Instrospección. Un texto sensible que interpela
IDA
Ana desgasta su mente.
Ya no encuentra combustible para seguir adelante y poder salir de esa incesante producción de pensamientos.
Queda exhausta por los chorros de palabras que cranea a cada instante.
Su cuerpo la invita a andar,
a jugar, a moverse,
pero no tiene fuerzas.
Prefiere dormir una siesta. Santo remedio antes de salir carneada por la mente.
Solo con la cabeza en la almohada
logra el aparente silencio. Mudez mental engañosa que le alcanza para seguir con el resto su día.
La actividad sigue, retoma las ideas y preocupaciones por donde las dejó.
Se siente egoísta.
Evoca la inercia para que haga las cosas por ella.
Ahí va de nuevo, arrastrando sus pies, pestañeando poco y dando respuestas desfasadas.
Ida esta Ana.
Sentada en una silla con una taza de té de pasiflora entre las manos, viendo fijo, sin mirar, los puntos de la pared.
Ya no quedan manchas en los muros de su casa que no hayan sido intento de exploración que termine en divague.
Triste esta por no estar.
Se culpa.
Ana imagina que sus pensamientos salen en letras de su cuerpo y que otros ven que piensa en ellos, en todos.
Cuando las pupilas le arden, sus parpados están tirantes y esas voces que no reciben respuesta
comienzan a sentirse más tensas
reclamando su presencia,
cuando siente una mano cálida en su hombro y cuando algo en el pecho le dice basta es cuando se sube al bote que está amarrado a su derecha.
Vuelve atravesando la marea de pensamientos, remando con fuerza entre los pegajosos para avanzar.
Con fuerza bracea despegando los remos para lograr llegar a la orilla del momento.
Así es como vive estos días y logra volver a su hogar, con persistencia, contemplativa y aceptando lo que siente. Permitiendose el abatimiento.
Tema con ímpetu trascendental que la guía a discernir hasta donde va a permitirse su presencia ausente. La ausencia de si misma.
El camino de regreso se hace cada vez más simple.
Lo consigue en menos tiempo.
Se ha vuelto una práctica diaria que va puliendo.
Pintó las paredes de color lavanda
y cada vez duerme menos siestas.
Sus brazos están tan fuertes de impulsarse hacia el presente.
Cada vez aviva menos a la inercia.
Ana
Abandona su huida.
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