Hay una acción muy poderosa que todos tomamos, lo sepamos o no. Nuestro comportamiento da ejemplo e influye en otras personas, lo queramos o no. La mayoría de las veces probablemente ni siquiera lo notamos, porque en el día a día puede ser bastante sutil.

Es tan claro cuando vemos a un niño más pequeño tomando los comportamientos de un hermano o hermana mayor. Esta es una gran parte de cómo se forman las identidades culturales. ¿Abrazas, besas una mejilla, besas ambas mejillas o te das la mano? ¿Ves lo que quiero decir? Estas cosas se aprenden con el ejemplo a medida que crecemos. Es lo que vemos a nuestro alrededor, y a la gente parece gustarle, así es como nos comportamos.

Esto también es presión de grupo. La mayoría de nosotros somos seres humanos sociales; nos gustan nuestros grupos y, por lo general, queremos encajar. Esto funciona mejor cuando estamos con personas que tienen propósitos similares a los nuestros, o al menos valor similar. En estos casos, incluso personas con una amplia gama de comportamientos pueden trabajar juntas. El comportamiento comenzará a alinearse con el logro del propósito, lo que puede hacer necesarias algunas adaptaciones culturales. Pero comúnmente pensamos en la presión de los compañeros como la excusa que damos cuando nuestro adolescente se queda fuera después del toque de queda o falta a la escuela.

Es notable que ningún padre quiera pensar en su hijo como un líder del círculo, una mala influencia o ejemplo. Pero bueno, el liderazgo es una habilidad valiosa. El truco consiste en utilizarlo para dar un buen ejemplo. L. Ronald Hubbard lo dice directamente en El camino a la felicidad: "Es mucha la gente en la que uno influye. Esta influencia3 puede ser buena o mala."  www.elcaminoalafelicidad.mx @waytohappinesstampa