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No se trata de decir si a todo, sino de apoyar y de que la otra persona se sienta resguardada con nuestro respeto y nuestro cariño, eso es la complicidad
La alegría, la tristeza o el enfado, son los gestos que se regalan dos personas que se aman. Porque son demostraciones de amor que no tienen precio, que no dependen de los años que la pareja lleve junta. Se trata de miradas de complicidad, de entenderse sin palabras, de expresiones propias del amor, eso precisamente que detectan los demás. Cuando dos personas que se quieren, están sentadas a la misma mesa, o están separadas por un océano, jamás se olvidan el uno del otro.
No hay nada más maravilloso que encontrar a alguien cuyos demonios se entiendan con los nuestros. Alguien que tenga la clave o la contraseña de nuestros espacios internos, alguien con quien nos sintamos tan sumamente seguros que le permitamos abrirlos sin temor. Y todo porque la complicidad que experimentamos es absoluta. Alguien que permita sacar a nuestro verdadero yo, alguien con quien podamos ser nosotros mismos.
Complicidad, una hermosa palabra que nos evoca enlace, confianza, unidad fuerte con alguien. Complicidad es, ante todo, camaradería, solidaridad en el devenir del otro; es recibir, entregar y compartir la posesión del secreto del amor. Complicidad es conocer, entender y proteger.Y es que en el duro combate de la realidad, la pareja es el mejor catalizador de la complicidad. De todas las múltiples formas de asociación afectiva, la pareja sigue siendo la única que permite el juego de ese particular lazo sensorial que llamamos complicidad. Y no es sometimiento, no se trata de aceptar, pase lo que pase, lo que el otro hace por el simple hecho de amarlo. Este sentimiento es más profundo y más complicado que una mera aceptación; es concordancia, es entendimiento.
Ahora bien, ¿cómo lograr esa complicidad? Hay dos formas; la primera es que ambos estén dispuestos a conocerse sin miedos, es decir, a escucharse, a observarse sin reparos. Y sobre todo mostrarse sin tapujos, sin inhibiciones; y la segunda el trabajo constante de ambos y una buena actitud.
No hay lenguaje más bello que el de las miradas, sin embargo, pocas personas lo conocen. ¿Cómo se consigue? A base del conocimiento y la complicidad que existen en la pareja. Es bonito cuando se da una compenetración total y profunda, es uno de los elementos básicos para tener una relación sana. Se trata de conocerse tan bien que baste una sola mirada o un gesto para saber lo que la otra persona esta pensando o nos está intentado transmitir.
La complicidad, según va creciendo va creando intimidad, afinidad, confianza, entendimiento en la pareja, y un sentimiento por el otro que permitirá establecer un tipo de relación entre los dos capaz de afrontar cualquier dificultad de una forma más satisfactoria.
Compartir frivolidades y cosas divertidas es tan importante como el respeto o la confianza
¿Cómo podemos construirla?
– Inspirando en el otro seguridad y confianza.
– Desarrollando una disposición a escuchar, a tolerar y a interesarse por los aspectos, necesidades e ideas del otro, su forma de pensar, sus gustos.
– Situando las miradas en la misma dirección, sumando esfuerzos, sin pretender tener el mismo punto de vista a cerca de las cosas, simplemente entendiendo a la otra parte.
– Ganando la batalla a cualquier circunstancia por la que se esté pasando.
– Comunicándose verbal y no verbalmente, sintonizando la misma frecuencia, logrando esa conexión, convirtiendo la relación en una sinergia donde el uno estimule y cuide al otro; donde ambos entiendan que sus propósitos son comunes.
– Buscando encontrarse a través de la intimidad y la cercanía. Haciendo planes juntos, teniendo proyectos realizables, compartiendo espacios, como bañarse juntos, compartir chistes, salir a bailar, al cine o a cenar, creando entusiasmo, no dejando de enviar muestras de afecto y de deseo al otro, haciéndole saber que sigue gustándonos.
– Compartiendo la cosas cotidianas y sencillas de cada día, en el hogar, con el trabajo de ambos.
– Y lo más importante, conservando el buen humor, conectando, reforzando los vínculos afectivos y creando recursos que permitan enfrentarse a las situaciones de la vida juntos creando una relación feliz y enriquecedora.