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13/09/2022

Ese día, harían pato a la naranja, pero ella no comería…

LA MUJER DEL PATO A LA NARANJA

 

Ese día, harían pato a la naranja, pero ella no comería….

Salió de la casa donde vivía (porque nunca fue su casa), justo a las 7:40 am; un minuto más y la dejaría la escalera. A las 7:55 am llegó a la plaza de mercado. En la calle contigua a las carnicerías, estaba parqueada la escalera – o chiva – que iba rumbo a Pueblo Nuevo.

Vestía como todos los días, un jean azul, botas negras y una camiseta con el logo del programa en el que trabajaba; a sus espaldas el morral azul de le’sportsac que guardaba su billetera, algún material didáctico, su Nokia 1100 y un discman con un cd adentro de Silvio Rodríguez, unos audífonos negros y una botella de agua.  Siempre se hacía una cola de caballo y aunque fuera para el campo, se maquillaba, suave, pero no faltaba.

Se subió a la escalera a las 7:55 am, tomó su puesto justo al fondo, en la sexta fila. Le gustaba recostar su cabeza y mirar el camino. En su alma, guardaba el placer de hacer su trabajo junto a la soledad que la inundaba en esos días de su vida...

El día transcurrió como todos los días de lunes a viernes. Llegaba a la oficina, se reportaba y luego salía para alguna vereda, donde un grupo de campesinos la esperaba para escucharla hablar de desarrollo comunitario y mecanismos de participación ciudadana… A algunas veredas iba en carro, por carreteras destapadas, y a otras tocaba a caballo, hasta dos y tres horas monte adentro.

Aprendió a montar cualquier bestia (como le dicen los campesinos al caballo), y en esas largas y calurosas caminatas, pensaba, escuchaba su música favorita, atravesaba riachuelos y portillos, halaba las riendas del caballo para frenarlo y las soltaba para que el corriera un poco. Aprendió en esas largas y calurosas caminatas, que el silencio habla de hermosas maneras y que a la soledad tocaba amarla para que no se la comiera….

¿Cuál es el pato a la naranja que tantas mujeres no se pudieron comer, porque un Jaime quiso invisibilizarlas?

El día transcurrió y se hizo tarde y ya era hora de tomar la escalera de las 6:00 pm, para volver a la casa donde vivía….

Llegó de noche, sobre las 7:20 pm más o menos, tenía hambre. En la casa, Jaime había preparado un pato a la naranja, que seguramente estaba delicioso, como todo lo que él cocinaba. Ella animada con el olor que ahogaba la casa, entró y fue directo al balcón, se sentó a la mesa y saludó alegremente al juez del pueblo que estaba de visita. Echó un vistazo al mar que estaba a su derecha, respiró el aire y sonrió plácida… Dos minutos después arrimó Jaime, con dos platos de pato a la naranja en sus manos, ¡que rico olía!. Ella no alcanzó a levantar sus manos cuando Jaime seca y naturalmente le dice: - ¡para usted no hay!

El juez atónito, ella avergonzada, Jaime sentándose y metiéndose una cucharada en la boca. Ella sonriendo forzosamente. Se paró, fue a la cocina y lo más parecido a un pato, fue el huevo frito que acompañó con arroz blanco… Comió porque sentía hambre, humillación y un orgullo estúpido sabor a mierda seguramente del pato que había en la olla…

Esa noche durmió, esperando el otro día, la escalera, el caballo, la música en los oídos, la soledad compañera. Esa noche durmió esperando el día en que por fin huyera.

Ese día, hicieron pato a la naranja, pero ella no comió….

¿Cuántas mujeres en el mundo, en este instante, sienten el dolor profundo de una palabra que humilla?… ¿Cuál es el pato a la naranja que tantas mujeres no se pudieron comer, porque un Jaime quiso invisibilizarlas? Mujeres sufrientes, aguantadoras, que nunca más desearan, cuando por fin huyan, comerse un pato a la naranja!!!

 

 

 

 

 

 

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