente desordenándose como un regalo con demasiado envoltorio
por fin puedo decir por fin puedo gritar por fin
no entiende cuánta insensata juventud cabe entre mis caderas no digamos en otros lugares no entiende si debe decir infidelidad o desliz o torpe olvido pero por supuesto debe decir algo
de verdad no entiende que una esposa alcance cierta perfección criminal en eso de fabricar posibilidades no entiende que puede llegar un momento en que da lo mismo si hay que inventar direcciones o imaginar amantes no entiende que una esposa yo misma quiera inventarse una sonrisa mientras el dedo índice va enredándose entre algún mechón de pelo no entiende el marido carlos que una esposa es decir yo misma pueda despertar a propósito media hora treinta incómodos minutos antes sobre todo cuando la realidad la verdad es que así treinta minutos antes no sólo se incomoda sino que obliga a levantar sospechas y más sobre todo si se contesta a un teléfono vacío sí desde luego a las diez en punto clavadísimas bien en voz alta no vaya a ser que carlos no escuche bien
por lo tanto puedo decir que él carlos mi marido no entiende muy bien cómo ha podido pasar pero me sigue con el tacto y puedo podemos intuir otra vez de nuevo la posibilidad de aquella insensata juventud porque mi marido carlos ha decidido ya con los pantalones descendidos al parecer desocupar y desechar su pasividad
y por lo tanto
menos mal
la mÃa.
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